Hace un año, por estas fechas, asumí el reto de dibujar
yo misma la ilustración que iba a ir al frente de la cubierta de mi poemario La
Guerra de Invierno (Hiperión. 2013. Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad
Valenciana). Quienes me conocen desde años saben de mi debilidad por el dibujo
a lápiz y por la pintura con ceras. La pintura, de hecho, es un elemento
fundamental tantos en mis poemarios como en mi narrativa, no ya sólo porque se
aluda a ella (un poema de Construyéndome en ti se titula "Pincel";
una sección de Helio: "Lienzo expresionista"; en la composición VI
de La Guerra de Invierno se puede leer: "Un lienzo cobra vida/ ante mis
ojos...", en la VII: "Por el amplio cristal/ del edificio negro/
asoma un cuadro...", en la VIII: "Un artista trabaja en sus retratos/
para pintar el alma de la gente..."), sino porque mis textos son muy plásticos.
Hoy quiero mostrar el itinerario pictórico que recorrí desde
el primer boceto que diseñé hasta el resultado final.
Ya en el comienzo supe que la ilustración del libro habría de tener por protagonista a Birger Wasenius, el patinador cuya historia relato en el poema-insignia de la obra. Con este borrador inauguré mi viaje.
La imagen me gustaba, transmite velocidad y tensión, pero
me parecía demasiado agresiva. Da la sensación de que el personaje se lanza
hacia nosotros, no de que huye de sus perseguidores. Así pues, ensayé una
perspectiva diferente:
Con este boceto, todavía muy alejado -formalmente- de mi pretensión, di en la clave del ángulo. Faltaba pulirlo. Estos dos bocetos están dibujados a lápiz sobre cuartillas. En adelante, me puse a trabajar sobre un folio D4 con lápices de distinto grosor y con rotuladores. El primer paso: el dibujo.
Wasenius fue un atleta olímpico, de modo que debía perfilar un cuerpo armonioso, elegante y de musculatura muy desarrollada. El dibujo muestra el perfecto equilibrio y simetría de quien compite al más alto nivel. Recordemos, por ejemplo, la elegancia en carrera de de Carl Lewis (El hijo del viento), pese a que sus piernas alcanzaban los 45 kilómetros/hora.
¡He aquí un cuerpo sin volumen! Ha llegado el momento de que la luz incida sobre él y de que las sombras le otorguen profundidad.
La luz vendrá de frente. Hay que seguir ganando milímetros a la segunda dimensión.
Ya casi está. Pero les dejo, directamente, la ilustración ya impresa en la cubierta. Pocas veces me he divertido tanto. Con ustedes, La Guerra de Invierno:
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