Estamos de enhorabuena. En los
últimos meses se han publicado en este país varios libros que miran de frente a
la crisis política, social y energética. Autores como Belén Gopegui, Jorge
Riechmann, Emilio Bueso y Roberto de Paz nos reconcilian con la literatura
ideológica. Sus libros sostienen la mirada de la actualidad. Escrutan en el
interior de sus ojos. Y luego nos relatan lo que esconden, pese al riesgo de
que nos transformemos en estatuas, de que el miedo paralice nuestros músculos o
de que el desengaño encoja nuestra fe en lo real.
El hombre que gritó la Tierra
es plana es una
buena novela, y además, resulta necesaria. Su autor relata con un bello dominio
del lenguaje la historia de una búsqueda y la superación de una pérdida. Matt,
un joven trabajador social que se ha quedado solo por la muerte violenta de su
esposa, decide regresar a los EEUU, donde años atrás, lo abandonó su enigmático
padre. Como Telémaco, como la mayoría de los personajes de Paul Auster, el
protagonista emprende una odisea hacia el conocimiento de una verdad que
fascina y aterra alternativamente. La soledad que guía su camino es un estigma
heredado de su progenitor y de su abuelo. Forma parte de una cadena. Sólo
cuando remonte el cauce hacia el pasado, decidirá si se desprende o no de su
vacío y de su desarraigo.
En la novela, pues, se solapan
distintos tiempos. La ventisca de la narración que construye Matt mezcla la
nevada de diferentes épocas. Así, nos relata en paralelo su infancia con su
padre, su encuentro con su esposa, su hastío existencial en Madrid y su
aventura americana.
Caleidoscopio. Roberto de Paz
multiplica las miradas que evalúan y miden al gran protagonista de esta
historia, que es el padre de Matt. Cada personaje de uno y otro lado del
Atlántico refleja una imagen suya. Muchas son también las identidades con que
él se presenta a lo largo de su vida. Es un reformador nato de su yo. Un
superviviente. Un desposeído cuya meta consiste en salvarnos al resto. ¿Pero de
qué amenaza? De nosotros, de la codicia humana que orada los recursos
energéticos de la biosfera y hunde la economías. ¿Con qué recursos? Pocos pero
suficientes: la fe en las posibilidades de cambio; la temeridad de quien
arrastra una vida incompleta, mutilada; el optimismo contagioso; y una energía
descomunal, a prueba de melancolías y depresiones.
La novela avanza morosamente
hacia un desenlace climático que abarca las últimas ochenta páginas. El ritmo
se acelera. La narración biográfica cede paso al thriller; la memoria, al manifiesto
ecológico con visión de futuro. En estos tiempos que corren, su lectura es
obligatoria. “La Humanidad está en condiciones de poder exterminarse a sí misma
y al resto de las especies”, alerta el científico Pedro Prieto, quien sostiene
que depende de nosotros “que pueda haber futuro para la vida sobre la Tierra”.
¿Y tú, lector, qué harás? Roberto de Paz ha encendido una antorcha con su libro
para iluminarnos. No te quedes a oscuras.
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