En los últimos seis años he publicado tres libros que se enmarcan en la literatura infanto-juvenil, por la que siento una debilidad especial, ya sea como lectora o como escritora. He de confesar que el camino está siento difícil, pero sigo maravillada por el pequeño milagro que supone ver tus obras editadas con el cuidado y el primor que reciben las mías.
La verdad es que echo en falta la convocatoria de premios de poesía no ya para primeros lectores (hay tres concursos destinados a este fin: Luna de aire, Ciudad de Orihuela y El Príncipe Preguntón), sino para un público algo mayor, de edades comprendidas entre los 10 y los 14. No hay nada. Un páramo. Y sin embargo, las editoriales SM, Anaya o Edebé sí que convocan anualmente premios de novela infantil (Barco de vapor) o juvenil (Alandar, Edebé, Gran Angular). La verdad es que me pregunto porqué no interesa que nuestros estudiantes de 4º de primaria a 2º de la ESO lean poesía actual destinada a ellos. ¿Pueden leer Harry Potter, pero sus neuronas colapsan si les damos algo más que los versos infantiles de Gloria Fuertes, Federico o Alberti? ¿Se pueden enfrentar a temas como la muerte, la pérdida de los padres, la existencia del mal, la traición... pero sólo en gruesos libros en prosa de más de 600 páginas? ¿Queremos que lean poesía en la ESO pasando, sin solución de continuidad, de "El lagarto está llorando" al "Mester traigo fermoso non es de joglaría"? Hay un hueco que las editoriales vienen ignorando desde hace años. El alumnado no lee poesía porque no se les ofrecen libros indicados para sus edades, que hablen con su lenguaje y que aborden los temas de tu tiempo o de su interés, que les pongan un espejo en el que mirarse para conocerse y comprenderse. Se les priva de la poesía justo cuando es más necesaria, en el tránsito del niño/a que son al joven que serán. Harry Potter habla de esto, y les fascina. A ellos les apasiona la aventura, así como el motivo de la identidad, tema poético por excelencia. Démosles poemas con los que emocionarlos, que les abran ventanas, que les hagan cuestionarse el mundo y a sí mismos, que les ofrezca modelos con los que inspirarse.
Precisamente sobre eso trata de mi primer libro LIJ: Las noches de Ugglebo. Lo presenté a dos de los concursos citados anteriormente, sin éxito alguno. Pero a la tercera fue la vencida. Cuál no sería mi asombro al recibir la llamada de la Consejería de Educación de la Diputación de Granada para comunicarme que me había alzado, por unanimidad, con El Príncipe Preguntón; porque Ugglebo no es una obra infantil, sino juvenil, ideal para 1º y 2º de la ESO. Me quedé perpleja y entusiasmada. Por fin me había colado por la grieta que todo el mundo ignora.
Mi libro es una fábula en verso, ecológica y distópica. Narra el viaje iniciático de un joven búho que lucha por defender su identidad frente a las pretensiones familiares, y que quiere investigar qué peligros amenazan su mundo, una isla en Finlandia.
Las noches de Ugglebo no deja de darme alegrías. Sé que se lee en los institutos, que a los chicos y chicas les encanta. Todos los años doy alguna conferencia invitada por el MEC. El Cultural publicó una reseña bastante elogiosa. Pero... ay... siguen sin publicarse libros en esa línea. Y lo peor, siguen sin publicármelos a mí...
¡En marcha! Tuve la suerte de que me lo editasen en Colombia, gracias a Corazón de mango. En esta ocasión, el poemario consta de 27 poemas independientes, localizados en una ciudad o país distinto. Salió en un momento crítico, en que la mayoría de naciones todavía tenían bastantes restricciones a la movilidad a consecuencia de la pandemia. Cada texto ofrece a los jóvenes (de 9 a 11 años) la posibilidad de romper los límites de su realidad y de desconfinar su mirada.
Y así llegamos al final del viaje, al menos, por el momento. Mi libro más reciente, La sirena que no sabía nadar (Lastura, 2022), sí está dirigido a primeros lectores (a partir de 6 años). En esta ocasión, es un cuento en prosa que narra una historia de superación. Habla sobre el aprendizaje en equipo, la amistad, la lucha contra los prejuicios, la curiosidad y el cuidado de nuestros mares.
Acabo con un merecido elogio hacia las ilustradoras que han dado vida, con su enorme talento, a mis personajes y escenarios: Susana Román, Paola Sierra y Nayara Rosario. Sus dibujos potencian mis imágenes.
Y, por supuesto, hacia a la Diputación de Granada, Corazón de mango y Lastura.
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