Antología. Juana Inés de la Cruz

jueves, 30 de diciembre de 2021

Balance literario del 2021

Estamos en los últimos compases del 2021, y haciendo balance, veo que en lo literario ha sido un año excelente: he publicado Cornucopia, libro que recoge un centenar de mis reseñas literarias (Polibea) y ¡En marcha!, un nuevo poemario infanto-juvenil (Corazón de mango). Participé en recital colectivo con motivo del Día de la Poesía (emitido por RNE); formé parte del jurado del Premio "Hiperión" de poesía; me entrevistaron en El ojo crítico (RNE) a propósito de Cornucopia y acabé manteniendo un emocionado diálogo con Javier Lostalé sobre Francisco Brines; di una conferencia sobre narrativa distópica en el Congreso Internacional sobre El Fin del Mundo organizado por la Universidad Complutense de Madrid; presenté mis libros en la Residencia de Estudiantes, El café Comercial y en el marco del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas que tuvo lugar en Cereté (Colombia); presenté los libros Ítaca es nunca de Cristina Falcón Maldonado (Candaya), y Esto no es Bambi, de David Pérez Vega (Maclein y Parker); salí en la antología Uni-versos, publicada por Hiperión; escribí el prólogo al ensayo Silenciadas. La represión de la homosexualidad en el franquismo, de Estefanía Romero; publiqué un montón de reseñas en El Rompehielos... Y he escrito mucho, claro: Dos nuevos libros, pertenecientes a géneros distintos. La vida es un seguir y no parar. Aprovecho para felicitaros las fiestas y desearos un próspero 2022. Cuidaos mucho. Sin salud, no hay nada.

martes, 21 de diciembre de 2021

Novelas leídas en 2021

Steam Punk

 

La maldición del tranvía nª15, Djèlí Clark. 2021.

El mapa del tiempo, Félix J. Palma. Algaida. 2008. Reseña

El mapa del cielo, ídem. 2012. Reseña

Las puertas de Anubis, Tim Powers. Círculo de lectores. 1985.

Danza de tinieblas, Eduardo Vaquerizo. 2005.

Botanic Time, Merce Homar Mas. Insomnia. 2019. Reseña

La máquina del juicio final, Raúl Montesdeoca. 2013.

Ácronos. De acero y sangre. Antología Steam Punk, VVAA. Apache. 2021.

Las esferas del tiempo, Rubén Montaña. LaGalera. 2021.

La balada de los unicornios, Ledicia Costas. Anaya. 2018.

Leviathan, Scott Westernfeld. Edebé. 2005.

 

 

Diésel Punk

 

El misterio del artefacto C, César Mallorquí. SM. 2021.

 

 

Fantasía oscura

 

El océano al final del camino, Neil Gaiman. Roca Bolsillo. 2016.

Las fuentes perdidas, José Antonio Cotrina. Alianza. 2007.

Las puertas del infinito, ídem. Fantascy. 2017.

La casa de la colina negra, ídem. Alfaguara. 2008.

El libro perdido. Cassandra Clare. Destino. 2021.

La feria de las tinieblas, Ray Bradbury. Minotauro. 2020. Reseña

 

 


Narrativa española actual

 

Esto no es Bambi, David Pérez Vega. Maclein y Parker. 2021. Reseña

Panza de burro, Andrea Abreu. Barrett. 2020.

Sucederá la flor, Jesús Montiel. Pre-Textos. 2018. Reseña

Basilisco, Jon Bilbao. Impedimenta. 2020. Reseña

 

 

Novela histórica

 

La dama del Nilo, Pauline Gedge. Pamies. 2017.

Ramsés. El templo de millones de años, Christian Jacq. Planeta. 1998.

 


 

Aventuras

 

El ojo de Nefertiti, Jesús Cañadas. Edebé. 2018.

El libro de los muertos, Michael Northrop. Puck. 2015.

Los guardianes del amuleto, ídem. Puck. 2016.

Los escarabajos vuelan al atardecer. María Gripe. SM. 2002.

Momo. Michael Ende. Loqueleo. 2016.

El zulo, Fernando Lalana. SM. 1991.

El círculo hermético, ídem. San Pablo. 2009.

La cruz de El Dorado, César Mallorquí. Edebé. 2005.

La fraternidad de Eihwaz, ídem. Edebé. 2011.

La caligrafía secreta, ídem. SM. 2007.

Lobo, Patricia García-Rojo. SM. 2014.

 

 

Misterio

 

El último escalón, Richard Matheson. La factoría de ideas, 2004.

La frontera invisible, Joan Manuel Gisbert. SM. 1992.

La aventura inmortal de Max Urkhaus, ídem. Anaya. 1985.

 

 


Ciencia-Ficción

 

Nos mienten, Eduardo Vaquerizo. Fantascy. 2014. Reseña

Janowitz, Macip y Garzón. Obscura. 2020. Reseña

El don de Ariadna, Nando López. SM. 2021.

El asunto Miyazaki, César mallorquí. SM. 2007. Reseña

Manual de instrucciones para el fin del mundo. Ídem. 2019. Reseña

La hora zulú, ídem. 2019. Reseña

 

 

 

 

Realismo

 

Un balcón a la libertad, Rosa Huertas. Loqueleo. 2018

Invisible, Eloy Moreno. Nube de tinta. 2018.

 

 

 

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Silenciadas. Represión de la homosexualidad en el franquismo

                                               

Escribía el poeta Antonio Crespo Massieu que los libros tienen la misión de “reparar lo roto”, “habitar la distancia”, traer al presente a quienes se encuentran “en el afilado margen de la memoria”. Precisamente esa empresa es la que se ha propuesto la historiadora Estefanía Sanz Romero con el presente ensayo, Silenciadas. Represión de la homosexualidad en el franquismo. La propia autora reivindica en su introducción a los protagonistas anónimos de la Historia, a esas minorías de las que hablaba don Miguel de Unamuno cuando defendía el concepto de intrahistoria. El tema de su ensayo no podía ser de más actualidad. Si no queremos repetir los errores de antaño, los españoles debemos mirar por el espejo retrovisor para ver el pasado. Nuestro actual contexto político nos exige tener clara conciencia de la pérdida de derechos y libertades que padeció el país bajo la dictadura militar. No en vano, y cito a Crespo: “el vendaval de la historia sigue soplando,/ nos zarandea de nuevo”. La presencia de VOX en el parlamento, donde la fuerza ultraderechista tiene 54 escaños, dibuja en el horizonte un nubarrón para el que hay que prepararse. El mejor modo de afrontar los nuevos-viejos prejuicios del nacionalismo retrógrado es mediante la formación humanística. La lectura nos ayuda a derribarlos y a construir un futuro cargado de esperanza para todos.

 


domingo, 12 de diciembre de 2021

Botanic Time

 

Botanic Time. El silencio de la mandrágora, Mercè Homar Mas. Ilustraciones interiores, Marta Montell; de la cubierta: Helena Vicente y Vincent L. Ochoa. Insomnia, 2019. 412 páginas.

 

 

  

 

“Una historia de amor siempre endulza las cosas, y un poco de fantasía nunca viene mal”.

 

Este alegato de Lucy Perrynton, directora de la revista Scientific Time, coincide con la práctica literaria de la joven escritora Mercè Homar Mas, autora de la entretenida novela Botanic Time. El silencio de la mandrágora (Insomnia, 2019). El libro rinde homenaje a las novelas clásicas de aventuras, pero también incorpora elementos de la narrativa realista decimomónica. Ambas partes están claramente diferenciadas, y se corresponden con los dos escenarios en los que transcurre la obra: un crucero a vapor y la temible selva vietnamita. Vayamos al argumento para analizar cómo se ensamblan ambos géneros. La historia comienza cuando un personaje irrumpe en la redacción de Scientific Time para contratar a uno de sus colaboradores, un botánico, con objeto de que viaje a Vietnam en busca de una planta con extrañas propiedades: una mandrágora. August accede, y convence a sus amigos para que lo acompañen (a saber, su hermano mellizo Angus, arqueólogo y lingüista; Lucy, escritora y editora; y Andrew, geólogo). Tras este primer giro narrativo, los personajes embarcan rumbo a Oriente en un barco de lujo. El Casiopea se ofrece a los lectores como un ecosistema en el que conviven todas las clases sociales de finales del siglo XIX, y manteniendo su misma jerarquía: los ricos, en la cubierta superior; la clase media, abajo; los fogoneros, en las sórdidas calderas (como en el Titanic). Angus servirá de correa de transmisión entre estos mundos, pues rehuye el oropel de su sangre y prefiere la estrechez de los menos privilegiados. Con él y con Andrew escuchamos la melodía tenebrosa de la violencia a bordo: carreras de ratas, peleas, borracheras, insultos… La travesía en buque sirve de marco a la presentación de los personajes y de sus  problemas, y consigue que empatizemos con ellos. Pasada la mitad del libro, los protagonistas llegarán a su destino: Vietnam. Y es aquí donde nos encontramos la huella de Verne. Los expedicionarios habrán de internarse en una cueva que baja “a las entrañas de la tierra” en busca de la planta. No falta el  globo de rigor para descender al subsuelo, el ataque de aves nocturas o la erupción que los ponga en peligro (en este caso, de agua). Un nuevo giro argumenal a la salida al exterior, conducirá a la novela hacia su desenlace. Como se aprecia, la estructura de Botanic Time sigue el patrón clásico (encargo, desplazamiento, búsqueda). La trama es sencilla, y salvo algún flashback puntual y una premonición agorera que suscita suspense, el orden cronológico es lineal. Dentro de la historia distinguimos dos acciones paralelas: la suma de aventuras que corren los personajes para conseguir su propósito (habrán de lidiar con quienes tratan de impedirlo y encontrarán un sorprendente aliado en un pequeño hurón), y el conflicto amoroso de la desavenida pareja Lucy-Angus. Además, hay un par de desvíos de la trama principal, relativos a Andrew y Lucy, lo que sirve para caracterizarlos y dar color de época al relato (a propósito del tema del honor y de la situación de las mujeres por aquel entonces). Botanic Time es una novela de agradable lectura, bien escrita. La autora ha querido pisar sobre seguro en su primera obra, y ni hay complejidad compositiva ni hace malabares con las palabras para lucirse. Es más, a los ecos de Viaje al centro de la tierra se suman los de Indiana Jones y la Última cruzada o incluso Harry Potter (y es quel tema fundamental del libro es el amor, en un sentido amplio de la palabra; un sentimiento poderoso y mágico). Pero esto no son defectos, son virtudes. La autora posee una prosa elegante, honda y fluida, que ausculta perfectamente a los personajes; así como un mundo interior del mayor interés, que a buen seguro expandirá en próximas entregas.  

 

 

martes, 7 de diciembre de 2021

Autoras de CF, por Fernando Moreno (profesor de la UCM)

 

Recojo aquí las palabras que Fernando Moreno Serrano, profesor de Literatura de la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado en su muro de Facebook sobre las novelistas de ciencia ficción en España:

"En cierta ocasión me coincidieron varias solicitudes de textos sobre cf española contemporánea para su publicación en lugares muy prestigiosos. En la puesta al día, compré y leí ¿todas? ¿casi todas? ¿un 80% de las novelas escritas por mujeres españolas en lo que va de siglo?

"Descubrí a gente tan interesante como Ariadna G. García o Laura Fernández, entre otras. Me sorprendió Lola Robles.

"Sin embargo, las que más me interesaron fueron Elia Barceló (evidente, siempre, por supuesto), Rosa Montero (creo que está injustamente olvidada en el fándom español, pero es que no pertenece a camarillas), Felicidad Martínez (me lo pasé muy bien con lo que escribía) y Susana Vallejo (a quien tengo un cariño especial)."

 

Es un lujo que Fernando Moreno me mencione. Se refiere, claro, a mi primera novela: Inercia (Baile del Sol, 2014), una distopía donde los fascismos se han impuesto en Europa.

Que me visibilice al lado de una autora tan célebre como Elia Barceló (1957, Alicante), con más de 20 novelas en su haber y premios de género tan importantes como el Ignotus, el Celsius, el Edebé, el Internacional de ciencia ficción de la Universidad Politécnica  o el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, es todo un honor. 

Quien esté interesado en Inercia puede adquirirla en 85 librerías. Os dejo algunos enlaces (si la compráis haréis muy felices a su autora y a sus editores; también a los libreros, evidentemente):


https://www.todostuslibros.com/libros/inercia_978-84-942719-5-3?postal-code=madrid#bookshops

 https://www.casadellibro.com/libro-inercia/9788494271953/2339241

 También la tenéis en Amazon:

https://www.amazon.es/Inercia-Sitio-Fuego-Ariadna-Garc%C3%ADa/dp/8494271954



sábado, 4 de diciembre de 2021

Un poema de mi nuevo libro infanto-juvenil


 

 

Los jugueteros de Praga

en sus talleres secretos

idean y luego fabrican

sus juguetes y muñecos.

De la mañana a la noche,

en verano y en invierno,

volcados sobre sus mesas

trabajan en cada ingenio

con sus dedos de amanuense

y sus mentes de ingeniero:

marionetas que hablan solas,

globos que vuelan sin helio,

carruseles diminutos

con caballos verdaderos.

Cuando acaban siempre dejan

mil cacharros por el suelo:

las herramientas y piezas

con que crean sus inventos.

Los jugueteros de Praga

con la madera y el hierro

al final siempre consiguen

que tengan vida los sueños.

 

viernes, 3 de diciembre de 2021

La feria de las tinieblas

La feria de las tinieblas, Ray Bradbury. Traducción de Joaquín Valdivieso. Barcelona: Minotauro. 2019. 231 páginas.


 

42 años tenía Ray Bradbury cuando publicó su tercera obra de largo aliento, La feria de las tinieblas. Es decir, 12 menos que uno de sus tres protagonistas, Charles Halloway, el circunspecto conserje de biblioteca que trabaja en horario nocturno. Esta novela aborda los motivos que obsesionaron a su autor, y a los que dedicó miles de páginas durante su dilatada carrera, pero esta rosa tiene un perfume diferente a todas las demás. Bradbury nos habla de la muerte, del tempus fugit, de la insatisfacción existencial, del ansia de plenitud… pero no lo hace con el tono alegre y resuelto de El verano del estío, sino con uno tétrico y macabro. Se trata de una obra de terror.

 

El escritor californiano nos seduce con el atractivo del suspense, de la fantasía y de la aventura para luego bajarnos a los estratos más profundos del alma y enfrentarnos a nuestros propios miedos. Miedos muy reales, pues golpean a muchísimas personas. Porque el terror no es algo ajeno al mundo cotidiano, sino consustancial a él. ¿Y qué nos produce terror? La falta de perspectivas, de metas, de proyectos, el vacío que se vislumbra al otro lado de una puerta por la que debemos pasar. Y de eso habla Bradbury: de los hombres y mujeres que viven amortajados en su propio hastío.

 

La feria de las tinieblas cuenta la historia de dos adolescentes a punto de cumplir los 14: Jim y Will. Se localiza en Illinois, a finales de octubre. Este mes tiene una simbología concreta para el célebre autor de las Crónicas marcianas, pues representa la melancolía (ese gusto por lo crepuscular queda manifiesto en un par de colecciones de relatos: El país de octubre y Remedio para melancólicos). En esa época del año llega a Green Town una Feria inaudita, poblada por criaturas curiosas (un hombre con el cuerpo ilustrado, la bruja del polvo o la mujer más hermosa del orbe) y dotada de atracciones fascinantes (como el laberinto egipcio de espejos o el tiovivo mágico). Los amantes del género ya habrán vislumbrado la extensa sombra que Ray Bradbury proyectó en Joan Manuel Gisbert; en concreto, en un par de novelas: La feria de la noche eterna y La aventura inmortal de Max Urkhaus. Pero sigamos.

 

Jim y Will poseen personalidades distintas, que determinarán el rumbo del relato. Mientras el primero vive cada segundo como si fuese el último, con la intensidad del relámpago y le faltan sentidos para captar la inmensidad de su existencia; el segundo es apocado y cauto como su padre, Charles, al que mencioné al principio: un tipo taciturno cuya vida transcurre en su interior. Jim y Charles simbolizan los extremos. Ninguno está conforme con las cartas que el destino les ha dado para que jueguen su partida. De modo que ambos experimentan una frustración constante. Jim quiere ser adulto; y Charles se siente un viejo al lado de su hijo, al que saca 40 años (y he aquí otro motivo capital de la obra de Bradbury: las relaciones paterno-filiares).

 

Este es el statu quo que describe el planteamiento de la novela. Acto seguido, se produce un giro dramático: los jóvenes son testigos de los efectos perversos que tiene sobre las personas una atracción del recinto ferial. Y aquí se enfrentarán a un conflicto moral: ¿desvelarán el secreto a las autoridades para salvar la vida de la gente o se olvidarán del asunto para protegerse a sí mismos?

 

La feria de las tinieblas nos relata el rito de paso al que se enfrentan sus tres protagonistas. El maestro de ceremonias, contra todo pronóstico, es Charles, quien evoluciona gracias a su vástago. El arrojo que estrena su hijo en un momento climático le sacudirá el polvo de su apatía.  Este cambio que se produce en su alma lo lleva a  comprender que la vida no es una fruslería, sino un bien pasajero e irrepetible en el que debe involucarse. La conversión se produce en un lugar simbólico, la biblioteca pública. Será en el templo de la palabra donde los muchachos le confien lo que han visto, y será aquí también donde el bibliotecario descubra los orígenes remotos de la feria, el alimento que la sostiene a través de los siglos y el sentido real de la existencia humana.

 

Un nuevo —y desasosegante— giro argumental nos lleva con el corazón en un puño hasta el desenlace, escorado hacia el lado del terror.

 

La feria de las tinieblas es un libro de hondura filosófica. La brillantez del estilo y el subgénero elegido para escribir la historia son cantos de sirena que, bajo la apariencia del entretenimiento y del goce estético, nos arrojan contra los escollos de nuestra incertidumbre (¿qué me espera a partir de los 50?), contra la insatisfacción que reduce las mentes a migajas, y contra el desencanto de quien interpreta un papel banal en su propia novela.

 

En realidad, el libro supone un canto a la aceptación de los placeres que reporta cada etapa vital. Hay que leerlo como un escalofriante carpe diem dirigido a lectores de entre 13 y 100 años. El latido frenético de las escenas de acción (persecuciones, ocultamientos) rendirá a los más jóvenes, mientras que el ritmo pausado e introspectivo de las reflexiones de Charles es probable que sean más del gusto de los veteranos.

 

Acabo con una sugerencia: es un estupendo regalo para estas Navidades.

 

 

 

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Un par de libros LGTBI

 


 

La editoral LES está a punto de publicar el ensayo Silenciadas. Represión de la homosexualidad en el franquismo, de la escritora y profesora de secundaria Estefanía Sanz Romero. Tengo el honor de firmar el prólogo.

 


Aprovecho para recomendar también la lectura de una novela que aborda el mismo asunto: Un balcón a la libertad, de Rosa Huertas (Loqueleo, 2018). Ideal para 4º ESO.  Y me consta que a los alumnos les encanta.




viernes, 26 de noviembre de 2021

Salgo en la antología Uni-versos, Hiperión

 


 

 

Jesús Munárriz, en colaboración con muchos de nosotros -como explica en el prólogo al libro-, acaba de publicar en Hiperión la antología Uni-versos, una colección de poemas sucintos y evocadores. El volumen se presenta con un formato diferente al habitual. Dada la breve extensión de los textos, adopta el tamaño de un libreta. (Lo que me gustan a mí estas ediciones de bolsillo. Me recuerdan a las cuartillas dobladas de una carta, que una pueda llevar sobre el pecho, como un segundo corazón palpitante.) 



lunes, 15 de noviembre de 2021

Primera personal del plural. El talón vulnerable

Primera persona del plural. El talón vulnerable, Ana Blandiana. Madrid. Visor. Traducción de Viorica Patea y Natalia Carbajosa. 2021. 140 pp.

 

 

El agua es un símbolo de la vida en todas las culturas. Desde los egipcios, pasando por los chinos, los vedas o los hindúes, representa el origen y el nacimiento. Recordemos la importancia del bautismo para los cristianos; en su caso, el agua otorga una segunda naturaleza (divinizada) a los creyentes, que renacen a una nueva existencia, espiritual. No es de extrañar, pues, que el agua, en sus múltiples manifestaciones, salpique el primer poemario de la célebre autora rumana Ana Blandiana: Primera persona del plural (1964). Repasemos el contexto en que se publica. Por entonces, el país natal de la poeta, denominado República Popular de Rumania, estaba bajo la órbita de la URSS. Lo gobernaba con mano de hierro el partido comunista, represor de las libertades y censor de las opiniones. La joven Blandiana, de apenas 22 años, convierte a la ciudad en símbolo del abatimiento social, de ahí las “ruinas”, las “calles doloridas”, los “escombros” o las multitudes “faltas de dientes y con grotescas heridas”. El campo, a su vez, simboliza la huida del autoritarismo. Y es aquí, precisamente, donde se manifiesta el agua con todo su esplendor. Este lenguaje líquido puede adoptar la apariencia de la “lluvia”, de la “tormenta” o de los “relámpagos”, pero su valor no difiere: trae la vida, la libertad, anima a las personas que parecían muertas y hasta a los árboles (que “enloquecidos bailan”). El texto emblemático del libro (aunque quizás sea más pertinente llamarlo Plaquette, pues apenas tiene siete poemas) es el hermoso canto al goce: “Baile en la lluvia”.

 

Dos años después, Blandiana sacó a la luz su segunda obra: El talón vulnerable (1966). Tenía 24 años y su país había cambiado de nombre, República Socialista de Rumania. El secretario general del partido comunista era Nicolae Ceaușescu, quien acabaría tomando las riendas de la nación e imponiendo un régimen dictatorial no mucho más tarde. Su nuevo libro supone un cambio de rumbo. El estusiasmo se transforma en lamento. Su lírica se llena de alusiones culturalistas y ahonda en conceptos propios de la filosofía. No faltan reflexiones sobre la relación entre el pensamiento y el lenguaje (“¿Se puede separar el mundo de la palabra?”) o sobre el devenir existencial (“…debe de haber/ un lugar firme, tan solo un lugar firme…/ Pero todo alrededor es fluido. Busco/ y estoy exhausta de tanto andar”). Además, abundan los poemas metaliterarios, donde clama contra el arte hipócrita o indaga en su poética. Destaco un texto, “Elegía matinal”, en el que el sujeto lírico se desespera al ver cómo los vecinos prefieren la ceniza a la nevada, y emborronan de negro la pureza, los copos resplandecientes, la alegría del agua congelada. Esta denuncia simbólica del derrotismo ahonda en el compromiso de una poeta que soñó con un cambio (“Vendrán nevadas mucho más copiosas después de mí/ y todo el blanco del mundo nevará sobre vosotros”) y pagó con la mordaza por ello.

    

 

lunes, 8 de noviembre de 2021

Presento Esto no es Bambi

 


 

El próximo jueves 11 de noviembre, a las 19:00, tengo el honor de presentar la nueva novela del escritor David Pérez Vega, Esto no es Bambi. Será en la librería La Central, de Callao.

Los que vengan se lo pasaran mejor... que los que no vengan.

 

 

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Presento mi nuevo libro en Colombia

 


Este viernes 5 de noviembre presento en Colombia mi segundo libro infanto-juvenil, ¡En marcha!, publicado por la editorial Corazón de Mango. Será en el marco del XXVIII "Encuentro Internacional de Mujeres Poetas" que tendrá lugar en Cereté. El evento comienza a las 10:00 hora local, 19:00 en Madrid.

 

Es un honor volver a participar en este célebre encuentro, al que asistí en 2015, y en donde tuve la oportunidad de conocer a mis editora colombiana (Beatriz Vanegas Athias) y a mi editora puertorriqueña (Cindy Jiménez-Vera).




lunes, 1 de noviembre de 2021

Z

Z, Jorge Riechmann. Madrid, Huerga y Fierro Editores. I Premio de Poesía Crítica “Álvaro Tejero Barrio”. 155 páginas. 2021.

 

Jorge Riechmann se alzó hace ahora un año (el fallo del jurado se produjo el 20 de octubre de 2020) con el I Premio de Poesía Crítica “Álvaro Tejero Barrio”. Su libro, Z, se incardina en la —maravillosa— etapa contemplativa de su autor, comenzada con el poemario Ars Nesciendi en 2018 (Amargord). Como fray Luis de León, Jorge se retira a la naturaleza, y a la par que se dirige a los arroyos y aves de la sierra de Madrid, nos critica a los humanos tanto por nuestra capacidad destructiva como por nuestra falta de coraje para detener el impulso aniquilador. Su retiro, a Cercedilla, obedece a una necesidad económica (la subida del precio de los alquileres en la capital), pero pretende el mismo fin que el del fraile agustino: “no hacer daño, ni hacerse daño” (p. 93). Se trata de una lírica moral que hunde sus raíces en el estoicismo romano.

 

Z es un libro extenso. Contiene nueve bloques que se reparten en ciento cincuenta páginas. Es decir, Riechmann concursó con una obra generosa en cuanto a sus dimensiones físicas, y generosa también, desde un punto de vista ético. Los textos intentan concienciarnos, hacernos ver el peligro que nos acecha hoy y el demoledor futuro que vendrá. Advertía Calderón a los hombres de su tiempo (enredados en los placeres del mundo terrenal, al igual que nosotros) que en realidad no vivían, pues eran esclavos de sus pasiones (“mira bien lo que te advierto/ que seas humilde y blando/ porque quizá estás soñando/ aunque ves que estás despierto”). Jorge, menos dado a la retórica que los poetas barrocos, fustiga la ceguera que conduce a la muerte (no ya del alma, sino de nuestra especie) de un modo más directo: “y mientras tanto/ nosotros, a por uvas” (p. 87).

 

Él mismo justifica su poética en una de las composiciones:

 

A medida que el agua

de hielos y de nieves se fundía

se me fue derritiendo igualmente la retórica

 

Y así, con un estilo coloquial (sustentando, no obstante, en la ironía, los juegos de palabras, los paralelismos, las anáforas o la paradojas) pasa revista a los devastadores efectos sobre el mundo del modelo económico capitalista: “descongelación del permafrost”, “acidificación de los océanos”, “caos climático”… Con idéntico ímpetu, vaticina sus nefastas consecuencias a un medio/largo plazo: apagón energético, “colapso”, “apocalipsis climático”, “fascismo”, “millones de muertos”...

 

En esta misma dirección apuntan, precisamente, las novelas distópicas que se han venido publicando en nuestros país en la última década (Cenital, de Emilio Bueso; Un minuto antes de la oscuridad, Ismael M. Biurrun; Nos mienten, Eduardo Vaquerizo; Un futuro sin más, Antonio Turiel; o Inercia, Ariadna G. García). El científico Antonio Turiel, investigador del CSIC, incide sobre lo mismo desde las reveladoras entradas de su blog: Oil Crash.

 

“El tiempo de luchar se nos acaba”, escribe Jorge. Su optimismo también entra en declive:

 

Durante la vigorosa juventud

aquella sólida certidumbre intuitiva:

lograremos evitar lo peor

 

pero el mundo ha seguido descendiendo

sus aciagos escalones de catrástofe

y uno ya ha encanecido bastante

 

y se pregunta: ¿seremos al menos capaces

de evitar lo peor de lo peor?

 

 

Así las cosas, el poeta convierte su poemario en una honda oración a Gaia en el templo de la naturaleza. No faltan los agradecimientos (“a los pinos, a los corzos”), ni las peticiones de perdón (a los reinos animal y vegetal, “por ir… arrasándolo todo” p. 125) ni el —sobrecogedor— ruego de protección (dirigido a los arroyos).

 

Y es que este libro suena a despedida. Jorge se despide de su esperanza en nosotros, pues no somos capaces de cambiar. Y cuando una lleva veinticinco años leyendo a su autor de cabecera, esta desesperanza llena de estremecimiento. Sólo queda rezar, es decir: estar en sintonía con los árboles, comulgar con el resto de mamíferos y entregarse al silencio que nos religue al mundo. Además de cuidarnos los unos a los otros, con amor:

 

Darnos la mano en la oscuridad

no derrota al monstruo

 

pero nos salva del miedo

 

 

Hoy se reunen 120 presidentes de gobierno en la cumbre de Glasgow sobre Cambio Climático, cuyo fin es evitar que la temperatura media de la Tierra supere el 1,5 grados Celsius. A partir de esa cifra, las condiciones atmosféricas no serán compatibles con la vida humana. Pero recordemos que la transformación comienza en nosotros, ciudadanos de a pie. Cada cual debe ser responsable, como dice Jorge, de “no empeorar las cosas”, aunque ello conlleve pequeños sacrificios personales. Ojalá seamos capaces de salir de la doble parálisis (individual y social) de la que advierte Riechmann: 

 

Ser conscientes

de lo que deberíamos hacer

ser conscientes de nuestra incapacidad para hacerlo  

 

jueves, 28 de octubre de 2021

Campamento de supervivencia

Campamento de supervivencia, Jimena Arnolfi Villarraza. Cáceres, Liliputienses, 2021. 88pp.

 

 

En el relato El Perseguidor, Julio Cortázar reflexiona sobre dos maneras distintas de sobrevivir en el tiempo: el arte y la biología. La joven poeta Jimena Arnolfi Villarraza (Buenos Aires, 1986) también las hace converger en su último libro: Campamento de supervivencia. No en vano, nos dice, un poeta no hace otra cosa que mirar el mundo con ojos inocentes, desprejuiciados, renovándolo con su visión aún pura, presta a recibir los relumbres de lo que no comprende pero le maravilla, como hacen los niños. La autora, arrastrada por el misterio, ahonda en los motivos que le sugieren la maternidad y la literatura. Al fin y al cabo, ambas obedecen a un mismo impulso, el de la creación. Y lo hace con metáforas deslumbrantes (“soy un pequeño país tropical/ a la espera del gran tornado” p. 11), con quiasmos sugerentes (“Cuando digo que nos entretenemos,/ me refiero exactamente a eso:/ Nos tenemos entre nosotras” p. 13) y con la humildad de quien comparte sin tapujos una experiencia límite (dar, cuidar y salvar —a diario— una vida), de quien traspasa una puerta y se expone a la tormenta de los juicios ajenos:

 

…Sin saber de construcción, todos los días

levanto un mundo posible con mis manos.

 

No siempre me sale pero todo el tiempo

intento que sea un poco mejor.

 

(De “La rutina”, p.15)

 

Campamento de supervivencia está formado por 62 poemas breves, divididos en dos secciones: “Puerperio” y “Embarazo”. Textos con los que nos identificamos, sobre todo, las madres, pero que son lo suficientemente simbólicos como para germinen en otros pechos y ensanchen otras miradas:

 

Trabajar la tierra y arrancar la maleza 

puede ser un modo de vida, hija.

 

Cada fruta es un logro,

el esfuerzo de la planta

que libró batallas,

lo que quiere el cielo,

heladas y plagas,

entre otras injusticias.

 

                        (De “Rumbo a ver”, p.43)

 

 

En mi opinión, se trata de un libro inaugural, que celebra la vida en todas sus manifestaciones. De ahí la importancia que cobra la naturaleza en el poemario. Los humanidad se integra en un entorno, forma parte de él, no vive aislada; es ecodependiente. Y es que somos “animales emocionados” (p. 31), idénticos a los pájaros que cantan sorprendidos por el hecho de existir; “yo también me sorprendo”, reconoce la voz que enuncia (p. 21), y es por eso que escribe, y su escritura es canto.

El tamaño del libro, tipo Moleskine, invita a llevarlo encima y releerlo. La edición es preciosa, y algunos de los versos se quedan revoloteando en la mente como tercas polillas:

 

…El futuro es una planta

que avanza hacia cualquier

luz disponible.

 

(De “mucho tiempo sola”, p. 71)

 

 

domingo, 24 de octubre de 2021

Ritual del laberinto

Ritual del laberinto, Julio Mas Alcaraz. Madrid, Bartleby. 2021.

 

 

¿Qué nos hace recuperar un pasado doloroso y vertirlo en una copa de la que dar a beber? El amor, la deuda contraída con familiares queridos y el homenaje a quienes han sido sedimentos de la materia que nos ha formado. Así lo sentí yo cuando publiqué Ciudad sumergida (Hiperión, 2018), en el que rindo tributo a mis antepasados (durante la guerra, la inmediata posguerra y el momento actual). Me imagino que el poeta Julio Mas Alcaraz tiró del mismo carrete para recoger el fruto de su obra, pues la intensidad de su libro, la fuerza de sus imágenes, así lo indica. O puede que sus fuentes sean otras, al fin y al cabo, son muchas las familias a las que asolan las mismas pesadillas, y que se haya limitado a recoger un dolor con el que empatiza, para así atemperar la tristeza, la pérdida, la rabia o la frustración de otros. Tanto da. Eso no menoscaba la calidad de su poemario.

 

Ritual del laberinto ha sido montado como si se tratara de un cortometraje (todo libro de poemas es breve, de ahí el símil), con la alternancia de planos y de contraplanos. Por una parte, enuncia la voz de Lorea; por otra, la de su abuela Lucía. Ambas posan su mirada sobre los mismos escenarios (el pueblo, el bosque, el mar…), mostrando el contrastre que marca a fuego el tiempo:

 

“La maleza cubre un antiguo refugio pintado con grafitis.” (p. 96)

 

Dicho contraste, en ocasiones, muestra la frivolidad con que se pasa una página a la Historia; en otras, el autor aprovecha para realizar una crítica del capitalismo lacerante:

 

“La costa que ella observó no existe y un cartel anuncia la última promoción de viviendas entre elevadas torres de cemento” (p. 69)   

 

Pero no sólo varía el espacio, las propias voces de las protagonistas poseen un estilo diferenciador, al menos, al principio. Lucía, que padeció la Guerra Civil y partió rumbo al exilio, suele expresarse en prosa para relatar sus recuerdos (los registros nocturnos, los fusilamientos, las fosas comunes, el silencio de los pájaros…). Lorea, en cambio, muestra mayor predisposición hacia el verso libre. Ya lo apuntaba Hegel en Lecciones de estética, la épica surge en tiempos en que las mujeres y los hombres se ven obligados a desarrollar su heroismo (para sobrevivir a una guerra, en este caso); mientras que la lírica nace en periodos de paz, más propicios para la reflexión y el análisis:

 

“Pienso en vosotras y en vuestro dolor.

 

Pienso en cuando los árboles dejaron de crecer.

 

Todo recuerdo puede volverse

una revelación,…” (p. 104)

 

 

No obstante, decía, ese lenguaje diferenciado va diluyendo sus fronteras a medida que avanza el libro. Así, por ejemplo, cuando Lucía pasa a formar parte de la España trasterrada, en plena travesía en barco, su voz se vuelve minimalista, escueta; como si al abandonar el país dejara entre las rocas el lenguaje. El sujeto que enuncia se contrae, pues lo ha perdido todo: la identidad, las ganas, la sintaxis:

 

“El mar es el silencio que se expande.” (p. 65)

 

Lorea, a su vez, por la identificación con su abuela, asume su estilo narrativo/descriptivo cuando denuncia los estragos que sobre la naruraleza realiza nuestra civilización. Otra forma de guerra. Nosotros contra el mundo.

 

Ritual del laberinto se inscribe en una de las líneas sobresalientes de la editorial Bartleby, esa que tiene como centro neurálgico nuestra Guerra Civil, y donde destacan libros como Elegía en Portbou, de Antonio Prieto; Los trescientos escalones, de Francisca Aguirre; o Poema del soldado, de Angelina Gatell. 

 

Un libro necesario para entender nuestra situación política:

 

“Somos el humo de una guerra mal apagada” (p. 17)

 

domingo, 17 de octubre de 2021

Esto no es Bambi

 

Esto no es Bambi, David Pérez Vega. Maclein y Parker. Sevilla. 2021. 240 pp.

 

 

 

 

 

 

He de decir, de entrada, que la nueva novela del escritor David Pérez Vega (Madrid, 1974), Esto no es Bambi, es sin duda alguna la más sólida, coherente y la mejor armada de cuantas he leído suyas en estos últimos años. Fiel a sus motivos y obsesiones, como cualquier autor, David retoma asuntos que ya tratase en su libro anterior, Caminaré entre las ratas. Pero a nivel técnico su nueva criatura supera con creces a la predecesora.

 

A veces, el combustible de la escritura es la exploración imaginativa, el amor hacia el misterio, la aventura de lo ignoto, la pasión por el peligro. En otras ocasiones, sin embargo, la gasolina que mueve la mano por las teclas o por el papel, tiene un origen diferente, oscuro y sanador: el recuerdo, el ajuste de cuentas, e incluso la —elegante y discreta— venganza. Esto no es Bambi me parece movida por el segundo tipo de inspiración.

 

La obra se divide en seis capítulos, que son otros tantos monólogos de sus protagonistas. Cada uno de ellos se expresa con sus propios rasgos lingüísticos, dotando a la novela de riqueza coral. Podría parecer que algunos personajes están caricaturizados, precisamente porque su lenguaje responde a esterotipos (la pija, el bravucón, el abnegado…), pero David, que es un narrador inteligente, salva ese obstáculo por un procedimiento ingenioso y clásico: el perspectivismo. Y aquí aprecio la lectura —y el aprendizaje derivado de ella— de los célebres autores del Realismo.

 

La mirada caleidoscópica que se dedican los personajes consigue que todos crezcan al calor del contacto con los demás. Es decir, los arquetipos quedan superados por la superposición de los más variados puntos de vista. Y es que los seis opinan sobre el resto. De la suma de pareceres obtenemos personajes redondos (algunos más que otros. Los más logrados son Alfonso y Javier).

 

Otro acierto técnico de la novela es la progresión temporal. El arco cronológico abarca los años 2000-2005. Pero ese lento transcurrir de los años se observa desde la óptica de los seis protagonistas, como si fuesen los atletas integrantes de un preciso equipo de relevos.

 

Por lo que respecta al fondo del libro, digamos que David no deja títere con cabeza. El relato se orienta hacia la crítica de las condiciones de trabajo y de las corruptelas que tuvieron lugar en la otrora reputada auditoría Arthur Andersen, sabiamente ocultada bajo el nombre ficticio William Golding. El valor simbólico de este guiño al célebre autor de El señor de las moscas puede consistir —y es una hipótesis— en la denuncia de la vileza, de la explotación a la que se ven sometidos los trabajadores, así como en el testimonio de la transformación que se opera en los individuos para sobrevivir en un entorno laboral que acaba siendo adverso (y que pasa factura a nivel físico y psicológico).

 

Ese cambio progresivo —esa oxidación— que se produce en la personalidad de los seis protagonistas queda plasmado en el juego de espejos al que aludía antes.

 

De entre los monólogos, destaca el que sostiene Daniel Márquez Cavas (las voces se reparten, equitativamente, entre mujeres y hombres: Marta, Carmen, Alfonso, Nerea, Daniel y Javier), presunto alter ego de su autor. No en vano, encontramos aquí referencias metaliterarias cuando habla de “la novela que sé que se está incubando en mi interior, la novela en que explicaré qué ocurría en Madrid, en España, en una época (a comienzos del siglo XXI), cómo eran los trabajos de traje y corbata y 168.000 pesetas al mes” (p. 182).

 

Libro valiente, bien estructurado, de técnica impecable, y estilo exacto y pulcro, cumple a la perfección el propósito que se había fijado su autor hace veinte años.

 

Nunca es tarde si la dicha es buena.

 

 

 

sábado, 16 de octubre de 2021

Una generación de poetas que también publicamos narrativa

 


Son varios los poetas que este año 2021 se han estrenado en el mundo de la narrativa. Creo que ese es uno de los rasgos distintivos de mi generación: que somos muy versátiles.

Dejo aquí algunos nombres de poetas de mi quinta (entre los 49 y los 37 años) que hemos dado a imprenta poemarios y novelas.


1. Ernesto Pérez Zúñiga (1971): 30 años de carrera literaria. Últimas novelas: La fuga del maestro Tartini (2013), No cantaremos en tierras de extraños (2016) y Escarcha (2018).

 


2. Javier Cánaves (1973): 20 años de carrera literaria. Sus novelas más recientes son: Piscinas iluminadas (2013) y Mi Berghof particular (2019).

 

3. Luis Artigue (1974): 24 años de carrera literaria. Últimas novelas: El club Sorbona (2013), Donde siempre es medianoche (2018) y Café Jazz El Destripador (2020).

 

4. Mario Cuenca Sandoval (1975): 16 años de carrera literaria. La narrativa parece haber desplazado a la lírica. Últimas novelas: Los hemisferios (2014), El don de la fiebre (2018) y Lux (2021).

 

5. Antonio Lucas (1976): 25 años de carrera literaria. Acabar de publicar su primera novela: Buena mar (2021).

 

6. Joaquín Pérez Azaústre (1976): 23 años de carrera literaria. Novelas recientes: Los nadadores (2012), Corazones en la oscuridad (2016) y Atocha 55 (2020).

 

7. Ariadna G. García (1977): 24 años de carrera literaria. Ha publicado dos novelas: Inercia (2014) y El año cero (2019).

 

8. Andrés Neuman (1977): 23 años de carrera literaria. Últimas novelas: Hablar solos (2012) y Fracturas (2018).

 

9. Sofía Rhey (1978): 16 años de carrera literaria. Últimamente publica más narrativa. Novelas recientes: La calle Andersen (2014), Róndola (2016), Espérame en la última página (2017), Irlanda sin ti (2010) y Newropía (2021).

 

10. Lola Mascarell (1979): 11 años de carrera literaria. A la lírica, acaba de sumar su primera novela: Nosotras ya no estaremos (2021).

 

11. Juan Marqués (1980): 12 años de carrera literaria. A sus poemarios añade su primera novela: El hombre que ordenaba bibliotecas (2021). 

 


12. Francisco José Martínez Morán (1981): 15 años de carrera literaria. Una novela en su haber: Las amistades comunes (2018).

 

13. Alejandro Simón Partal (1983): 11 años de carrera literaria. Acaba de publicar su primera novela: La parcela (2021).

 

14. Jesús Montiel (1984): 9 años de carrera literaria. Ha publicado tres novelas breves: Sucederá la flor (2018), Lo que no se ve (2020) y La última rosa (2021).  

 

 

jueves, 14 de octubre de 2021

Salgo en el Huffingtonpost.es

 


 

Descubro ahora que el Huffingtonpost.es incluyó mi poemario Sublevación (Pre-Textos, 2020) entre los libros de poemas destacados del año pasado. El título del artículo sólo puede arrancarme una sonrisa y un agradecimiento:

La poesía en español que iluminó el año gris de la covid 19

 

Dejo aquí el enlace, para que disfrutéis de los poemas antologados y de las obras seleccionadas:

https://www.huffingtonpost.es/entry/la-poesia-en-espanol-que-ilumino-el-ano-gris-de-la-covid-19_es_6054f4bdc5b66a80f4e777e0


jueves, 7 de octubre de 2021

Cobalto oscuro

Cobalto oscuro, Verónica Aranda. XIV Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Pamplona”. Berriozar, Navarra, Cénlit Ediciones. 55 páginas. 2020.

 

16 años lleva Verónica Aranda publicando libros. Hasta el 2020, fecha de edición de Cobalto oscuro (Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Pamplona”) había sacado a la luz once poemarios, casi todos galardonados en certámenes. Si hay una nota predominante en ellos, es la descripción costumbrista, la evocación nostálgica de ambientes, el diálogo con tradiciones poéticas orientales (de la India a Japón), el gusto por la contemplación tranquila del espacio y sus gentes, la pincelada simbólica o el halago sutil a los sentidos.

 

En su último trabajo, y sin abandonar estos rasgos de estilo, Aranda se sumerge en un experimento. Los 40 poemas que lo componen no nacen de la experiencia de un viaje físico, sino imaginario; no son fruto de la contemplación de lo real, sino de la representación que del mundo hicieron otras tantas pintoras a lo largo de los siglos. El Arte dialoga con el Arte. Una mujer con otras. 

 

Cobalto oscuro es a un tiempo homenaje y reivindicación. La obra visibiliza a las artistas plásticas relegadas por la Historia a una esquina del cuadro. Pero, a la vez, combate prejuicios contra las mujeres, denuncia los roles que el patriarcado nos colgó como si fuéramos perchas; y exporta modelos femeninos emancipados.

 

Es decir, Verónica Aranda innova en los planteamientos ideológicos de su nuevo libro, si bien se mantiene fiel a su voz, pacientemente trabajada año tras año.

 

Justo hace ahora un siglo, cuando se pusieron de moda el Futurismo y su hermana literaria, el Ultraísmo, la Vanguardia puso los pinceles y las plumas estilográficas a disposición del deporte. La poeta madrileña, en su galería de retratos, recoge el testigo de autoras como Concha Méndez, que también lo exaltó. Verónica, siguiendo la estela de Tamara de Lempicka, rinde tributo a esas mujeres desafiantes y libres, que derribaron con su actitud los encorsetadores exterotipos: desde niñas que se burlaron de las “restricciones” jugando al ajedrez en el siglo XVI; a muchachas que ensalzaron el “culto al ejercicio, a los viajes, al ocio” a finales del siglo XIX; o a mujeres liberadas de cualquier atadura, a los mandos de su descapotable en los Felices —y locos Años 20.

 

Cobalto oscuro sigue un orden cronológico, desde el Renacimiento hasta el XXI. A través de sus páginas recorremos una galería de tablas y paños, pero también un túnel del tiempo. No faltan las alusiones históricas, ni el guiño a los diferentes movimientos pictóricos (Barroco: “La terrible violencia/ conforma un claroscuro/ donde venga Artemisa a cada víctima/ de mandas brutales”, Impresionismo: “El mediodía ocioso/ solo invita a las ensoñaciones./ ¿Quién es esa muchacha?/ Qué gesto absorto esconde/ la pincelada rápida/ y qué melancolía?” Futurismo: “el motor deportivo despierta su deseo”, Cubismo: “llega la nostalgia/ en planos superpuestos”…)

 

Por supuesto, en el poemario abunda el cromatismo, con sus diversos tonos (“entre el verde grisáceo/ y la luz verde oliva”, “y todas las escalas de naranjas”), y es que “la música la dictan los colores”.

 

Cobalto oscuro invita a la lectura reposada, igual que visitamos un museo.  Su elogio de la vida detenida, lenta y suave, invita a la delectación del tiempo que es, en el preciso instante en que acontece. 

 

 

jueves, 23 de septiembre de 2021

Mi top 10 de César Mallorquí


 

Mis listado de obras preferidas de César Mallorquí:

 

1. La isla de Bowen, Edebé.

2. La mansión Dax, SM.

3. “La trilogía del parásito” SM.

4. La catedral, SM.

5. Las lágrimas de Shiva, Edebé.

6. El último trabajo del Señor Luna, Edebé.

7. La cruz de El Dorado, Edebé.

8. La caligrafía secreta, SM.

9. La puerta de Agartha, Edebé.

10. El círculo escarlata, Edebé.

 

 Con estos diez libros vais a vivir aventuras trepidantes. 

 

 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Mis reseñas de libros de Jon Bilbao



 

Dejo aquí mis reseñas de algunas de las obras del escritor Jon Bilbao, publicadas en Salto de Página e Impedimenta. Las dos primeras las podéis encontrar en la Feria del Libro que tiene lugar en Madrid:

 

* Basilisco, 2021. AQUÍ.

* Estrómboli, 2016. AQUÍ.

* Padres, hijos y primates, 2015. AQUÍ.

* El hermano de las moscas, 2014. AQUÍ.


lunes, 20 de septiembre de 2021

Ítaca es nunca

 

Ítaca es nunca, Cristina Falcón Maldonado. Barcelona, Candaya. 2021. 128 páginas.

 



 

 

 

 

 

 

Cristina Falcón Maldonado nació en Venezuela en 1963. No obstante, vivió en Italia un tiempo, y a día de hoy reside en Cuenca. Es autora de libros infantiles (publicados por dos de nuestras editoriales más prestigiosas: Kalandraka y Edebé), pero, sobre todo, destaca por su labor poética. Tres son sus poemarios que han visto la luz en Candaya: Memoria errante (2009), Borrar el paisaje (2014) e Ítaca es nunca (2021). Así, de entrada, todos compaten un denominador común: el desarraigo, la falta de pertenencia, la desmaterialización de un espacio, el regreso imposible.

 

De hecho, son muchos los símbolos que en su última obra nos hablan de una ausencia: “páramo”, “solar”, “sombras”, “sed”, “huella”, “abismo”, “rastro”; y son muchos también los términos abstractos que insisten en la idea de la desposesión: “nada”, “vacío”, “expolio”, “duelo”, “abandono”, “silencio”, “soledad”.

 

Será, precisamente, la palabra escrita la responsable de la recuperación de lo perdido, la que pesque fragmentos de memoria. De modo que podemos deducir que para Cristina Falcón la patria es el poema.

 

Si el paisaje está borrado, como sostenía la autora en su segundo libro, es lógico que en su reciente entrega hayan sido extirpados los topónimos. En su lugar encontramos adverbios deícticos (“aquí”, “allí”) de baja saturación semántica. Los lectores podemos atribuirles un significado si somos de la opinión de que la poeta, en la elaboración de sus composiciones, haya partido de sus actuales coordenadas de percepción: yo-aquí-ahora. De modo que ese “aquí” se corresponda con Cuenca (y por extensión, con España); y ese “allí” con la Ítaca perdida (Venezuela):

 

Siguen allí

 

la casa

el yagrumo,

el apamate

la tierra roja

 

 

Pero no puede decartarse el caso contrario, con la necesaria inversión de correspondencias: de modo que ese “allí” sea el estado de acogida, provisional y extraño; y el “aquí¨ haga referencia a la tierra madre, al país americano, “famélico”, “donde la vida no se sobrepone”:

 

El que no está aquí no existe (poemaXV)

 

No vuelvas

 

para envilecer

 

para recordarme

que aquí

solo vive el abandono (poema XXVIII)

 

 

De lo anterior se deduce que Cristina Falcón nos quiere decir que uno se siente extraño, extranjero de sí, en cualquier parte.

 

Como quiera que sea, Ítaca es nunca nace de la tensión entre olvido y recuerdo, de esa fricción que está a punto de resquejabrar la esencia del sujeto que enuncia. Y es que no sólo el espacio se desvanece, también sus habitantes (“nadie/ en medio del vacío”) y hasta la voz que late en los poemas. Toda la realidad, en su conjunto, es un gran holograma; un escenario de cartón-piedra; un sueño, que diría Calderón. El mundo, viene a decir Cristina, sólo existe en la mente, es hijo de nuestra capacidad para representarlo (como aseguraba Schopenhauer). De ahí la lucha titánica de la autora, libro a libro, para apuntalar sus vigas con palabras; y para sostenerse a sí misma.

 

Quizás por ese carácter gelatinoso de la realidad, el sujeto que enuncia conserva “cajas vacías”, símbolo de la itinerancia y monumento a la memoria. Olvidar el origen supone deshabitarse por dentro, deshacer el nudo que aprieta la propia identidad y la del resto, de ahí la lucha sin cuartel contra el olvido.

 

La amenaza del vacío, a su vez, condiciona la estética de todo el poemario. El peligro que supone la niebla interior, la conciencia de la caducidad, la amnesia, la falta de comunicación, la ignorancia de las vidas ajenas… en suma, la negación constante de la vida, avalan el empleo de un estilo minimalista y abstracto. El fondo, pues, determinada la forma.

 

En ocasiones, el peligro que representan tanto la “distancia” física como la temporal, queda reflejado a través de metáforas animalizadoras de carácter negativo. Así, se nos dirá que ese concepto abstracto es una “bestia” letal, siempre dispuesta para la “dentellada”, o una temible “culebra” que “envenena”.

 

Con objeto de acercar lo lejano, de salvar lo invisible, Cristina Falcón crea un oasis de palabras, un espejismo de versos. La apariencia simula la realidad, y con ella se colma el hueco de un vacío.   

 

Su nostalgia es análoga a la de Rainer Maria Rilke: “Es extraño/ ver ondear libre en el espacio todo lo que antes se amarró” (Elegías de Duino).

 

Y es que la vida es frágil, y siempre está sujeta a transformaciones. Interiorizar el mundo es salvarlo. La palabra designa, pero más allá de su valor referencial, llega a tener incluso un valor ontológico. El mundo es en el poema.

 

La autora se afana por preservar su Ítaca. Yo me inclino a pensar que Ítaca no es una región en el espacio, sino en el tiempo. No importa dónde podemos encontrarla, sino cuándo. De ahí que su regreso no pueda producirse, salvo a través del libro. Ítaca es la infancia.

 

Esa edad dorada viene simbolizada por la casa, la lluvia, el padre, la madre… La autora se impone la responsabilidad de protegerlos a todos de la erosión del tiempo, consciente de que la enfermedad es una espada de Damocles sobre sus cabezas. No obstante, como decíamos, el verso es sucedáneo, una ficción. De manera que la autora sólo aspira a “reinventar/ esta sombra de dos sombras”.

 

Y a la vez, Ítaca puede ser el pasado de la propia Venezuela, un estado actualmente en declive, un “país del revés” donde la gente resiste con dignidad o bien es arrastrada por la crecida corriente abajo, expulsada de su lugar de origen. Una república que ha dejado de ser como se la recuerda, y cuya percepción se ha transformado.

 

A la trágica condición del migrante, en precario equilbrio entre las dos orillas, suma Cristina Falcón la del Homo viator. Todos somos viajeros. Cada mujer y cada hombre está de paso en la Tierra, entre desconocidos (“piel ajena… viéndonos pasar”), todos en tránsito entre dos oscuridades, segundo motor que empuja a la escritora hacia el poema, esa bola de cristal que preserva la nieve hasta en verano.

 

Son especialmente emotivos los poemas escritos a la madre, quien padece demencia senil. Los encontramos en el bloque III de la obra. Qué difícil no identificarse con alguno de ellos:

 

 

Ella se ausenta

apoya el pesar

en su mano sin tiempo.

 

Y una allí

anclada a la silla

 

sin saber

qué

hacer decir

temblando casi

 

como si al tocarla

fuera a hacerse añicos

 

 

El poemario viene precedido por un prólogo de otra poeta apátrida, nacida en Orense, criada en Venezuela, residente en Holanda y vecina de Barcelona: Miriam Reyes. Su lectura, honda y certera, es iluminadora.

 

Ítaca es nunca es un libro que hay que leer despacio, desplegarlo lentamente como a los abanicos, admirando cada nuevo pliegue, asimilando su contenido, descubriendo poco a poco la coherencia y profundidad del conjunto. Pero que nadie se llame a engaño, no hablo de abanicos corrientes, sino de los utilizados por los samuráis para el combate: es un libro que hiere.