Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre
soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa. Todo británico reconoce en estas
palabras el comienzo de Orgullo y prejuicio, célebre novela de la escritora Jane
Austen (1775).
Desde su primera edición el 28 de enero de 1813, hace doscientos años, el libro
ha conquistado a millones de lectores en todo el mundo, convirtiéndose por
méritos propios en un clásico, en un long seller, aunque tuvo que enfrentarse
primero a muchas resistencias. Su primera redacción tuvo lugar entre los años
1795 y 1799, periodo en que una fecunda Jane Austen escribió, además, los
manuscritos de Sentido y sensibilidad y La abadía de Northanger. A finales de siglo, George
Austen (padre de la autora) intentó que la novela viese la luz, pero no tuvo
suerte. La joven Jane respondió a este rechazo editorial guardando todos sus originales en
un cajón y empezando otra obra, que dejaría a medias (Los Watson, 1803). En 1809 se instaló con
su hermana en Chawton. Feliz de estar de vuelta en el condado de su niñez,
retomó aquellas obras aparcadas y empezó a corregirlas. Los frutos no tardaron
en llegar. Consecutivamente publicó Sentido y sensibilidad y Orgullo y prejuicio, si bien es cierto que no firmó
ninguna por recato, ya que en las dos vertía una crítica aguda a las costumbres
sociales de la época. El éxito inmediato de ambas, no obstante, desenmascaró a
su legítima autora, que acabó saliendo del anonimato.
¿Y por qué Orgullo y prejuicio permanece en el tiempo, resiste
entre las obras más vendidas, planta cara al aluvión de novedades que anega las
librerías todos los meses? Por su prosa elegante, por su pormenorizado análisis de la
naturaleza humana (de los comportamientos miserables y hermosos de que somos
capaces), por su suave ironía, por el entrecruzamiento de tramas amorosas, por
su romanticismo…
El matrimonio Bennet atraviesa una situación complicada:
debido a la falta de un heredero varón, sus posesiones en la campiña inglesa
acabarán en manos de un pariente, de modo que sus hijas, para garantizarse la
supervivencia, se marcan el objetivo de encontrar un esposo. Mientras las
hermanas pequeñas (Catherine y Lydia, caprichosas, imprudentes) persiguen
oficiales y avergüenzan a su familia con su falta de decoro; las hermanas
mayores (Elizabeth y Jane) acuden a lujosos bailes, donde deslumbran a los
presentes por su delicadeza y buen porte. Dos jóvenes ricos se enamorarán de
ellas (Bingley y Darcy), abriendo así dos frentes de combate: uno interno, contra
sus prejuicios de clase; y otro externo, contra las expectativas de sus más
allegados. Buena parte de la tensión que subyace en el libro obedece a la duda
sobre si prosperarán, o no, los amores de ambos.
Pero Jane Austen no se limita a entretener a sus lectores con
intrigas y enredos. Si Orgullo y prejuicio es una obra maestra de la
literatura se debe, en gran medida, a la creación de dos personajes
extraordinarios: Elizabeth y Darcy. Ella es una mujer audaz, independiente,
prejuiciosa, sincera y aguerrida, tanto, que rechaza ventajosas proposiciones
matrimoniales e incluso contraviene los designios de la temible y poderosa
Catherine de Bourgh. Siempre antepone sus sentimientos tanto a las convenciones
ajenas como a los intereses materiales. Darcy, por su parte, es un hombre
complejo; reservado, engreído y vanidoso en presencia de desconocidos, exhibe
su generosidad y dulzura cuando se encuentra en su entorno doméstico. Ambos
personajes evolucionan a lo largo del libro gracias al amor, fuerza volcánica
que reordena sus visiones del mundo.
Los personajes secundarios son fundamentales; los hay que
encarnan modelos de conducta que Jane Austen critica: el cazador de dotes, el padre indulgente con la educación de sus hijas, la
madre inculta obsesionada
con el casamiento provechoso de sus vástagos, la joven práctica que contrae matrimonio sin amar
ni siendo amada, o la autoridad represiva que pretende tullir los corazones de los amantes.
En otras ocasiones, sin embargo, son ejemplos de cordura y de sentido común.
Orgullo y prejuicio desenmascara la hipocresía de la
nobleza británica del siglo XIX, denuncia la ley que impide a las mujeres el
cobro de una herencia, defiende la libertad electiva en materia amorosa, y
contrapone a las uniones económicas, las apasionadas, sustentadas sobre el hueso macizo del amor.
Con motivo del 200º aniversario, Alianza y Alba editorial
han lanzado al mercado dos nuevas ediciones de Orgullo y prejuicio. Así pues, quien no se haya
atrevido aún, dispone de dos razones fantásticas para devorar esta obra
exquisita. Buen provecho.
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