Gerardo Diego
El sábado pasado tuve el honor de participar en el homenaje que la Fundación Gerardo Diego y la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre prepararon para conmemorar el 25º aniversario de la muerte de Gerardo Diego. El emotivo acto tuvo lugar en la casa del poeta malagueño, en la antigua calle Velintonia 3, y estuvo presidido por Elena Diego y María Amaya Aleixandre (hija y sobrina, respectivamente, de cada poeta).
El poema que elegí para mi lectura fue "La voz de Federico", perteneciente al poemario Vuelta del peregrino (1951-1965). De todas las corrientes de su obra, es la existencial que escribió durante la última etapa de su vida la que considero más emocionante y honda. Al libro citado hay que añadir, dentro de lo que la crítica ha reunido bajo el membrete de Últimos poemas (1968-1983), el libro Cementerio civil, donde se encuentra uno de los mejores textos líricos de Gerardo Diego: "Revelación de Mozart".
Os dejo aquí el desgarrado poema que dedicó a su inolvidable amigo Federico García Lorca.
La
voz de Federico
Qué pena
que el archivo de palabra española
no
captase en su cera la voz única.
Cuando
todos nosotros sus amigos testigos
terminemos
de morirnos,
con
nosotros el timbre inolvidable,
sus
inflexiones se desvanecerán.
Desvanecer,
tremendo destino de lo humano,
y esta
vez sin siquiera el engaño piadoso
del
habla en noria atada
que gira
y gira y gira desgastándose.
Como esa
luz de estrella
que
estamos contemplando y ya no existe.
Tan sólo
si pianillo
cascabelero,
fresco, exacto, ritmo puro,
nos
sonoriza la memoria suya.
Y, sí,
yo le estoy viendo,
acercándose,
todo luz, sonrisa
–triste
sonrisa alegre, luz morena–.
Y le veo
sentado
echando
atrás por encima del hombro
–golpecito
del dedo–
la
ceniza del pitillo.
Pero es
su voz, su voz la que me llega,
la que
en mi oído vive,
su voz
como encuevada, suavemente ronca,
de un
pardo único,
y su
recitación –música y gesto–
y sus
ondeadas, íntimas carcajadas
–ejé,
ejé, ejé–
celebrando
sus anécdotas,
verdades
milagrosas de lo increíble.
El día
en que se invente, si se llega a inventar
la
poesía de palabra-ruido,
la
música concreta del idioma,
podremos
remedar su voz y su metal oscuro.
Háblame,
Federico. Tantas noches
sueño
que no has muerto,
que
escondido vivías y estamos en Granada,
una
maravillosa Granada distinta, tuya y mía,
y otra
vez o la misma somos jóvenes
y nos
contamos cosas, proyectos, dichos, versos.
Y tu voz
suena y eres tú, gracias a ella.
¿Quién,
ni en mundo de sueños podría falsificarla?
Tu voz
que me habla siempre, que me llama,
tu voz, sí,
tu voz llamando,
tu voz
clamando…
Federico García Lorca
Gerardo
Diego
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