jueves, 13 de enero de 2022

No, Francisco José Martínez Morán. Valencia, Pre-Textos. I Premio de Poesía “Francisco Brines”. 2021. 78 páginas.

 

 


Doce años hacía que Francisco José Martínez Morán no conseguía un premio literario. Doce años de sequía en los certámenes, de hambruna en los reconocimientos mediáticos; pero que han sido para él absolutamente provechosos, desde el punto de vista creativo. Tres son los géneros que ha cultivado en estos doce años al margen de los galardones: el poético (Obligación, Polibea; Tacha, Renacimiento; Los cuadernos del frío, Bajamar), el narrativo (Peligro de vida, El Gaviero; Amistades comunes, Baile del Sol) y el ensayo (Crónica digital de Carlos Grande, Evohé). En este tiempo, el escritor complutense ha publicado sus obras en editoriales pequeñas que suponen en sí mismas un auténtico trofeo: por sus cuidadas y bellas ediciones, por su trato cercano. Francisco, no obstante, sabedor de la visibilidad que dan los premios, se guardó un poemario en la recámara. Y este No ha sido un “sí” que lo ha devuelto a la actualidad del mundo poético. Y por la puerta grande, ganando un certamen de nuevo cuño, el “Francisco Brines”, que publica Pre-Textos.

 

No gira en torno a los temas predilectos de un autor que venera la lírica romana, que conoce y asimila el legado de nuestros escritores de los Siglos de Oro. Podemos decir, por tanto, que se trata de un libro clásico, en el fondo y en la forma.

 

Las secciones I y III (Versiones desleídas y No) son de índole existencial. El sujeto lírico se autoanaliza sin reparo alguno (“Querrías haber sido/ otra versión de ti”), muestra la decepción que lleva dentro (“no queda en el que observa más que sed”, “Nada de lo que veo me interesa”, “así, vacío y tosco, rompe el día”) o se reconoce insatisfecho (“siempre con sed de nuevas frustraciones”). La voz que enuncia carga a hombros con el pesimismo del hombre moderno “roto de realismo” y “sin magia”. No faltan los tópicos elegíacos del tempus fugit ni la obsesión onmipresente por el envejecimiento y la muerte, con ecos angustiosos de Quevedo (“apenas reconoce como suyo/ el propio bastidor de la mandíbula”, “todo se desmorona y no es metáfora”).

 

La sección II (Teatro para sombras) es de índole culturalista, en la medida en que Francisco José Martínez Morán alude o bien a personajes de ficción que simbolizan la muerte (Yorik, Próspero, Melibea) o bien a autores latinos cuyo ejemplo subvierte (Horacio, Marco Aurelio, Séneca). El poeta madrileño, como Cervantes o Rojas, se rinde a la evidencia de su tiempo: no se puede seguir un modelo (moral) heredado. Si en el siglo XVII el Quijote enterró los ideales de los caballeros andantes, y en el XV-XVI la Celestina parodió los códigos de honor de los amantes corteses, nuestra sociedad (simbolizada por la voz que enuncia) ha renunciado a los valores estoicos. No se puede vivir como pedían los sabios filósofos grecolatinos (y así nos va):

 

“Rectitud y mesura por encima

del ansia y su desorden; sin embargo,

siempre la sed describe un laberinto” (P. 36)

 

 

“Intento la armonía, pero sé

de sobra que lo humano la rechaza;

vuelvo el rostro y está abrasado el mundo” (P. 37)

 

Encontramos también poemas en diálogo con la demoledora película Canino o con El libro de la almohada (el célebre diario medieval de Sei Shonagon). La violencia y la instrospección se convierten en caminos de exploración y autodescubrimiento. 

 

La sección IV (Coronación) es un canto inédito de su autor al paisaje y a la naturaleza. Un canto novedoso que podría anunciar una apertura temática. La mirada se amplía al exterior. Los símbolos nacen de localizaciones espaciales muy concretas (Sevilla, San Nicolás el Real). De fondo, ahora, se percibe la suave melodía de Antonio Machado y de Claudio Rodríguez. Siento predilección por el texto “Fábula”, un himno a la libertad, representada por una pareja de halcones.

 

No es un libro excelente para inaugurar el Premio de Poesía “Francisco Brines” hondo, conciso, lacerante, de metro clásico y tono elegíaco.

 

Seguro que al poeta de Oliva su lectura le habría satisfecho.

 

 

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