La actual crisis económica ha sido creada por los poderes políticos, seguramente, como consecuencia del previsible agotamiento -en pocos años- del suministro de petróleo. Ningún partido ha asumido la responsabilidad de darnos un mensaje evidente: no hay recursos energéticos para satisfacer nuestra demanda. Para frenarla, la derecha apuesta por un concepto decimonónico: la selección natural. A través de los recortes sociales, del deterioro del estado del bienestar, de la privatización de los servicios públicos y del aumento del paro, disminuye el consumo; pero no solo, también se reduce la banda la clase media y se estratifica a la ciudadanía entre individuos con y sin recursos económicos para garantizarse la supervivencia. Con este método, el Estado pretende convertimos en salvajes competidores por un (precario) puesto de trabajo que nos garantice el pan. Existe otra opción, la de la izquierda, que consiste (en teoría, al menos) en cooperar entre todos para obtener un beneficio común. Pero se estancó en las urnas el pasado noviembre. El pueblo eligió la lucha por la vida. Y en eso estamos. Mientras nos medimos como púgiles sobre el ring del empleo, y vemos cómo montan los cuadriláteros de la Educación y de la Sanidad, no nos damos cuenta de que se silencia la Cultura, de que se criminaliza la movilización en la calle, de que la Iglesia extiende sus tentáculos, de que la Monarquía mantiene (casi íntegra) la asignación de su presupuesto, de que el poder se centra en una mano.
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jueves, 12 de abril de 2012
Darwinismo social
La actual crisis económica ha sido creada por los poderes políticos, seguramente, como consecuencia del previsible agotamiento -en pocos años- del suministro de petróleo. Ningún partido ha asumido la responsabilidad de darnos un mensaje evidente: no hay recursos energéticos para satisfacer nuestra demanda. Para frenarla, la derecha apuesta por un concepto decimonónico: la selección natural. A través de los recortes sociales, del deterioro del estado del bienestar, de la privatización de los servicios públicos y del aumento del paro, disminuye el consumo; pero no solo, también se reduce la banda la clase media y se estratifica a la ciudadanía entre individuos con y sin recursos económicos para garantizarse la supervivencia. Con este método, el Estado pretende convertimos en salvajes competidores por un (precario) puesto de trabajo que nos garantice el pan. Existe otra opción, la de la izquierda, que consiste (en teoría, al menos) en cooperar entre todos para obtener un beneficio común. Pero se estancó en las urnas el pasado noviembre. El pueblo eligió la lucha por la vida. Y en eso estamos. Mientras nos medimos como púgiles sobre el ring del empleo, y vemos cómo montan los cuadriláteros de la Educación y de la Sanidad, no nos damos cuenta de que se silencia la Cultura, de que se criminaliza la movilización en la calle, de que la Iglesia extiende sus tentáculos, de que la Monarquía mantiene (casi íntegra) la asignación de su presupuesto, de que el poder se centra en una mano.
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Mucha razón llevas... Pero yo soy de la teoría conspirativa... No se estancó en la urnas llevaba mucho tiempo estancada esta izquierda española que tiene que empezar a tomar verdadera entidad... Eso da para otra de tus fantásticas reflexiones.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo y en parte con The Night Stalker. Creo que desde hace años se ha seguido un proceso de acumulación de poder y ataque de la dignidad mientras se acusaba con falacias que hundían la imagen de otros. Inteligentes no, pero listos son un rato. Nos van destrozando mientras despistan nuestra atención atacando a otros. Así (además de contar con dirigentes a los que les viene grande todo esto), se nos conduce a la ceguera -recordemos el mito de la caverna de Platón, porque estamos igual- y la estupidez de creer a los que nos mienten y nos dañan. Consecuencia: repetimos la misma historia: damos el poder al que piensa en sí mismo y en su acumulación de riqueza a costa de nuestras cabezas. Esto me lleva a recordar nuestro siglo XVII (por elegir uno, porque ya nos vale lo gañanes que somos) o la fama de Hitler, a quien apoyaban los que luego serían aniquilados. Sobre la izquierda, personalmente -además de tener en cuenta el estudio que advierte que la falta de educación nos lleva a la derecha (¡como si hiciera falta que lo juraran!)- me parece absurdo generalizar en el sentido de que si uno lo hace mal (aunque nunca sabremos la realidad de la cúpula)que todos los componentes sean igual de indignos de llamarse políticos. Además, existe más izquierda que el partido que hasta hace poco ha estado en el poder. De cualquier manera, considero que la izquierda debe unirse, al puro estilo de la II República. A esto se suma que son los intelectuales los que debían dirigir esta sociedad, no los tiranos. Actualmente, la palabra "democracia" carece de significado en nuestro país, la han vaciado y llenado de lo más indigno.
ResponderEliminarAriadna, siempre magnífica en tus reflexiones.
Amigos, gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarEstá claro que la izquierda de este país tiene que repensarse y reconstruirse, si es que pretende abanderar una alternativa de gobierno y un nuevo modelo económico-social. Sobre este asunto, entre otros, reflexiona el último libro de Belén Gopegui: Acceso no autorizado, del que publiqué una reseña en el blog hace un par de meses.
Un abrazo.