viernes, 20 de octubre de 2017

Si quieres, puedes quedarte aquí

Si quieres, puedes quedarte aquí. Txani Rodríguez. Tres Hermanas. 195 páginas. 12 euros. 2016.


Al XLVII "Premio Internacional de Novela Corta Ciudad de Barbastro" se presentaron 205 obras. Unos días antes de su fallo, se dieron a conocer los nueve manuscritos seleccionados para la fase final del premio, uno se llamaba El paso canadiense. No ganó. El jurado, presidido por Marta Sanz, se decantó por Los nombres, del escritor venezolano Fedosy Santaella. Ya puede ser una buena novela, sí, porque aquella otra que hubo de conformarse con el grado de finalista es espléndida. Lo sé porque la editorial Tres Hermanas tuvo el acierto de editar el manuscrito en septiembre de 2016, cuatro meses después de que el destino apartase a su autora, Txani Rodríguez, del galardón.

El libro se publicó con el título Si quieres, puedes quedarte aquí. Una opción mucho más acertada que la previa, por lo sugerente. La historia que narra es esta: una mujer se traslada a vivir a la montaña, animada por el hombre con el que mantenía una deteriorada relación de pareja. Él carga con los gastos y le asigna una manutención. El objetivo consiste en que Andrea, que así se llama la protagonista, valore lo que tiene (un novio, un piso en Bilbao, una garantía de supervivencia) para no destruirlo. Según avanza el relato vamos descubriendo las grietas, los socavones, que ella fue abriendo en la convivencia. Y hasta pensamos que un tiempo en una cabaña rodeada de bosques, al cuidado de un rebaño de ovejas, puede resultarle una terapia efectiva para conocerse y enmendarse. Pero claro, Andrea sólo constituye una cara de la moneda. El reverso, Gonzalo, no es mucho mejor. La trama sentimental viene acompañada por un segundo hilo argumental: en el pueblo próximo al complejo de cabañas (en realidad, un conjunto de casas de aperos remodeladas por Otermin) donde reside Andrea, existe una Asociación de Viudas liderada por Rosario, una mujer mayor que acaba intimando con la protagonista. Entre compras y elaboraciones de platos para las asociadas, se van revelando secretos y confidencias. Las separa la edad, pero las une la misma falta de arraigo, una idéntica sensación de abandono y la carencia de metas. La tercera pata de la mesa la representa Otermin. El dueño de las tierras ha creado un negocio al margen de la ley: el alquiler de casas de aperos (reconvertidas en confortables cabañas) con fines terapéuticos (en lugar de agrícolas). El rústico hombretón también se transfigura con la llegada a sus posesiones del resto de inquilinos, hombres y mujeres amantes de la comida sana, del recogimiento y de la meditación en grupo. La cuarta pata de la narración descansa en Aleksei, el técnico ruso que mantiene el complejo en perfecto estado. 

Txani Rodríguez sostiene con estas cuatro patas un relato intrigante, muy bien armado, de una gran belleza formal, y a la vez crudísimo. Su historia nos habla de la solidaridad para sobrevivir en un entorno adverso, pero también de las hostilidades que surgen de improviso. El final es brillante. Desasosegante. Pocas veces una última página se te queda grabada en la memoria, como ocurre aquí.       


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