El pasado viernes 8 de noviembre el catedrático Francisco Javier Díez de Revenga publicó en La opinión de Murcia la siguiente reseña sobre mi nuevo poemario:
La denominado Guerra de Invierno estalló cuando la Unión
Soviética atacó a Finlandia el 30 de noviembre de 1939, tres meses después del
inicio de la Segunda Guerra Mundial. La resistencia finlandesa se opuso a las
fuerzas soviéticas, y el país aguantó hasta marzo de 1940, cuando se firmó un
tratado de paz por el cual cedieron parte de su territorio a la Unión
Soviética. Son pertinentes estos datos históricos porque los hechos bélicos
evocados y la guerra en cuestión dan título al libro de Ariadna G. García (Madrid, 1977) quien, en efecto,
reúne en La Guerra de Invierno un poemario con el que obtuvo el Premio
Internacional de Poesía Miguel Hernández,
que ahora publica en Madrid en su colección de poesía la editorial
Hiperión.
Se trata desde luego de un poemario muy original aunque
heterogéneo, ya que en él confluyen por un lado la experiencia geográfica de un
viaje detenido a Finlandia en el más crudo invierno y, junto a una apasionada
historia de amor, la referencia histórica al conflicto militar entre Finlandia
y Rusia junto a un decidido viaje también hacia el interior de un yo lírico,
que desde luego es yo también autobiográfico, representado por la enamorada
viajera que se entusiasma ante lo que ve y ante la historia que se ha vivido no
hace mucho en los mismos amplios y prodigiosos escenarios evocados.
Asombra, como hemos adelantado, que, en un poemario donde
todo es placidez y gozo de la vida y del amor, sensualidad y percepciones
estimulantes, comparezca el recuerdo de una guerra sangrienta y especialmente
cruel desarrollada en los helados campos de un país que volvía a sufrir el
martirio de la invasión y la opresión. Quizá, en el contraste entre el disfrute
pleno del amor, plácido y sereno, en unos paisajes envidiables, y el horror de
la guerra esté la mayor virtud de este originalísimo libro, escrito con pasión
y con detenimiento, con un estilo claro y sosegado, formulado en composiciones
poéticas de una entereza especial, singularmente aquellos poemas en prosa que
reflejan historia y pasado épico, o los brevísimos e impresionistas poemas
finales que revelan concentración e intensidad pero acaso muestran, aún más,
gozo.
Desde luego, predomina Finlandia, con sus nieves casi
perpetuas, con sus bloques de hielo, paisajes, ríos, helados árboles y ambientes
que adquieren metafórica reflexión alusiva al propio viaje interior que todo
este libro transmite. Lírica y épica se compensan adecuadamente en la
estructura del poemario y el verso sucede a la prosa cuando la historia y los
personajes de la historia comparecen en el libro con su tragedia y en ese
sentido destacan la evocación de las proezas del francotirador Simo Häyha, o el
monólogo del patinador Birger Wasenius, caído en aquella horrorosa contienda.
Quizá el poema más representativo de esta fusión estética
sea el titulado Catedral luterana de Turku, que comienza con una afirmación
absoluta: “Es el ciclo anual de muerte y vida/ de la naturaleza”, a la que
sigue la presencia de unos grandes bloques de hielo descendiendo sobre la
superficie del río cercano, mientras las viajeras amantes se abrazan junto a la
puerta entornada de una sólida catedral, resistencia y memoria frente al
tiempo. En su interior suena el Réquiem de Mozart, que suplica permanencia y
suena a infinito, el mismo infinito que buscan las enamoradas para su amor,
cuando quieren “detener este instante/ suspenderlo, clavarlo”, mientras los
bloques continúan deslizándose sin descanso río abajo. Lección de vida, de
muerte y de más allá que revela la intensidad metafísica de muchas de estas reflexiones
poemáticas.
Divido entonces en tres partes y un epílogo, La
Guerra de Invierno de Ariadna G. García pone de relieve la capacidad de su autora para compensar
paisajes remotos, el relato amoroso y la historia, mientras manifiesta
igualmente la calidad estructural de un libro que es ambicioso en su proyecto
creativo, al abarcar elementos muy variados bajo un tema común (Finlandia).
Todo ello confirma la destreza de Ariadna para construir un poemario y crear
una obra conjunta, cohesionada y sólida, inevitablemente atractiva para el
lector que no sale de su asombro al ver tantos y tan variados componentes
debidamente coordinados y ofrecidos al lector para comprometerlo en reflexiones
que son la identidad misma de su autora, la propia introspección del yo lírico
y, desde él, alcanzar una conclusión tan lacónica como lapidaria, la de su
último poema: “El espejo glaciar se ha derretido/ a lo lejos redobla/ la
intensa partitura de las aguas”.
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