miércoles, 25 de abril de 2018

Poemas a Argos


 
  
Ha pasado ya un año desde el día
en que te recogimos de la calle
para darte un hogar. Ahora eres miembro
de esta alegre familia. La ternura
que siento cuando subes a mi mesa
de estudio y te recuestas sobre pilas
de apuntes y de libros por quedarte
a mi lado, no puedo describirla.
Cuánto has crecido en todos estos meses.
Lo noto en que te cuesta desplazarte
de la impresora al flexo, de las obras
del siglo XVI hasta la esquina
opuesta, en donde tienes la toalla
que te suelo poner para que duermas
un poco más mullida; ésa que ignoras
por sentir en la piel el tacto suave
de unos folios escritos con un amor tan grande
como es este que sabes que te tengo.

(Poema de mi libro Apátrida. Hiperión. 2005)


No soy tu dueña.
Ni me perteneces.

                             En cambio,
somos dos seres que nos reconocemos
en el mismo relato.

Una felina y una humana.
Quién iba a imaginarlo.

Compartimos
sin pausa
la sucesión de días,

el milagro que nos convocó
para respirar al unísono.

Ángel negro, sin envés,
de alma transparente
me ayudas a cargar
con todo lo vivido,
la gravedad
de aquello que me pesa.


Tu lealtad es incondional.

Todos somos vasijas agrietadas,
pero hay seres, como tú,
que restauráis a otros,
                                     como yo.

Subes a mí muy débil,
buscando redención.
Ninguna lo sabemos,
pero el tiempo se encoge entre nosotras.

Me hueles.
          Ronroneas.
Son tus actos de insufrible belleza.

Hasta el último día, dando amor.
Hasta el último instante, dando amor.

(Poemas de un cuaderno inédito a mi gata)

 2001-2017

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