Un acuario, Jeffrey Yang. Traducción y prólogo de Jordi Doce. La
Garúa. 156 páginas. 14 euros. 2018
Dice Van Dijk en Discurso y
dominación que quien controla los medios,
controla los discursos, y con
ellos, los modelos mentales y las acciones. Orwell ya presagiaba en 1984
el intento del Estado de “limitar el alcance del pensamiento, de estrechar el
radio de acción de la mente” por medio de la poda del lenguaje, de la
destrucción de conceptos. La literatura, claro está, debe ser un bastión contra
este tipo de manipulaciones y ha de visibilizar aquellos otros temas que ocultan, precisamente, quienes controlan los
contextos de producción de discursos, es decir: los grupos dominantes. ¿Lo
hacemos? Nosotros, novelistas y poetas, ¿de qué asuntos hablamos? El poeta
californiano Jeffrey Yang ha pretendido con Un acuario ofrecer una visión distinta de la relación de la
humanidad con el mundo: desde el punto de los seres que estamos sometiendo, y
no desde nuestra óptica autocomplaciente. En su libro encontramos no ya sólo una crítica a
la naturaleza invasiva de nuestra especie, sino un mosaico precioso de leyendas
de origen diverso (chinas, nórdicas, mexicanas, hawaianas, hindúes…), de
lenguas vivas y muertas (griega, vietnamita, inglesa, latina…), así como de citas o alusiones a autoridades varias (historiadores, poetas, filósofos,
científicos, políticos… Plinio, Santa Teresa, sor Juana, Aristóteles, Galileo,
Borges, Garibaldi…). El acuario simboliza,
según Juan Eduardo Cirlot, el final de un ciclo y el comienzo de otro, “la
liberación por la destrucción”. Yang asume el punto de vista de la fauna marina
para que oigamos la voz de aquellos que no la tienen y, por tanto, ni pueden
representarse ni tampoco defenderse. Aquí, en su poemario, se rebelan contra la
injerencia humana, gracias al milagro de la literatura, que puede hacer posible
lo imposible. No se lo pierdan.
Muy buena la traducción de Doce. Y
preciosa la edición de La Garúa.
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