Antología. Juana Inés de la Cruz

jueves, 20 de junio de 2019

Día Internacional de las personas refugiadas

 


Blace






Gimoteos en el andén, ruido de armas. Llegó el tren que habría de deportarlos, con su largo suspiro. Cientos de familias rotas, con el rostro hinchado, envejecido, sin otras pertenencias que lo puesto, esperan a que permitan subir a los vagones, donde el frío huele a madera podrida. Van llenando el espacio con sus cuerpos, se extienden como un río silencioso, de agua negra, helada. A una orden, las puertas se cierran. La locomotora parte dejando atrás sus vidas. Aunque muchos se conocen, son vecinos o antiguos compañeros de trabajo, no se relacionan, cada cual se sumerge dentro de sí, buscando el calor de sus propios recuerdos; frotando palos y piedras dentro de su mente, para encender un poco de futuro. Cruzan la noche, pero ninguno duerme, ni siquiera los niños.
Los Mehrabani comparten vagón con otras dos familias. Un muro de silencio los separa. Es tanto el miedo, que nadie se pregunta a dónde van.  Prefieren contemplar los campos, las montañas, las tierras de sus padres en penumbra, a través de las ventanas. Muchos ni miran. Sus nervios se endurecerían como árboles.
El viaje hacia el exilio dura casi una semana. La madre aprieta a sus hijos contra ella, conteniendo sus vidas para no perderlas, como la de su esposo. Se niega a recordarlo, a recrear su imagen por la casa, por la ciudad; pero no puede: su piel tiene memoria. 
A medida que transcurre el tiempo, sus hijos se retraen cada vez más. El niño, de siete años, señala los objetos que le asombran o asustan; sin nombrarlos. No cree en las palabras. La niña, de nueve, hace días que no come los mendrugos de pan endurecido que les arrojan los soldados. Vive en su propio mundo, del tamaño del miedo.
A los abuelos los inquieta su hijo. Se lo imaginan escondido en los montes, aterido de frío y combatiendo junto a los rebeldes. Ignoran que se ha enamorado de una joven guerrillera con la que defiende a tiros el Peloponeso, y con la que descubre el sentido de su lucha, de su vida y de su cuerpo, cada noche, dentro de una trinchera.
El tren se detiene, de pronto, en medio de la nada.
Sus puertas se abren a la claridad de un territorio extranjero.


Descienden silenciosos, atemorizados, y lentamente comienzan a caminar por las vías muertas. Las ametralladoras les indican la dirección de la marcha. Muchos ancianos tropiezan, pierden el equibrio, caen sobre las piedras, pero nadie se para. Los soldados se encargan de ellos. Gritos, llantos a espaldas del pueblo que camina con pasos inseguros, cansados y torpes, hacia la frontera. Cuando la alcanzan, los recibe una verja cerrada. También las miles de personas que aguardan en el barro antes que ellos. Todos están desnutridos, visten harapos. Sus ojos ya no arden, lo mismo que los suyos; sus labios agrietados hace meses que tampoco sonríen.
Pasa el día. Las constelaciones cambian de lugar, se mueven por el cielo. Frente a las verjas, hasta el aire se para.
Pasa la noche. El ejército macedonio reabre la frontera a los miles de refugiados que han dormido al raso.
Enseñan documentos, relatan su detención. A cambio, les realizan un examen médico, les dan varias piezas de fruta.
La mala noticia la reciben en cuanto entran al campamento. Está saturado. Sólo podrán permanecer unos días. Desde allí serán evacuados a los campos que ha levantado la OTAN en los alrededores. Las familias, aterrorizadas, se reagrupan, se abrazan y se juran que nadie los separará.    



Brazda




Pasaron tres días. La policía macedonia reunió, bajo la lluvia, en el centro del campamento a miles de refugiados. Los informó de la llegada de varios trenes procedentes de Atenas, de los altercados en la frontera, de la nula capacidad de las instalaciones para atender a todos, del colapso del abastecimiento, del hambre, de la insalubridad. Ellos escuchaban sus razones, las comprendían, pero lo que no entendieron nunca fueron los gritos, los insultos y los golpes que las acompañaban.
Subieron en autobuses de chapa oxidada, destartalados. Los niños y los ancianos, por un lado. Sus familias, por otro. Según las autoridades, la flota se dirigiría a Brazda, a unos diez kilómetros de allí. Rugieron los motores con menor insistencia que el temor que tenían los hombres y las mujeres a perder el contacto visual con el primer convoy.
Baches, hoyos, charcos.
A los pocos minutos, finalmente, se desintegró ante ellos.
Sara Mehrabani, con su pañuelo atado debajo del cuello, siguíó las huellas de los neumáticos, trazadas en el lodo, hasta que accedieron a una carretera local, y desaparecieron. Intentó incorporarse para preguntar al conductor, para interrogarlo, para exigirle explicaciones, pero su cuerpo temblaba. Sollozó. Lloró. Bramó. Su boca abierta, forzada, era un agujero negro que absorbía la luz del mundo, en el que cabía la angustia y la pena de todos los condenados del barzaj y del purgatorio.
Su convoy se detuvo en Skopje, la capital.
Para entonces, sus hijos y sus padres ya habían descendido de su autobús y habían caminado por un sendero de piedras hasta el perímetro de su campamento, acordonado por una alambrada de espino y vigilado por centinelas armados de la OTAN.
Ella encontró alojamiento en un hogar humilde. Parada en medio de su pequeña habitación, pensó en la soledad de su casa. Se dejó caer sobre el edredón. Gimieron los muelles. Dónde estaba su familia... Dónde, dónde.
A ellos se les asignó una tienda militar, en la que convivirían con otro matrimonio, algo más joven, y con sus cuatro hijos. Volvían a hacer de padres, pero esta vez, lamentaban el hecho y la falta de fuerzas.

     
  

Stankovic I




Les cortaron el pelo. Les llenaron la vida de rutinas y de horarios. Había que inundar ese vacío por dentro de la piel. Enormes filas para el aprovisionamiento de víveres: algo de queso, pan. Sólo cuando llegaba la Cruz Roja se les abastecía de carne, pescado en conserva, galletas, azúcar, miel, arroz, pasta, raciones precocinadas, leche y pastillas potabilizadoras.
Largas colas para el uso de las letrinas, para la atención sanitaria, para las entrevistas con los equipos de evacuación, para todo, siempre: una fila de tiempos detenidos.
La naturaleza se empeñaba, también, en que no se perdieran en su propia oscuridad, en que no desapareciesen por el interior de sí mismos. Tormentas, granizadas. Se inundaron las tiendas, se hundieron los toldos, se embarró la ciudad. Las riadas arrastraron las pocas pertenencias que tenían. Pero dejaron una: su instinto de supervivencia. Crearon turnos de limpieza e higiene. Lo reconstruyeron todo.
El abismo de los niños, sin embargo, amenazaba con perpetuarse. Ni siquiera los juegos improvisados iluminaban su fondo. Zareen Mehrabani, una mañana, se sentó a una mesa diminuta en el puesto médico. Todavía seguía sin comer. Su cuerpo: delgado, aplastado por la consternación y la tristeza. Tendría que librarse de ese peso. Una sonriente voluntaria le dio un estuche de pinturas, le abrió un bloc de dibujo por la primera página, y luego se marchó. La niña, en la intimidad de la tienda, alejada del ruido constante del campamento, de las patrullas de los soldados, de la vida de los adultos y de sus obligaciones, tomó las ceras y se enfrentó al papel. A los pocos minutos, la médico sostuvo a la luz de la ventana de plástico el dibujo de un hombre tendido sobre un charco de sangre. A lo largo de la semana pinchó en un mural de corcho otras seis escenas: gente corriendo en la noche, un avión disparando, un tren atravesando la tierra, un rostro de mujer, un hospital ardiendo, una familia de siete personas.
Comenzó a ganar kilos. 


Capítulos de mi novela Inercia, Baile del Sol, 2014

 

martes, 18 de junio de 2019

Con el novelista Roberto de Paz



Dejo por aquí un recuerdo gráfico de la segunda presentación de mi novela El año cero (Ménades, 2019) el pasado 14 de junio en la librería La Sombra. Un lugar perfecto (está especialiada en novela policiaca, negra, gótica..., en cómic, novela ilustrada, álbum infantil; y tiene una buena colección de libros de Akal Literaturas) para dar a conocer mi obra, y en la mejor de las compañías: el novelista Roberto de Paz (autor de El hombre que gritó "La Tierra es plana", 451; y Los valientes, Salto de Página).

Gracias a cuantos nos acompañasteis.


domingo, 16 de junio de 2019

Bello es el riesgo

Bello es el riesgo, Marcela Duque. “Premio Adonáis”. Rialp, Madrid, 2019. 64 páginas.


Marcela Duque (Medellín, Colombia, 1990) ha ganado el prestigioso premio Adonáis con un espléndido primer poemario: Bello es el riesgo. La obra combina distintos registros, tonos y metros, y sorprende por la hondura que alcanza en algunos poemas. En ocasiones nos imantan al libro sus versos elegíacos: “Vivimos a destiempo. Así es la vida./No te extrañe, si sientes que no estás/allí donde debieras”. En otras lo consigue su portentosa mirada descriptiva, con sus felices hallazgos cromáticos, caso de los cerezos “blanco-canon, blanco deslumbrador”, “el árbol de la luz transfigurada”. Y es que la naturaleza se convierte en un modelo existencial para la voz que enuncia. Así, los tulipanes son espejos a donde mirar para perfeccionarnos: “Míralos, míralos/qué altos y qué esbeltos,/rectos como quisiera hacer mi vida”. También nos atrapa al poemario el emocionado y original homenaje a esa abuela entregada a los juegos de infancia de la nieta, instantes evocados “para que sigas/teniendo vida propia en mi memoria”. Duque cincela sus poemas con destreza y sin prisa, como construye el tiempo las montañas, los cuarzos. En su maravillosa poética Don y oficio me recuerda a Unamuno: “Es bueno que se te resistan las palabras,/que no sean acuarela sino mármol,/obra de cantería”. Consciente de que la muerte constituye la última frontera, tan sólo las palabras son antídoto contra la contingencia inevitable: “…has sembrado en mí una duda,/tus hojas, en verdad, no son perennes,/el primer golpe del hacha contra mi árbol”. El mejor poema del libro, Paraíso perdido, es un deslumbrante homenaje a la finca de su pueblo (Cocorná, en la región de Antioquia) que pone en valor tanto los entornos naturales (bosques, cascadas, ríos) como la vida salvaje, alejada del consumo y del capitalismo. Hímnico y elegíaco, contenido y desbordante, es un broche perfecto para un libro que se disfruta y se recuerda como la joyita que es.  


sábado, 15 de junio de 2019

El blog Devoradora de libros selecciona Inercia para una lista de novelas LGTBI

Tengo la suerte, y el honor, de que el conocido blog de reseñas literarias Devoradora de libros, haya seleccionado mi primera novela, Inercia (Baile del Sol, 2014), para su lista de 10 novelas sobre amores diversos, donde también incluye obras emblemáticas de escritoras imprescindibles: como Jeanette Winterson o Sarah Waters.

Os dejo aquí debajo el enlace a sus decálogo de recomendaciones. Una buena manera de celebrar el Día del Orgullo, para el ya falta muy poco.

http://www.devoradoradelibros.com/2019/06/lecturas-tematicas-orgullo-lgtbi.html

Gracias, Rusta ;)


Este texto es una creación de Devoradora de libros y no está permitida su copia.
Este texto es una creación de Devoradora de libros y no está permitida su copia.

domingo, 9 de junio de 2019

La versatilidad de los poetas nacidos en los 70-80

Leonardo da Vinci


 
Hace unos días El País publicaba la noticia, a colación de la Feria del Libro que está teniendo lugar en Madrid, de que los hombres publican el doble de libros que las mujeres. Y, utilizando ese dato como pretexto para una pequeña –y doméstica– investigación, he constatado otro apunte significante: hay poetas de mi edad, entre los treinta y cuarenta y tantos años (nacidos en las décadas de los 70 y 80), que no sólo publicamos bastante –para las edades que tenemos– y en editoriales de prestigio, sino que además destacamos en varios géneros literarios, es decir, que somos muy versátiles.

Aquí sólo menciono a quienes tienen obras en mi casa. Seguro que encontramos más, a nada que escarbemos por ahí. La información la he completado gracias a la Red. Es probable que haya obras publicadas que aún no hayan dejado una huella digital, o que yo no haya encontrado. Me he centrado en voces que escriben en lengua castellana. También he descartado tanto las traducciones de sus libros a otras lenguas como las antologías poéticas individuales que recogen sus obras, salvo las que compilan poemas inéditos (de juventud, publicados en revistas, ect.).

En algunos casos, y pese a su escasa obra en verso, he incorporado a cuatro autores por ese carácter anfibio y todoterreno que comparten con los demás.

El resultado es este.

Con más de 15 libros publicados:

1971, Mercedes Cebrián: poesía (2), relato, edición, crónica, novela, novela corta, cuento y traducción. 22 libros.
1973, José Luis Rey: poesía (9), ensayo, memorias y traducción. 19 libros.
1974, Juan Carlos Abril: poesía (4), ensayo, ediciones y traducción. 27 libros.
1975, Martín López-Vega: poesía (11), libros de viajes, libro de entrevistas, novela y traducción. 42 libros.
1976, Joaquín Pérez Azaústre: poesía (7), novela, relato y ensayo. 20 libros.
1977, Ariadna G. García: poesía (8), novela, ediciones y traducción. 17 libros.
1977, Andrés Neuman: poesía (11), novela, microrrelato, ensayo, ediciones y traducción. 35 libros.
1977, Gracia Iglesias: poesía (5), poesía infantil, álbum infantil. 30 libros.
1978, Vanesa Pérez-Sauquillo: poesía (8), poesía infantil, álbum infantil y traducción. 25 libros.
1978, Álvaro Tato: poesía (6), teatro y edición. 17 libros.
1978, Luis Bagué: poesía (7), relato, ensayo y ediciones. 24 libros.
1978, Guillermo López Gallego: poesía (2), edición y traducción. 15 libros.
1978, Alberto Santamaría: poesía (6), ensayo y ediciones. 16 libros.
1978, Sofía Rhei: poesía (7), novela, edición, relato, álbum infantil, novela infantil y juvenil. 36 libros.
1980, Alberto García-Teresa: poesía (7), microrrelato, ensayo y ediciones. 17 libros.
1982, Jorge Fernández Gonzalo: poesía (5), ensayo, traducción y edición. 15 libros.
1982, Verónica Aranda: poesía (12), traducción y edición. 22 libros.
1984, Ben Clark: poesía (10), traducción y edición. 21 libros.



Con 10-14 libros publicados:

1972, Andrés García Cerdán: poesía (9), ensayo y ediciones. 13 libros.
1973, Abraham Grajera: poesía (3) y traducción. 11 libros.
1973, Raquel Lanseros: poesía (6), traducción y ediciones. 11 libros.
1973, Luis Artigue: poesía (8) y novela. 13 libros.
1973, José Luis Gómez Toré: poesía (7), ediciones y ensayo. 10 libros.
1975, Antonio Lucas: poesía (5), ensayo (5). 10 libros.
1976, Josep María Rodríguez: poesía (6), edición, ensayo y traducción. 11 libros.
1981, Francisco José Martínez Morán: poesía (5), ensayo, edición, relato y cuento infantil. 11 libros.
1981, Javier Vela: poesía (8), novela, aforismos y relato. 11 libros.


sábado, 8 de junio de 2019

Nueva presentación de El año cero



Tras el éxito de la presentación de mi nueva novela en el emblemático Café Libertad 8, os convoco a una nueva puesta de largo, en esta ocasión, en la Librería La Sombra (calle San Pedro, 20. En el Barrio de las Letras). Será a las 19:00, y me acompañará el novelisa Roberto de Paz, autor de dos novelas extraordinarias: El hombre que gritó "La Tierra es plana", en la ya desaparecida 451, y Los valientes (en la prácticamente extinta Salto de Página). Yo no dudaría en buscar sus libros, que he reñado AQUÍ y AQUÍ.


jueves, 6 de junio de 2019

Mis novedades editoriales, en la Feria del Libro de Madrid

En estos últimos seis meses he publicado tres libros de diferentes géneros (poesía, novela y edición de una autora clásica). Quien esté interesado en ellos, los podrá encontrar en la Feria del Libro que tiene lugar en El Retiro, hasta el próximo domingo 16 de junio.


Os dejo por aquí la relación de títulos y de casetas:


* EDICIÓN: Antología poética. Juana Inés de la Cruz. Akal, 2019. Caseta 163 (Akal).


* NOVELA: El año cero. Ménades, 2019. Caseta 108 (Librería Berkana), caseta 137 (Librería Muga), caseta 119 (Librería de Mujeres).


* POESÍA: Ciudad sumergia. Hiperión, 2018. Caseta 351.


¡Felices lecturas!


miércoles, 5 de junio de 2019

Donde siempre es medianoche

Donde siempre es medianoche, Luis Artigue. Pez de Plata. Colección Narrativa. 291 páginas. Oviedo, 2018.

Donde siempre es medianoche, la última novela del escritor Luis Artigue, no me cabe duda alguna de que haría las delicias de Alfonso de Valdés, secretario de cartas latinas del emperador Carlos V, del escritor satírico Luciano de Samosatta, del filósofo holandés Erasmo de Rotterdam, del novelista Ray Bradbury o del científico Carl Sagan, y a buen seguro que a día de hoy encantará a los amantes de la novela gótica, de la negra, de la distópica, así como de la historia medieval y renacentista. Pero por su potencia ideológica, enamorará, sobre todo, a los lectores críticos con nuestro actual sistema económico, con la tele-realidad que logra inmunizarnos frente a los problemas colectivos, a la ciudadanía sensible a la crisis ecológica y a aquella preocupada por la crisis energética que está a punto de dar un frenazo que nos estampe contra el cristal del coche.

Artigue, como el Bradbury de Fahrenheit 451, vaticina un futuro que ha pasado. Para su delitante novela, saca de la chistera de la Historia los despiadados Autos de Fe, ejecuciones públicas con las que combatir, en esta ocasión, a los miembros de una sociedad secreta anticapitalista; pero es que además echa mano del mítico manual Malleus maleficarum –publicado por los inquisidores alemanes en 1484 para la persecución de brujas y hechiceros– con la intención de legitimar una disparatada caza de individuos revolucionarios y anti-sistema. ¿Y a qué se debe tanta violencia estatal, se preguntarán ustedes? Al enigma que envuelve a la ciudad toscana de Silenza (Silencio), envuelta en una noche perpetua; misterio que investiga un narrador genial (hiperactivo e hipocondríaco), un chistoso Cicerone que nos guía, a golpe de fotos, por las callejuelas, castillos, basílicas y catedrales que ocultan los más sórdidos secretos, al que llaman en el gremio periodístico: el Sabueso Informativo. Sobre él descansa la responsabilidad de descubrir si ese Reino de las Sombras es fruto de “un trastorno climático, astrofísico o bíblico”. 

Y es aquí, precisamente, donde Artigue se luce actualizando las denuncias de una espléndida obra renacentista: El diálogo de las cosas acaecidas en Roma, de Alfonso de Valdés. Si el secretario imperial justificaba el saqueo de la ciudad santa (perpetrado por los tercios españoles en 1527) como consecuencia de su corrupción moral (no en vano, se había convertido en una “gigantesca máquina financiera”, Ana Vian dixit), Artigue baraja la misma hipótesis para la crisis civilizatoria de la que habla en su libro (“este mundo en crisis también está adorando con adherencias místicas a su dios: un dios economicista, neoliberal, ultracapitalista partidario de las privatizaciones, de la reforma laboral semiesclavizante…Sí, adoran a los dioses de Wall Street, del Banco del Vaticano…”) y cuyo resultado son los delitos sin cuento que transcurren de noche. ¿Serán la violencia y al caos un anticipo del Apocalipsis, como denunciaba Lactancio en la obrita valdesiana? ¿Será la noche un símbolo de nuestra ceguera política, del apagón energético que nos está esperando, de la soberbia y vanagloria que enturbia los corazones del supuesto homo sapiens, o de esa noche oscura del alma que precede a la luz (el regreso a la espiritualidad), tras conocerse, purgarse y enmendarse?

Como quiera que sea, se ve que Luis Artigue se lo ha pasado de maravilla escribiendo su libro. No sin concesiones a la novela juvenil (se trata, además, de una edición bellamente ilustrada), el escritor leonés sumerge a su fotoperiodista en un infierno poblado por personajes a menudo caricaturescos: científicos, catedráticos, alcaides de castillos, celadores de manicomios, comisarios, líderes religiosos tecnoevangelistas y una mujer fatal que es una incógnita.

Donde siempre es medianoche es una novela divertida, crítica, inteligente y trepidante. Mientras célebres editoriales propulsan obras insulsas de sobremesa, Pez de Plata ha publicado una novela maravillosa, auto-reflexiva (el propio libro sirve de terapia a su protagonista, asesorado a su vez por su psicólogo, que le corrige el manuscrito y afea su estética algo gore), en diálogo con dos ricas tradiciones literarias: la culta y la popular.
 
Luis Artigue ha sido nominado por este libro al Premio Ignotus. Desde aquí le deseamos la mejor de las suertes.


Esta reseña ha sido publicada en la revista digital Oculta Lit. Podéis leer el artículo AQUÍ


martes, 4 de junio de 2019

Publico en la revista Estación Poesía

Foto Efi Cubero


Tengo el honor de que el escritor Antonio Rivero Taravillo haya vuelto a contar conmigo para publicarme un poema inédito en la revista Estación Poesía. La nómina del número es maravillosa. Comparto espacio con José Emilio Pacheco, Francisco Díaz de Castro, Martín López-Vega, Joaquín Pérez Azaústre, José Luis Rey, Rosa Berbel, Javier Lostalé o Vanesa Pérez-Sauquillo, entre otros autores. 


lunes, 3 de junio de 2019

Jurado del "I Premio Internacional de Poesía Joven Elvira Daudet"


Actas:
 
Reunido en Madrid, a 2 de junio de 2019, primer aniversario del fallecimiento de la escritora Elvira Daudet, el Jurado del “I Premio Internacional Elvira Daudet para poetas jóvenes”, compuesto por Jaime Alejandre, como presidente, Esther Peñas, Julio Castelló, Enrique Gracia y Ariadna G. García, como vocales, y actuando como Secretaria y representante de la Editorial Evohé, con voz pero sin voto, Sandra Delgado, ha decidido, por mayoría, otorgar el “I Premio Internacional Elvira Daudet para poetas jóvenes” al libro:

“Es preciso reponerse de la tristeza”, cuyo autor a resultado ser Leonardo Agustín Reyes Jiménez.

Leonardo Reyes Jiménez nació en Santo Domingo (República Dominicana) en 1991 tiene su domicilio en Collado Villalba (Madrid). Empezó sus estudios de Filosofía en su país natal, los continuó en Guatemala, y en España obtuvo el Grado en Filosofía por la UNED. Junto a la filosofía, sus temas de mayor interés son la poesía y la literatura. Forma parte del Club de Poesía Carmen Conde (Collado Villalba, Madrid) y ha participado en diversos recitales. Su obra aún permanece inédita hasta este momento.

El jurado ha destacado: “el carácter globalizador de los poemas, encontrando a través de referencias locales representaciones de escala general donde todos los humanos pueden reconocerse en sus sentimientos y experiencias; así mismo destaca el jurado cierto enfoque social y solidario de los poemas, y el uso del lenguaje fresco en la localización espacial, el léxico y el metro como recurso para conmover, en un claro exponente de un estilo latinoamericano. También destaca la complejidad de las referencias literarias del imaginario del autor (Zagajewsky, Nietszche, Baudelaire, Rilke, Bukowski, Fichte, Kafka, Tosltói, Mann, Sédar Senghor, Ahmed Faraz, Croce, Todorov), y el acertado uso del versículo. En definitiva se ha destacado por el jurado el tono elegiaco del libro, la línea temática clásica (paso del tiempo, interioridad, arrobo contemplativo de la naturaleza) pero desarrollado con imágenes, y el lenguaje poético actual”.

El presente fallo se hace público por la presente acta procediéndose a la comunicación al interesado y a los correspondientes medios y redes de comunicación social.

De acuerdo con las bases del premio, el libro ganador será publicado por Ediciones Evohé en su Colección Evohé Desván.


El premio (Diploma acreditativo, así como 50 ejemplares de la obra premiada, en concepto de derechos de autor) se hará efectivo en la presentación pública oficial de la edición del libro ganador, cuya organización correrá a cargo de Ediciones Evohé. La fecha y lugar concretos del acto público de entrega se comunicará oportunamente por la editorial Evohé, convocante del premio, pero en todo caso tendrá lugar antes del 31 de diciembre de 2019.

En Madrid, a 2 de junio de 2019

domingo, 2 de junio de 2019

En recuerdo de la presentación de El año cero

Me presenta el escritor David Pérez Vega


Hace ya 22 años que publiqué mi primer libro, Construyéndome en ti. En ese tiempo he sacado 17 títulos de los más variados géneros (poesía, novela, edición de clásicos y traducción). Desde aquí agradezco a las amigas y amigos que me vienen acompañando desde entonces a cuantas presentaciones hago de mis obras. 

Dejo aquí una fotografía, a modo de recuerdo, de la puesta de largo de mi nueva novela, El año cero, publicada por Ménades. 

El libro puede comprarse en papel (bellísima edición) o descargarse en e-book (por 4.99 euros). Os dejo el enlace a la editorial. Aquí.

Pronto la fecha de una nueva presentación, esta vez, a cargo del novelista Roberto de Paz.


¡Se agradece la difusión!

Saludos.