Antología. Juana Inés de la Cruz

miércoles, 28 de enero de 2015

Cisnes



 
Como cisnes cansados, que en la tardía luz vespertina
sobrevuelan las cimas antes que el día quiebre,
ebrios del oro último que aún circunda el cielo,
porque bajo ellos sueña el crepúsculo azul –

ignoran adónde los conduce el fatigoso vuelo,
lejos el nido que albergó su plumón;
ya son tan sólo puntos; escapan a los ojos,
perdidos, para nunca volver, en ese fulgor pálido –

así ves tú que amigo tras amigo desaparecen por la cresta,
siempre hacia el sol. ¿Volverás a encontrarlos?



(Del libro Candentes cenizas, de Erwin Schrödinger. Traducción de Clara Janés y Félix Schmelzer. Salto de Página. 2014)


martes, 27 de enero de 2015

Ortografía

La cuestión de las faltas de ortografía en los alumnos de la ESO y Bachillerato no es un tema baladí, y debería confabular en su contra a todos los departamentos de los institutos, y no sólo –como viene siendo habitual–, al departamento de Lengua Castellana y Literatura. El uso adecuado de las reglas ortográficas no es un capricho docente, ni se circunscribe a la vida en el aula. Se trata, en realidad, de un asunto de calado, que traspasa las fronteras de los centros escolares. El respeto a la ortografía revela –o no– una querencia por las normas con que nos hemos dotado para construir y mantener nuestra civilización. Esa, precisamente, que amenaza con derrumbarse por la pérdida absoluta de valores. Y creo que el claustro algo tiene que ver con tamaño hundimiento. Vivimos en una sociedad permisiva, donde todo vale, donde las formas carecen de importancia. Nosotros profesores y maestros deberíamos ayudar a revertir esa deriva involucrándonos en el respeto a las normas y a los límites. En nuestras manos está que los alumnos sean jóvenes cuidadosos, atentos al matiz de la experiencia, sensibles a su entorno. Y para ello, como decía, todos los departamentos deberían observar el respeto a las reglas ortográficas. En algo tan pequeño se cifra nuestra interacción con el mundo. Es un síntoma de nuestra personalidad social. Con mujeres y hombres más atentos al detalle de lo pequeño, tendremos ciudadanos más respetuosos con el mobiliario urbano, con las normas de seguridad vial o con la vida ajena. 


domingo, 25 de enero de 2015

Candentes cenizas



 
Erwin Schrödinger, Candentes cenizas. Salto de Página. Traducción de Clara Janés y Félix Schmelzer. 99 páginas. 2014.


De todos es conocido que Leonardo Da Vinci, además de un célebre pintor fue un gran ingeniero civil del Renacimiento. De espíritu curioso, simultaneaba el uso de pinceles con el esbozo de inventos mecánicos. Ya en época barroca, Galileo Galilei, hijo de un conocido compositor florentino, tocaba el laúd. Quizás como para el famoso detective novelesco Sherlock Holmes, la música fuese un complemento a su vocación científica, un destensador de estrés, un afinador de la sensibilidad, un catalizador de sus emociones. Por lo visto, además de un buen intérprete de instrumentos de cuerda, el padre de la física moderna también coqueteó con el género lírico; suya es una sátira contra los bajos salarios con que la universidad de Pisa remuneraba su actividad docente. En resumen, los grandes científicos áureos -de formación humanista- incorporaron a sus conocimientos astrónomos, físicos y matemáticos unas aptitudes innatas para la creación artística, ya fuese pintora, literaria o musical. Ciencia y Arte era indisolubles, necesarias, como el esqueleto y la musculatura. Pues bien, el físico austriaco Erwin Schrödinger (1887-1961) también compaginó sus estudios cuánticos (que le valieron el Nobel en 1933) con su querencia por la composición artística, y en concreto, por la poesía de cuño lírico, que hoy recoge en un bello volumen la editorial madrileña Salto de Página.

Schrödinger publicó sus Gedichte (Poesías) en 1949. Él mismo cuenta que le hubiese gustado dedicarse a la literatura. En un poema, incluso, confiesa la poca simpatía que su entorno sintió por sus escritos; es más, el texto descubre la incomprensión de su círculo más cercano hacia su hedonismo, ya se manifestase en poemas eróticos o de abandono al goce despreocupado de una tarde de sol (precioso texto, titulado “Zurich”).

Candentes cenizas clasifica los poemas en tres bloques, según la lengua en que fueron escritos (alemán e inglés –Schrödinger se exilió de Graz en 1938 y se instaló en Irlanda hasta 1956–) y un tercer apartado que sus preparadores no acaban de justificar (“Otros poemas”). Los textos escritos en su lengua materna son los más representados en el volumen. En ellos reconocemos una huella romántica que afecta tanto al imaginario (neblinas, lunas, sombras, crespúsculos y penumbras) como a la filosofía amorosa: el poeta busca en la amada la plenitud existencial, encarnada en el sexo (así lo expresa Hölderlin en su Hiperión). La mujer representa un anhelo de totalidad que el conocimiento no permite. Ella, en sí, es el Todo: “Gracias a ti el mundo entero es bello”, “a través de ti respiro/ el aliento del mundo”. De modo que la amada justifica la existencia del sujeto que enuncia (“Si no existieras tú, quién querría afrontar/ la necia luz del día”). 

 Sobresale en esta colección un bellísimo poema de traducción excelente: “Octubre en Merano”; el texto es una invitación a la sensualidad antes de la llegada del fin, una suerte de carpe diem originalísimo, cifrado en una racimo de uvas. La sensibilidad de Schrödinger para describirnos la escena campestre y apercibirnos, con ella, del tempus fugit tentándonos con la última cosecha del año, es portentosa. Texto barroco, lleno de contrastes y violentos hipérbatos, por él solo merece la pena la edición del libro.

Si el es sexo es contrapunto de la muerte, el científico austriaco se debate entre ambos polos a lo largo del libro. Destaca, con respecto al primer asunto, un poema de su etapa en Irlanda: “Oración”, cuyo cierre se incardina en la filosofía hindú: “Mas si esto no puede darse en una corta vida/ sea en la próxima, o sea en la siguiente, pero en una una./ Renazca yo ciervo, y tú su amada cierva,/ sea yo águila y tú su hembra querida,/ o cualquier cosa que complazca al desconocido”. Con respecto al segundo de los temas, me quedo con uno que habla del deterioro y el desgaste del cuerpo: “No sé” (“No sé si echarás de menos/ la opresora fuerza de mi amor,/ que ya no sentirás/ cuando esté marchita”).

Es de aplaudir que Salto de Página haya publicado Candentes cenizas un año antes de la entrada en vigor de la LOMCE, reivindicando con ello la formación multidisciplinar de los seres humanos. Schrödinger concilia en su persona dos mundos complementarios: la razón y la sensibilidad, la ciencia y el arte, los átomos y las metáforas. Es de esta forma como ha avanzado el conocimiento: sumando perspectivas y pasiones. Parece mentira que quinientos años después del Renacimiento, tengamos un ministro de Educación que no se haya enterado de nada. En su afán por destruir el sistema educativo público ha suprimido los Bachilleratos de Música, Danza y Artes escénicas, y ha recortado horas a las asignaturas de Plástica y Tecnología, despreciando la educación integral de nuestros estudiantes. Como si Leonardo Da Vinci no hubiese sido, además de ingeniero, un grandísimo pintor; o como si Albert Einstein, además del científico más importante del siglo pasado, no se hubiese erigido como el virtuoso violinista que fue. 


La inclusión en Candentes cenizas de un fragmento de un texto de Galileo, de fotografías de Adriana Veyrat, de un prólogo literario a cargo de Félix Schmelzer, de un epílogo científico de Clara Janés y de una cronología de la vida del autor, sirven muy bien para contextualizar la obra de Erwin Schrödinger. Ya saben que las ediciones de Salto de Página son un lujo para quienes aman no ya sólo la poesía, sino la vida, en general.



martes, 20 de enero de 2015

Reseña de "Inercia" en el blog "Desde la ciudad sin cines"



El escritor y profesor David Pérez Vega (quien ha publicado las novelas Acantilados de Howth y El hombre ajeno; así como los poemarios Siempre nos quedará Casablanca y El bar de Lee) ha tenido la amabilidad de reseñar mi novela, Inercia, en su bitácora personal -brújula que recomiendo para guiarse por el frondoso bosque literario-. Podéis leerla aquí.


sábado, 17 de enero de 2015

Patrocinio de clubes españoles




Esta mañana he leído en la prensa una noticia demoledora, de las que te dejan sin aire para el resto del día, de las que no te dejan indiferente, de las que hacen que agradezcas el país en el que vives, y que te preguntes por el odio y la irracionalidad de los seres humanos. En resumen, la noticia es la siguiente: dos hombres han sido arrojados al vacío desde una torre en el Estado Islámico (Irak, Siria), por ser homosexuales. Una muerte angustiosa por amar. Despiadada. En pleno siglo XXI. Eran dos varones árabes, pero podríamos haber sido mi mujer y yo. Mi mejor amiga y su novia. Tanta gente a la que quiero y admiro. Mujeres y hombres de bien, de los que hacen del mundo un hogar para el resto. Por fortuna, vivimos a miles de kilómetros de la sinrazón de esos salvajes. Nuestras vidas están a salvo. Pero no es suficiente. Cuántas personas morirán allí cada día sin que a nadie le importe a este lado del mundo. Pero a mí me importa, porque me identifico, porque podría ser una de ellas, una víctima más de la barbarie ajena. Por eso escribo hoy. Y es que el Estado Islámico, y sus valores, no nos quedan tan lejos como parece. En Catar la homosexualidad está penada con prisión y latigazos en medio de la calle. Catar, ese país que patrocina a un equipo de fútbol nacional: el F.C. Barcelona, al que siguen millones de individuos en España. Una multitud que cuando compra una camiseta del Barça está comprando eslóganes que dicen: “Condenamos la homosexualidad”, “Latigamos a los homosexuales”, “Metemos en prisión a quienes aman a hombres y mujeres del mismo sexo”. Admitir ese spónsor es rendir pleitesía a sus valores: homofobia, discriminación, intransigencia. Vestir esa camiseta, aplaudirla, fotografiarla, agasajarla es ser cómplices de un estado medieval que no respeta los derechos humanos. Que Catar patrocine al Barça es como si lo hiciese el partido nazi. ¿Alguien, en su sano juicio, iría a ver a un equipo que pusiera en el pecho de sus jugadores la cruz gamada? La respuesta es que no. Pues es lo mismo. Esa marabunta de seguidores deberían dejar de acudir al Camp Nou, deberían dejar de comprar la indumentaria oficial del equipo, mientras Catar (a través de su compañía aérea nacional, controlada por la familia real catarí) patrocine al club. Es una cuestión de ética, de musculatura moral. Y lo mismo pasa con el mecenazgo del Real Madrid. Los Emiratos Árabes patrocinan al equipo madridista (por medio de Fly Emirates, compañía aérea creada por la familia real de Dubai y dependiente de su gobierno). Recordemos que en la ley federal de esa alianza se condena con la muerte la homosexualidad. No podemos ser cómplices de esas matanzas, de esas torturas, de esos encarcelamientos y deportaciones (cuando se trata de extranjeros). No. Nuestras acciones tienen consecuencias al otro lado del mundo. Tú aplaudes a tu equipo y en Catar dan veinte latigazos a un hombre por amar a otro. La relación existe aunque no quieras verla. Que niegues tu participación es tan absurdo como la actitud del alemán que decía en Núremberg que él sólo permitía la salida de los trenes, sin preguntar ni lo que transportaban ni el destino de la mercancía, que él sólo era un burócrata encargado de cuestiones de intencia. Falso. El sistema funciona cuando cada uno pone de su parte. Catar y Emiratos han puesto en marcha una maquinaria nazi porque cuentan con el apoyo internacional de estados como el nuestro y de gente como tú, que consientes que el equipo al que sigues luzca una marca que apoya el exterminio y la persecución de mujeres y hombres homosexuales, es decir: de tus amigos, de tus hermanas, de tus vecinos, de tus compañeras de trabajo, e incluso de ti. Sí, de todos. Que no estemos en la cárcel o que no nos arrojen desde una torre al vacío no será porque tú no lo apoyes sintonizando la cadena que transmite el partido de tu club, se debe a que la intransigencia no tiene medios para extenderse militarmente por el resto del orbe. 






viernes, 16 de enero de 2015

Retrospectiva. Revista Adarve




El número de la 7 de Adarve, revista de crítica y creación poética, publica una breve selección de mi obra lírica, acompañada de un certero artículo de Raúl Díaz Rosales, profesor de la Universidad de Sevilla. 

El número recoge, además, textos de los poetas Enrique Falcón, Dana Gelinas, Omar Lara, Ángeles Mora y Pere Rovira; a los que siguen los ensayos de Alberto García-Teresa, Gloria Vergara, Gracia Morales Ortiz, Ginés Torres Salinas y Antonio Jiménez Millán.

Es un honor y un placer compartir con vosotros esta publicación.

Mi gratitud a Gracia Morales (poeta, dramaturga y profesora de la Universidad de Granada), que me invitó a participar en ella.

Os dejo aquí el enlace.


miércoles, 7 de enero de 2015

El pulso de las nubes



 
Esta reseña ha sido publicada por el blog La tormenta en un vaso. El enlace, aquí.


El pulso de las nubes, Javier Lostalé. Pre-Textos. 2014. 55 páginas. 13 euros.


Javier Lostalé es uno de los poetas destacados de su generación. Su obra, gestada en silencio y con modestia, mantiene un pulso firme a lo largo del tiempo. Se trata de una voz fiel a sí misma, sin contaminación de modas, escrita sin urgencia, al margen de los fuegos artificiales que relumbran un rato para después morir incluso en el recuerdo. Sus libros son Jimmy, Jimmy (1976); Figura en el paseo marítimo (1981); La rosa inclinada (1995); Hondo es el resplandor (1998); La estación azul (2004); Tormenta transparente (2010) y este último libro individulal: El pulso de las nubes (2014). Varios volúmenes recogen o bien todos sus libros hasta la fecha de publicación (La rosa inclinada. Poesía 1976-2001. Publicado por Calambur en 2002) o bien una selección de sus mejores textos (Azul relente. Antología poética. Renacimiento. 2014). No cabe duda de que en los últimos doce años Javier Lostalé ha cosechado un reconocimiento incontestable, que tardaba en llegar.

El pulso de las nubes continúa la senda de su libro anterior. Al igual que en Tormenta transparente, encontramos poemas largos, un metro corto, versos anisosilábicos, un anclaje del texto en sustantivos, un léxico cotidiano que sirve para la creación de imágenes muy evocadoras (“Pasaste por el mundo/ como nube sin sombra”, “Tiene el solitario toda la luz dentro”, “Esta calma de jardín vacío”) y una certera contención emocional. Sin embargo, este libro respira un aire diferente. Suena a balance, a ajuste de cuentas con las decisiones tomadas en la vida, a cierto arrepentimiento, a repaso de lo que se perdió o se malogró, a recuento de instantes en que se rechazaron otros caminos, a lamento por la soledad elegida. Así, el sujeto lírico que habla acumula metáforas que lo describen como “un hondo ser sin nadie”, un “corazón enterrado/ en su propio fervor”, o un hombre “sin orillas” y “sin firmamento”. Como un Leriano del siglo XXI, ese sujeto habita una “cárcel de luz”, condenado al exilio de la persona amada, pese a que sueña aún con ese “reino que ya no existe”. Lejos estamos del diálogo con el receptor pasivo de obras anteriores. La voz que enuncia apenas dedica tres poemas a esa “sombra” a la que vive atado, al menos, mentalmente. Los demás textos se escriben en tercera persona (no faltan las oraciones impersonales), en segunda persona del plural o constituyen monólogos de una voz que se desdobla para reprenderse con objetividad (“Injertado en deltas de cuerpos/ sin desembocadura,/ viviste tu mansa fiebre/ en el claro latido de la espera”). 


Libro no ya sólo bello, sino emocionante, El pulso de las nubes combina la melancolía que produce la ausencia con la pesadumbre que dejan en el pecho las equivocaciones cometidas (“sustituí el temblor por la mentira de un sueño”). Y no obstante, en la vejez sigue habiendo esperanza (“alguien aún avanza/ y conquista nuestra vida”).

Imposible elegir un poema para alentar a la lectura del libro. Les recomiendo que lo vivan y lo sientan todo.


Mi reseña de Tormenta transparente, aquí