Contra las cosas redondas, Jesús Jiménez Domínguez. La Bella
Varsovia. 2016. 88 páginas. 12 euros.
Los poemarios, como sus hermanas las novelas,
pueden tener distintas finalidades según quienes los escriban. El catálogo de
intenciones es amplio, pero podemos reducir los libros de poemas a este pequeño
inventario: los hay comprometidos
con las causas civiles; los tenemos juguetones, de los que hacen piruetas con
el lenguaje; algunos testifican sobre los pormenores de la existencia
corriente; los tenemos globos sonda, aparentemente livianos, pero que nos
alertan de las tempestades que nos crecen por dentro; algunos son complejos
como jeroglíficos mayas; y otros poseen altas dosis de imaginación puesta al
servicio de la estética y del relato. El nuevo libro de Jesús Jiménez pertenece a estos últimos. De hecho, Contra
las cosas redondas es un libro
perfecto para aquellas lectoras de novelas y esos devoradores de narrativa poco
o nada habituados al género lírico que deseen adentrarse en él. Sus treinta y
cinco poemas son otras tantas historias puestas en versículos, cuando no
directamente en prosa. Jiménez se
nos revela como un poeta atento al detalle (a los “cascos marciales” de las
hormigas), muy sensitivo (nos describe el crujido de muebles y articulaciones, el mango caliente de los cuchillos, tapicerías que huelen a vaca muerta, o vistosas uvas rellenas de luz), capaz de audaces -sacrílegas- metáforas y comparaciones (las arañas son monjas de clausura que tejen mortajas; los lápices, monjes de una
orden monástica alineados en un estuche;
las centrales nucleares, las nuevas catedrales góticas, donde mora Protón), de tono irónico y con una clara
querencia por la fantasía. Los mejores textos del libro son aquellos,
precisamente, en los que el poeta se desliza hacia la ciencia ficción y nos
presenta un conjunto de situaciones asombrosas: la vida paralela del reflejo de
un hombre, la busca y captura de todo tipo de sombras, la caída de los objetos
pintados de un cuadro, la anticipación de los efectos a las causas como
consecuencia del cambio de hora, el tocadiscos en que se convierten los anillos
de un árbol, donde suena el LP del
Tiempo…
Jesús Jiménez coquetea en
este poemario con el relato fantástico, llenándonos de inquietud con su
desmantelamiento del mundo real, dando entrada a lo absurdo. Un libro, pues,
recomendable. Se adivina detrás a un escritor de raza, cuidadoso y original. El
diseño de la cubierta -el mejor, hasta la fecha,
de la colección donde se publica- es todo un acierto: sobrio y elegante.
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