En diciembre del año pasado publicaba un post sobre novelas juveniles que nunca me han fallado en los años que llevo de profesora de secundaria. Y he de añadir que algunos de esos libros me apasionan, y no solo como docente. La isla de Bowen, por ejemplo. Maravilloso relato de aventuras de César Mallorquí que nada tiene que envidiar a la narrativa de Verne o Conan Doyle.
A esa lista de entonces añado varios títulos más:
* Yo soy Alexander Cuervo, de Patricia García-Rojo. SM. Una obra sobre la magia ambientada a finales del siglo XIX, durante el Modernismo. Divertida, trepidante e imaginativa.
* La deriva, de José Antonio Cotrina. SM. Esta nueva novela de Cotrina tiene una primera parte próxima al Romanticismo, protagonizada por un fantasma abúlico y nostálgico. Por un niño que perdió la vida en el segundo exacto en que la Humanidad firmó su sentencia de muerte. La segunda parte, en cambio, me recuerda más al Emilio Bueso de Cenital. Los pocos humanos que sobrevivieron al fin del mundo se organizan de dos modos excluyentes: colaboran en aldeas protegidas para beneficio de todos o las saquean sin dejar testigos. ¿Y qué harán los fantasmas? ¿Se cruzarán de brazos? ¿Se implicarán en la lucha por uno u otro bando? La novela me encantó. Eso, sí, es apta para todos los públicos. Estamos lejos de la violencia despiadada (y perfectamente justificada) de La canción secreta del mundo.
*La canción secreta del mundo, J.A. Cotrina. Hidra. Sin lugar a dudas, su mejor obra. Libro inteligente como pocos. Con un dominio prodigioso del espacio-tiempo. Y con una protagonista, Ariadna, simplemente espectacular, compleja, contradictoria y fascinante. La voz narradora es inmisericorde y posee un hipnótico estilo poético. La generosa extensión de la novela (666 páginas, no es broma) permite tanto la perfecta descripción del portentoso mundo levantado por Cotrina ("universo entre líneas" lo denomina él) como del carácter de la adolescente protagonista: un personaje con el que empatizamos, al que tememos y por el que sentimos una profunda lástima, una criatura -en fin- a la que cuesta renunciar cuando acabamos el libro. Y digo "criatura" porque no está ni viva ni muerta, sino todo lo contrario. Cuando cierras las cubiertas aún resuena en ti la perfecta estructura de la obra, los dos demoledores desenlaces, y llegas a la conclusión de que Cotrina disfrutó de lo lindo escribiendo la historia.
* La versión de Eric, de Nando López. SM. Tenía que ser Nando el autor que derribase los prejuicios de las editoriales a publicar novelas juveniles protagonizadas por un personaje LGTBI. Escritor comprometido y valiente, ganó el Gran Angular con la que puede ser su novela más lírica, sin que renuncie por ello a la violencia (marca de la casa). Nando coloca distintos puntos de fuga sobre Eric para ofrecernos una imagen poliédrica del personaje, alejada de los esterotipos que la sociedad construye sobre las personas transexuales. Sus puntos fuertes: los recuerdos de infancia, verdaderamente emotivos y lúcidos. Sus puntos débiles: parte de la la trama y el desenlace, que recuerdan demasiado a La edad de la ira (el mayor éxito, hasta la fecha, de su autor).
Por lo que respecta a los libros que se publican al otro lado de nuestras fronteras, recomiendo aquí algunos títulos:
* Las leyendas de los Otori, de Lian Hearn. Alfaguara. Tenéis mi reseña AQUÍ.
* El encuadernador, de Bridget Collins. Penguin Random House. Tenéis mi reseña AQUÍ.
NOTA: Esta entrada, perfectamente dividida en párrafos, nunca hubiese sido posible sin la generosa ayuda de César Mallorquí, a quien mando un abrazo desde este buque rompehielos.
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