Foto de Grygory Dukor
Ayer, el equipo femenino ruso de relevo 4 x 400,
desafiando la nueva ley instaurada por Putin –que prohíbe la visibilidad y
reivindicación de derechos del colectivo homosexual en Rusia–, manifestó su apoyo
a las parejas del mismo sexo con un beso en lo alto del podio. Bravo por ellas.
Me enorgullezco de su valentía. Siempre he considerado al atletismo el deporte
más noble, y este gesto me lo confirma. Esta estampa de los mundiales de Moscú
me recuerda a otra de los Juegos Olímpicos de Méjico 68, en aquella ocasión,
fueron los atletas norteamericanos de 200 metros lisos Tommie Smith y John Carlos quienes con su gesto –brazo en alto, enguantado, la cabeza inclinada y los ojos
cerrados mientras sonaba el himno de los Estados Unidos en honor del primero– denunciaron la discriminación racial en su país.
Hoy día, los Estados Unidos tienen un presidente negro,
Barak Obama. Cuarenta años después de aquel legendario gesto a favor de los
derechos civiles de los afroamericanos, las cosas han cambiado. Esperemos que
pronto se viva en Rusia un hito semejante, y que el beso valiente que ayer se
dieron Kseniya Ryzhova y Tatyana Firova, dos de las mujeres más veloces del
mundo, sirva para que la sociedad rusa cuestione la nueva ley en contra de los
homosexuales, del amor, de la libertad y de la vida; de paso, confío en que fuerce
al COI para que los Juegos de Invierno del año que viene no se realicen en Soshi
(Rusia). Quién sabe, igual dentro de cincuenta años tenemos a un homosexual en
el kremlim de Moscú. Eso significará que el mundo será un lugar mucho más
habitable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario