Padres, hijos y primates. Jon Bilbao. Salto de Página. 176 páginas.
2011. 15´95 euros.
Cancún, gracias a las agencias de viaje y a sus
sugestivas fotos de playas de agua cristalina y lujosos resorts con vistas al océano, se ha
convertido en nuestro imaginario en el destino ideal para lunas de miel. Su
nombre es sinónimo de lujo, de confort. De Paraíso de arena dorada, cocos, toboganes de
agua con forma de pirámide azteca, cielos despejados y piscinas con barra
libre. Imposible no ser feliz en semejante estampa caribeña, no sentir el
hedonismo de los dioses, no creer que vives en la mítica Edad de Oro rodeado de
mujeres y hombres tan puros e inmortales como tú. Pero, ¿qué pasaría si una
serie de imprevistos amenazasen con reducir a esquirlas tu mundo de cristal? Jon
Bilbao, en su
novela Padres, hijos y primates (Salto de Página, 2011) indaga en las probables
reacciones que experimentaría cualquiera de nosotros zarandeado por una oleada
de infortunios en medio del Edén. El novelista asturiano despliega sobre el
mapa de su obra la maquinaria bélica de ataque y destrucción de la
tranquilidad: un simio, un suegro, un huracán, un éxodo, un encuentro fortuito
con el hombre que te apartó de tu futuro en plena juventud. Con estos
ingredientes, Bilbao analiza los cambios que se operan –o pueden operarse– en la
personalidad humana. En principio, hay personas poco fiables, mentirosas y
dehonestas con las que no es posible convivir. Y en oposición, las hay
flexibles y de trato amable; son aquellas que allanan el camino de la vida,
cuya presencia relaja y reconforta. Bilbao enfrenta en su obra a dos personajes
pertenecientes a estas categorías: un viejo profesor de matemáticas y un
antiguo alumno –un ingeniero al frente de una modesta empresa de aires
acondicionados–, que pasan en Cancún sus vacaciones. El escritor se pregunta en
su obra si sus rasgos de personalidad son inamovibles o pueden alterarse
sometidos a cierta presión. La respuesta que ofrece a los lectores los mantendrá
atornillados al libro hasta el desenlace. Padres, hijos y primates se caracteriza por un estilo
sobrio, lacónico, pero eficaz y práctico. Lo relevante de la obra no descansa
en la riqueza estética ni en el ideario ideológico; sino en la tensión psicológica,
así como en el montaje de la novela, muy cinematográfico. Parece mentira que
una obra tan buena como esta no se haya llevado todavía a la pantalla grande.
El libro de Jon Bilbao es un escalofriante relato sobre la naturaleza humana, sus instintos
y pasiones, sus monstruos y el deseo de exorcizarlos; materia suficiente como
para que, interpretada por buenos actores, resultase una película magistral a
propósito del poder y de la venganza.
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