Me siento muy a gusto frente a la chimenea,
el suave
crepitar de las llamas
me
relaja y vacía.
Cuesta
encender un fuego, como cuesta
que se
eleve el espíritu de un sueño
por
encima del barro,
que un
amor cobre forma, que una amistad se asiente.
Son
necesarios leños,
pastillas
de gasoil y algunas ramas;
además
de paciencia.
Por las
ventanas vemos la tormenta de nieve.
La ira
de los copos contraviene a la lumbre,
la
niega, aunque comparte su destino
de
belleza fugaz.
Las
montañas y lagos desconocen
esta
condena al límite;
el miedo
a que las cosas no perduren,
ni tan
siquiera tú.
Bailemos
en la alfombra.
Deseo
acariciarte en la penumbra,
poseer
tu certeza iluminada
por la
hermosura efímera del fuego.
(De mi libro La Guerra de Invierno. Hiperión. 2013)
Poema muy transparente en el que el espacio, tanto interior como exterior,crean una temperatura amorosa sobre la que se cierne la sombra invernal de la caducidad de todo, también del amor. Visualidad, emoción y reflexión se unen en este poema que el lector puede habitar desde su propia vida.
ResponderEliminarNo podría comentarlo mejor, Javier. Gracias por tus lúcidas palabras y por habitar el poema.
ResponderEliminarEnhorabuena Ariadna Te pongo en mi facebook, poeta
ResponderEliminarMuchas gracias, Rafael.
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