Hace ahora 21 años que publiqué mi primer poemario, Construyéndome en ti (Libertarias/Prodhufi, 1997). En aquel libro adolescente (compuse los poemas entre los 18 y los 19 años) incluí un texto sobre la desazón de quien no podía mostrar en público su amor, por miedo a las reacciones ajenas. Quien reconozca la procedencia de la cita, verá el paralelismo que establezco entre las parejas hetero de postguerra y las homos de finales del siglo XX:
UN CUERPO
¿A dónde huir,
entonces?
Ángel
González
Tumbada entre las
flores, las amapolas muerden
los restos de
ternura que me quedan.
Unos años más
tardé, en Napalm (Premio
Hiperión, 2001) denuncié abiertamente la persecución homófoba que padecí con mi
pareja de entonces. Bien es verdad que la crítica es simbólica, pero en mi
taller había fragmentos de expulsiones de cafeterías o insultos en la calle.
IMÁN
No serán
suficientes las caricias para decir
“te quiero”,
pero mi mano
aprieta el corazón
tendido como un
puente hacia tu boca.
No caben más
guirnaldas en mis venas,
ni más miel en
tus pechos.
El más breve
latido de tu carne
es un astro que
tira de mis ardientes músculos
hacia su mar de
brasas o carbones.
Ya en órbita,
doy forma a tu
sonrisa con mis labios.
La tarde
lentamente va llegando
allí donde
termina el tobogán,
mientras cuento
uno a uno
los gajos de
ternura que me llevo a la boca.
La hostilidad del
mundo,
las hélices de
plomo
que cortaban el
vuelo
a todos nuestros
globos y cometas,
vive fuera del
cuarto.
En el cuarto,
nuestro amor
siembra puertos
donde las naves
tienen corazones atados a los puños,
y los mapas
revelan
la duda de las
norias,
y las brújulas
huelen
el resplandor del
oro,
y los sueños
desbordan los bolsillos
cada vez que se
zarpa.
Monedas de sudor
acarician tus
senos
y van dejando un
rastro
de pisadas de
estrellas.
No me duele la
vida
cuando veo en tus
ojos de gorrión mojado por la lluvia
lo risueño del
niño
que espera
sonriente como un ancla
su regalo.
No me escuecen
las alas
cuando tus labios
vienen a salvarme
del incendio en
que vivo,
y la pasión nos
toma la cintura,
y el ritmo de la
sangre golpea los tabiques
y deshace la
cama.
Nuestro amor
empapela las paredes del cuarto
y vivimos felices
entre algodón y fresas.
En la calle es distinto,
la gente nos recibe con una calurosa bienvenida
[a base de volcanes,
y el odio es un
revólver
que apunta a
nuestras manos cuando van enlazadas,
que apunta a
nuestros labios si nos damos un beso.
Pero somos más
fuertes,
y nuestro corazón
bombea en las ventanas
[sin miedo a
los cristales.
Pero como creo
que la lucha contra la homofobia no debe realizarse sólo desde la frustración o
la denuncia, sino también desde el canto entusiasta que celebre el amor a la
pareja y a la familia creada con ella, en mi último trabajo (Línea de flotación,
Ediciones Aguadulce,
2017) también introduje esta composición:
No es más real la nada
que los trenes que oigo,
la noche que me envuelve,
la brisa de las ocho,
que mi cuerpo consciente de que existe,
que este amor absoluto por las cosas,
mi mujer y mis hijos.
Son ya 21 años de actividad literaria y de lucha por los derechos del colectivo lgtb (entre otros, el derecho a la visibilidad).
Y lo que te rondaré morena.
Y lo que te rondaré morena.
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