Lu primera etapa creativa de José Ignacio Montoto puede catalogarse de figurativa, a ella pertenece, entre otros, Superávit
(El cangrejo pistolero, 2010). En esta
obra predomina el discurso intimista, el texto en prosa, la interlocución con
una destinataria pasiva, la alusión a las nuevas tecnologías para mantener
relaciones sociales y el tema amoroso. Su estilo es narrativo, directo, a veces
incluso demasiado coloquial. Con su nuevo poemario, Tras la luz (La Garúa, 2013), inaugura una
segunda etapa de mayor altura poética, de la que habrá que estar pendientes.
Sus textos han ganado en plasticidad y en poder de seducción. Montoto se despoja del yo, del desahogo sentimental y cede la palabra a un narrador
en tercera persona que fija su mirada en el mundo. Nada escapa a su espíritu
curioso. Con pequeñas pinceladas va dibujando escenas muy evocadoras. Los
protagonistas de estos poemas enigmáticos son niños, amantes o girones de
entornos urbanos o naturales. Montoto multiplica sus registros. Tan pronto nos revela una voz
delicada como hiriente. También aumentan los efectos psicológicos que producen
sus textos: nos transmiten angustia, vacío, soledad, inocencia, protección o
inquietud.
El libro se articula en cuatro
partes: Refracción
remite a un cambio de rumbo, a la negación de expectativas (existenciales,
afectivas). Propagación se centra en el progresivo deterioro de una relación. Del sexo
pasamos a la pérdida de interés. Asistimos a un avance en línea recta hacia la
frustración y la ruptura amorosa. Interferencia nos habla de perturbaciones
producidas por recuerdos e imágenes. Reflexión coloca al sujeto lírico delante
de un espejo que lo devuelve a los días de infancia y lo empuja al abismo de su
desaparición.
Destacan en la obra un conjunto de textos muy potentes
(“busca un rincón y encuentra”, “cero absoluto”, “niños que dibujan un sol”,
“no sé si es circunstancial el lazo que nos une” y “un mar de cráneos
aplastados”), situados –acertadamente– en los principios o finales de las
secciones, lo que genera ritmo e intensidad.
Poemario coherente, hondo, conciso y ambicioso, Tras
la luz merece la atención de los
lectores. Se trata de una obra escrita con mimo, en la que Montoto ha asumido el riesgo de
transformar su voz, de reiventarse. Su valentía ha vencido a la inseguridad. Ha
luchado por ser el autor que deseaba. Su inconformismo nos ha dejado un libro
que no elude el dolor. Seguro que se trata del prólogo de muchas obras más
llenas de vida y de belleza.
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