jueves, 7 de enero de 2021

Poemas idiotas


  Poemas idiotas, Ismael Velázquez Juárez. Cáceres, Liliputienses, 2020. 80 pp.

 

  

Ismael Velázquez Juárez (1960) ha publicado dos libros en ediciones Liliputienses: Sea un arma. Manual de autoayuda contra sí mismo (2019) y Poemas idiotas (2020). Ambos se complementan. Cualquier lector pensaría que el primero está formado por una colección de aforismos, pero en realidad no son aforismos, son estiletes (búsquese a sí mismo/ encuéntre a sí mismo/ desaparezca consigo mismo”). Sus agudezas, sarcásticas, desvelan un desencanto moral, un desengaño de ilustres ascendientes barrocos (“sólo diga la verdad/ es la única forma/ de sobrellevar esta mentira”). Poemas idiotas es menos incisivo, pero semánticamente es más complejo. Si algo caracteriza la poética de este último es su sentido del humor, puesto al servicio de la expresión de una insatisfacción radical, de un nihilismo insondable. Los poemas de Ismael Velázquez son artefactos cargados de pólvora, brillan en la noche como fuegos artificiales, pero dejan un reguero de heridos tras su contemplación. Desde luego, se trata de un poeta subversivo, hasta cierto punto irreverente, lo que aporta un aire fresco a la poesía que se publica en España (él es oriundo de Distrito Federal, México). Sus imágenes coquetean con las greguerías (somos conos de helados) y niegan nuestras expectativas lectoras con su maravilloso sentido del absurdo (“una vez/ que caes/ en un frasco/ tienes miedo/ pero si es/ de mermelada/ tienes suerte/ en un frasco/ con miedo/ y mermelada”). El humor es un tonificante: relativiza las desgracias, reivindica una liberación existencial de la que andamos lejos y critica la violencia de nuestra especie (“historia criminal de la humanidad/ ¿por qué alguien mata?/ porque no es un mono/ y le es imposible/ sentarse a solas/ tranquilamente/ a comerse un plátano”). Poemas idiotas está compuesto en 74 poemas breves de metro corto, pero de “idiotas” no tienen nada. Bajo su atuendo sencillo, se esconde la sierpe del existencialismo lacerante. El humor (amargo, irónico) aligera la carga de los temas que aborda el poemario y hace más asequible la transmisión del mensaje de los textos, pero eso no impide que el veneno nos trapase la piel. Nihilismo (temática) y humor (técnica): una mezcla explosiva, pero coherente, para tratar el motivo de la vida, ya saben, nuestra diaria “pesadilla cómica”.

 

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