Antología. Juana Inés de la Cruz

sábado, 26 de marzo de 2022

Presento "No", de Francisco José Martínez Morán

 


El próximo jueves 31 de marzo presento el nuevo libro de poemas del escritor Francisco José Martínez Morán: No (I premio de poseía "Francisco Brines". Pretextos, 2021).

 

El acto tendrá lugar a las 18:00 en la Sala de Conferencias Internacionales (Colegio de San Ildefonso, Rectorado UAH).

 

También intervendrá el director del club de lectura de la UAH: Jesús Cañete.

 

A la 19:30 el autor firmará ejemplares en la librería Diógenes. 


Os esperamos.



lunes, 21 de marzo de 2022

Fallamos el Premio Hiperión

 


XXXVII PREMIO DE POESÍA HIPERIÓN

 

 

Reunido el Jurado del Premio de Poesía Hiperión en el aniversario del nacimiento de Friedrich Hölderlin, víspera de la llegada de la Primavera y del Día Mundial de la Poesía, y tras examinar los libros finalistas seleccionados de entre los 189 presentados a esta XXXVII convocatoria, el Jurado decidió por unanimidad otorgar el premio al libro Los niños no ven féretros de OMAR FONOLLOSA.

Omar Fonollosa nació en Zaragoza en el año 2000, estudia Filología Hispánica en la Universidad de su ciudad natal, ha publicado un libro de poemas, Desde la más estricta soledad, e imparte conferencias sobre la creación poética.

En su libro se aprecia cómo, tras las postrimerías de la adolescencia, el autor vuelve la vista atrás para evocar, con cuidada y siempre bien resuelta variedad formal, esa primera vida de la infancia, las primeras experiencias amorosas, la amistad, los primeros tanteos poéticos, el protector regazo familiar. Evocaciones y reflexiones que llenan de contenido unos poemas de tono elegíaco, propios de una naciente conciencia de la caducidad. Pero sin aspavientos. Con la serenidad de quien empieza a hacer suya una manera de mirar el mundo.

 

Han compuesto el Jurado los poetas Francisco Castaño, Ben Clark, Ariadna G. García, Jesús Munárriz y Benjamín Prado.

 

 

Madrid, 20 de marzo de 2022

 

viernes, 18 de marzo de 2022

El mapa del cielo

 

El mapa del cielo, Félix J. Palma. Plaza y Janés. 2012. 740 pp.


Parece complicado, por no decir que imposible, que un escritor supere la calidad literaria de su primera novela. Y sin embargo, a veces se produce ese milagro. Buena prueba de ello nos da el libro El mapa del cielo, segundo volumen de la célebre trilogía steam punk de Félix J. Palma. Con este nuevo título obtuvo el premio “Ignotus” a la mejor novela en 2013, galardón que otorga anualmente la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror. Y no es para menos. Palma se atreve con un desafío “más difícil todavía” que el anterior. Gusta de las piruetas y los saltos mortales, cosa que agradecemos los lectores.

 

Ya comenté hace unos días las bondades de El mapa del tiempo (2008), esa obra de precisión matemática que, no obstante, pese a su ingeniería y alarde imaginativo, adolece de un pequeño defecto: no nos enamoran sus personajes. O no todos. De tras tres historias hiladas en el libro, sólo los protagonistas de la segunda nos conmueven, ya sea porque evolucionanna ante nuestros ojos (Tom) o porque nos desnudan su alma a través de epístolas (Claire).

 

Pero Palma enmienda esa carencia en El mapa del cielo, construyendo personajes redondos, impredecibles, llenos de recovecos, de humanidad, que nos creemos y que nos seducen.

 

La novela se ofrece como un nuevo homenaje a H. G. Wells, es un monumento dedicado a su figura y a La guerra de los mundos. Dicho esto, cabe apuntar que en el generoso cofre que constituyen sus 700 páginas encontramos monedas de orígenes diversos: Terror, de Dan Simmons; La frontera invisible, de Gisbert; o Harry Potter y el prisionero de Azcabán, de J. K. Rowling. Este botín —completado, entre otras, con alusiones a Shelly, Stoker, Verne y Poe— suponen una fiesta para los amantes de la literatura fantástica, esa que nos hace soñar con mundos imposibles.

 

Porque ese es el intento de Palma. El narrador autorial nos explicita en la propia novela. Los autores, de ambos sexos, son héroes que salvan vidas con su imaginación:

 

“¿O acaso no fue eso lo que hicieron al lograr que a una gran parte de la humanidad le resultara un poco más hermoso el siempre triste ejercicio del vivir?” (p. 677)        

 

Al seguir la pista del escritor del británico, Félix J. Palma actualiza el principal motivo de preocupación de los libros de Wells: el destino de la raza humana; que él pinta amenazado por una futura sublevación de autómatas (El mapa del tiempo), así como por la pertinente invasión alienígena (El mapa del cielo). Tema al que añade otros de su propia cosecha: el Fatum y las dudas sobre nuestra libertad de elección, la existencia de mundos paralelos y la necesidad que los humanos tenemos de la magia. 

 

El mapa del cielo puede leerse de manera independiente al primer volumen de la saga. No obstante, recupera a los personajes de este y hace alusiones constantes a sus pericias, por lo que recomiendo que los interesados en la trilogía sigan el orden cronológico de su publicación.

 

El libro arranca tras la publicación de La guerra de los mundos. Wells acepta la invitación de un novelista a tomar algo para charlar de literatura y de extraterrestres, velada que termina con los dos en el Museo de Historia Natural ante descubrimientos fascinantes, entre otros, de un ovni y de un marciano. A continuación, el narrador realiza un flashback para relatarnos una pesadilla: el asesinato de todos los tripulantes de un buque científico en la Antárdida, a manos (zarpas y colmillos) de un ser de las estrellas. Dicha analepsis constituye un relato de terror en el hielo, de 177 páginas.

 

A esta primera trama, de ciencia-ficción, le sigue una segunda, de tipo amoroso.

 

El núcleo de la obra se centra en el presente. Aquí asistimos al relato de una novelita sentimental protagonizada por una joven de alta cuna (Emma Harlow) que rechaza tanto la vulgaridad de su tiempo como a todos los amantes que la cortejan siguiendo el protocolo social. Sólo dará su mano a quien reproduzca la invasión que vaticinó H. G. Wells, demostrando con ello una imaginación fuera de lo común.  El caballero que recoge el guante es un antiguo conocido de El mapa del tiempo cuya identidad conservaré en el anonimato. Me limito a recoger el nombre con que se hace llamar: Montgomery Gilmor. Ni que decir tiene que la trama incluye un manojo de flashbacks, tan del gusto de este simpático narrador decimonónico: uno sobre la historia familiar de los Harlow, en cuyo corazón aparece por primera vez un “mapa del cielo”, fantasioso y onírico; el otro, sobre el adinerado y egocéntrico Montgomery; y un tercero, sobre el asedio de este al alma de la joven, cuya risa “no existe” más que para sí misma. Por si esto fuera poco, en esta segunda parte no sólo se nos presentan nuevos personajes, sino que asistimos al nudo de la invasión marciana (el planteamiento, es decir, el aterrizaje, fue descrito en esa protohistoria a la que aludía con anterioridad). ¿Qué ensambla las dos tramas? La aparición en la campiña inglesa de un cohete espacial, que tan pronto puede ser esa fiel reproducción de la astronave inventada por Wells que Gilmor se empeñó en fabricar para ganarse el cariño de la señorita Harlow como puede ser… una invasión marciana en toda regla. ¿Por qué opción se decantan? Pues han dado en el clavo. La novelia de amor (78 pp.) deviene en novelón de aventuras (214 pp.) donde los protagonistas huyen de las máquinas que pretenden matarlos. Y sí, aparece Wells (acompañado de su flashback, obstinado como una sombra), pues el cuerpo especializado de Scotland Yard en casos inconcebibles (aquellos que se resisten a una explicación racional) requiere de su ayuda. A partir de este instante, se sucede la acción sin conceder un solo respiro ni a los personajes ni a los lectores (persecuciones, asesinatos, ocultamientos, rescates, búsqueda de familiares, revelaciones de secretos, encuentros inesperados y “continuos imprevistos que quiebran la línea del destino”). Ahí es nada. Como telón de fondo, Londres se desintegra bajo fuego alienígena, como recojerán más tarde José Antonio Cotrina y Víctor Conde en la sobrecogedora Las puertas del infinito. Por supuesto, también disfruta de sus minutos de gloria el antagonista de la novela: el Enviado, el extraterrestre al que, sin quererlo, Wells otorga una segunda vida en el Museo de Ciencias Naturales. En paralelo a la trama de ciencia-ficción se sigue desarrollando la amorosa. No diré nada sobre la misma, salvo que Emma tiene “la risa más bonita que Wells había oído nunca”.      

 

La tercera parte de El mapa del cielo es suerte de distopía. Transcurre dos años después, y coincide con el largo desenlace. La humanidad ha sido derrotada y malvive en campos de trabajo. Hay multitud de guiños a El mapa del tiempo, buena parte del futuro vislumbrado por Murray se ha hecho realidad (hombres y mujeres esclavizados, procreación en cautividad, la resistencia oculta en el alcantarillado), y un homenaje a Matrix. En este punto, será un personaje del volumen primero, Charles Winslow, quien nos ponga al día a los lectores sobre el infierno que padecen los humanos que han sobrevivido a la invasión. ¿Cómo se convierte en paranarrador? Mediante la escritura de un diario. El otro narrador, el autorial, asume el relato de las aventuras que corre la heroica resistencia, ese grupo liderado por un personaje carismático “de cuyo nombre no quiero acordarme”.

 

El mapa del cielo es un canto al amor, a la amistad y a la fantasía. Pero no sólo. Mi cita de Cervantes no ha sido caprichosa. Se trata de un libro de libros, lo mismo que El Quijote. Félix J. Palma ha insertado en la obra los géneros novelísticos más celebrados hoy: terror, sentimental, aventura y ciencia-ficción. Y ha tenido la precaución de urdir esta tipología con la trama, de modo coherente (ya saben que a don Miguel le criticaron el uso arbitrario de las novelas intercaladas).

 

Ignoro lo que me deparará El mapa del caos. Sólo sé que ya estoy deseando comprobar si se supera a sí mismo el autor gaditano.

 

martes, 8 de marzo de 2022

El mapa del tiempo

El mapa del tiempo, Félix J. Palma. Sevilla, Algaida. “XL Premio de Novela Ateneo de Sevilla”. 2008.

 

Félix J. Palma obtuvo el prestigioso premio “Ateneo de Sevilla” por el primer volumen de la saga. El título da una pista sobre su contenido. Ya en la historia inicial (de las tres de que consta) vemos que la brújula que marca el rumbo del libro es una obrita célebre de Wells: La máquina del tiempo.  

 

Es más, la novela es una suerte de biografía del escritor británico. Pero Palma no se amolda al relato cronológico de sus vivencias. Recordemos que procede del cuento. La suya es una obra donde encajan las piezas como si fuese un puzle. Y créanme, su precisión sonroja a los relojes suizos. El propio autor nos explica al final de tomo porqué ha repartido las información sobre su personaje entre los tres relatos a los que aludía:

 

“a causa de su escasa madera de héroe, tendría que ser una novela en la que él fuese un personaje secundario, alguien al que en algún momento recurrían los otros, los verdaderos protagonistas de la historia” (p. 621).

 

¿Y quiénes son estos? A saber: Dos jóvenes que pertenecen a distintas clases sociales (estrategia de la que se vale Palma para mostrar con todos sus matices el mundo victoriano). El primero es Andrew, “una criatura mustia, sombría” e incapacitada para el disfrute de la existencia. El segundo es Tom, un “pelagatos” de pasado turbio; un personaje mucho más rico y complejo que despierta, pese a sus andanzas, nuestra simpatía. Cada uno de ellos protagoniza su propia novela, de extensión nada desdeñable: 246 y 210 páginas, respectivamente. Wells será el héroe de la tercera (165 pp.), ese broche encargado de amarrar los cabos sueltos de las anteriores, de unirlas en un nudo y de otorgar sentido a las 600 páginas leídas hasta entonces.

 

Ni qué decir tiene que para que la trama diseñada por Palma funcione, necesita la ayuda de un compinche. Esta responsabilidad recae sobre el narrador, un narrador autorial típico de las novelas decimonónicas, tan socarrón como el encargado de ralatar la vida de Isadora en La desheredada, de Galdós. Y tremendamente manipulador.

 

El nexo común a las historias que se dan citan en el libro es H.G. Wells. A él acude Andrew para que le ayude a viajar en el tiempo hasta 1888, con la intención de evitar la muerte de amada a manos de Jack el Destripador. Posteriormente lo hará Tom, quien necesita de su competencia literaria para escribir siete cartas de amor a Claire, una jovencita romántica —hastiada de su época, y de la rígida moral victoriana— que se enamora de él. (Más o menos. Me temo que, como el narrador de la novela, para que la reseña cumpla su cometido, debo callarme cosas y embaucaros.)

 

En realidad, hay un tercer personaje que requiere su colaboración. Se trata de Gilliam, el empresario al frente de la celebérrima agencia de Viajes Temporales Murray, capaz de transportar al futuro a los ciudadanos que puedan abonar el precio de un billete en el Cronotilus, ese tranvía diseñado para atravesar los peligros de la cuarta dimensión con destino al 2000. ¿Con qué propósito? Con el de mostrar a la clase adinerada los peligros de la ciencia y del uso indebido de la tecnología. No en vano, será entonces cuando el capitán Shackleton, líder de la mermada resistencia humana, ponga fin a la guerra de los hombres contra los autómatas.

 

Estas son las piezas que componen el argumento de El mapa del tiempo, pero el narrador las presenta desordenadamente. Eso sí, siguiendo una lógica interna. Por ello, abundan los flashbacks y las anticipaciones. Pero Palma no se conforma con estas roturas en la línea del tiempo. Es un escritor imaginativo que se atreve con las más arriesgadas piruetas, así que riza el rizo, haciendo verdaderas acrobacias temporales por medio del intercambio de epístolas. Con las cartas, el autor gaditano ejecuta la cabriola de la que habla Vicente Gaos en su poemario Profecía del recuerdo. Por supuesto, son múltiples las paradojas temporales que asaltan al libro, de las que Palma sale airoso recurriendo a toda una autoridad en la materia: Doc.

 

Como ven, para forjar su obra Félix J. Palma recurrió a metales diversos: 20.000 leguas de viaje submarino, La máquina del tiempo, Terminator I, Regreso al futuro I, Tintín en el lago de los tiburones (con ese guiño al sofá mecanizado que satisface todos los caprichos de Rastapopoulos), 1984 (la Biblioteca de la Verdad cumple el fin contrario del Ministerio de la Verdad, pues se encarga de preservar el tiempo sin manipulaciones) o el Tenorio (por esa alusión a la capacidad transformativa del amor).

 

El mapa del tiempo es una obra inteligente e imaginativa, escrita con humor, y con personajes bien dibujados. Los lectores verán frustradas continuamente sus expectativas, sorprendidos por los giros y tirabuzones del argumento.

 

A este libro se le puede aplicar perfectamente la reflexión que hacía mi bisabuelo, Esteban Planellas Jarque, sobre el Nobel de 1922: “La vida es como un párrafo de Benavente: cuando te ha convencido de una cosa, te demuestra que es verdad todo lo contrario”.   

 

martes, 1 de marzo de 2022

Trilogía Steam Punk de los "Mapas"

 
Introducción a la trilogía de los “Mapas”, de Félix J. Palma.

 

 

 

Uno de los subgéneros de moda en la narrativa actual es el steam punk. Grosso modo, les diré que se ambienta en la época victoriana, no escatima los viajes en el tiempo, rinde culto a la tecnología basada en el carbón así como a los inventos más fascinantes (retrofuturistas), gusta del homenaje a los grandes escritores del siglo XIX, explora los límites entre el mundo real y el esotérico, no desdeña la magia y supone una revisión de la Historia, por lo que con frecuencia propone alternativas al pasado, denominadas ucronías. La crítica especializada considera que Julio Verne y H.G. Wells son los padres del género, con obras como 20.000 leguas de viaje submarino, Viaje a la luna, La máquina del tiempo y La guerra de los mundos. Entre los autores españoles que lo han cultivado destacan, entre otros, Eduardo Vaquerizo (Danza de tinieblas, 2005); Raúl Montesdeoca (La máquina del juicio final, 2013); Rubén Montaña (Las esferas del tiempo, 2021); y sobre todo, Félix J. Palma.

 

Palma me fascinó con su ópera prima a finales del siglo pasado.

 

El vigilante de la salamandra (Pre-Textos, 1998), que así se titula aquel volumen, es una colección extraordinaria de cuentos donde la fantasía se cuela por las costuras de la realidad. Recuerdo con gozo algunas piezas, como “Reflejos” o “Venco a la molinera”. Y es que, además de gustarme la estructura de los relatos, me atraía la pirotecnia de su estilo.

 

Considerado por la crítica especializada un maestro de las distancias cortas, Palma quiso demostrarse a sí mismo que tenía aliento para recorridos más largos; y fruto de esa exigencia nació la trilogía de los “Mapas”: El mapa del tiempo (2008), El mapa del cielo (2012) y El mapa del caos (2014); un proyecto ambicioso que ha reportado a su autor una merecida fama internacional.

 

En los próximos días iré publicando la reseña de cada libro. No me faltéis.