Introducción a la trilogía de los “Mapas”, de Félix J. Palma.
Uno de los subgéneros de moda en la narrativa actual es el steam punk. Grosso modo, les diré que se ambienta en la época victoriana, no escatima los viajes en el tiempo, rinde culto a la tecnología basada en el carbón así como a los inventos más fascinantes (retrofuturistas), gusta del homenaje a los grandes escritores del siglo XIX, explora los límites entre el mundo real y el esotérico, no desdeña la magia y supone una revisión de la Historia, por lo que con frecuencia propone alternativas al pasado, denominadas ucronías. La crítica especializada considera que Julio Verne y H.G. Wells son los padres del género, con obras como 20.000 leguas de viaje submarino, Viaje a la luna, La máquina del tiempo y La guerra de los mundos. Entre los autores españoles que lo han cultivado destacan, entre otros, Eduardo Vaquerizo (Danza de tinieblas, 2005); Raúl Montesdeoca (La máquina del juicio final, 2013); Rubén Montaña (Las esferas del tiempo, 2021); y sobre todo, Félix J. Palma.
Palma me fascinó con su ópera prima a finales del siglo pasado.
El vigilante de la salamandra (Pre-Textos, 1998), que así se titula aquel volumen, es una colección extraordinaria de cuentos donde la fantasía se cuela por las costuras de la realidad. Recuerdo con gozo algunas piezas, como “Reflejos” o “Venco a la molinera”. Y es que, además de gustarme la estructura de los relatos, me atraía la pirotecnia de su estilo.
Considerado por la crítica especializada un maestro de las distancias cortas, Palma quiso demostrarse a sí mismo que tenía aliento para recorridos más largos; y fruto de esa exigencia nació la trilogía de los “Mapas”: El mapa del tiempo (2008), El mapa del cielo (2012) y El mapa del caos (2014); un proyecto ambicioso que ha reportado a su autor una merecida fama internacional.
En los próximos días iré publicando la reseña de cada libro. No me faltéis.
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