Cómo guardar ceniza en el
pecho, Miren Agur Meabe. Traducido por
ella. Premio Nacional de Poesía. Barteby. 2021. 210 páginas.
¿Qué nos atrae poderosamente de
nuestros clásicos? Cuando leo al Arcipreste de Hita, a san Juan de la Cruz o a Federico García Lorca me fascina la pirotecnia de sus imágenes, el rico
mosaico de tradiciones que convergen en sus textos, su irreverencia para
combinar texturas a su antojo sin importar su origen, sino los efectos que
producen en la comunidad lectora. Son eclécticos, hacen malabares con todo lo
que encuentran: mezclando en el mortero ingredientes de la alta y baja cultura,
lo popular y lo filosófico, lo grave y lo ligero. Rojas, Cervantes o Góngora eran
exploradores de caminos estéticos. Esa misma actitud desprejuiciada, subversiva
e indagadora la encontramos en el último premio Nacional de Poesía, concedido
al libro Cómo guardar ceniza en el pecho, de la autora vasca
Miren Agur Meabe (Bartleby, 2021).
El poemario aborda distintos
motivos temáticos, que van desde el recuerdo de la infancia, a la reflexión
metalírica o a la denuncia de la civilización occidental. En uno de los poemas
finales, “Un gin tonic en Miramar con la señora Atwood”, el sujeto que enuncia
enumera los asuntos sobre los que escribir: memoria, genealogía, violencias
desamor, muerte y el enigma de la
poesía. Debicki (1977)
señalaba que los verdaderos autores exponen en sus libros los andamios y
materiales con los que construyen sus obras, para a continuación hablar de
ellos. Meabe explicita sus preocupaciones, e incluso especifica sus
preferencias de estilo:
El del gentil árbol que se
multiplica en sus ramas y hojas.
El del charco turbio donde flotan
la lata y la rata. (p. 190)
Lo sublime y lo escatológico. Lo
bello y lo macabro. La dualidad recorre el poemario. Para disfrutar su lectura
es necesario saber antes que la travesía se verá zarandeada por las olas, que
no es monocorde, sino variable; de ahí su dificultad, pero también su
atractivo. ¿Cómo iba a ser uniforme si trata de integrar las complejidades de
la existencia, el pulso que mantienen vida y muerte, la “abundancia y la
carencia”? En el mejor poema del libro, “Naturaleza muerta” (p. 194-197),
encontramos las claves para su cabal comprensión.
“El equilibrio es un ideal
huidizo e inexplicable” (p. 199), confiesa la autora. Cómo guardar ceniza en
el pecho indica en qué consiste nuestra
fragilidad, tanto individual como colectiva. Y lo hace recurriendo a la
heterogeneidad de registros y tonos. Así, Meabe mete en su coctelera
redacciones infantiles con rimas en eco (“Día de escuela”), parodias del Padre
Nuestro (“Oración” elogiosa dedicada a Mary
Blair, pintora de desnudos; si Meabe hubiese nacido en el siglo XVI a estas
alturas ya se le habría abierto un proceso inquisitorial por blasfemias; hoy despertará
la inquina entre los votantes de VOX), epitafios (“Un epitafio al estilo de
Dorothy Parker”), epístolas (“Los encajes de Lucy”, “Cinco cartas sobre los
dolores del parto”), los movimientos de un partitura (“La muerte y la
doncella”, cuarteto de cuerda nº 14 de Franz Schubert), elegías
(“Elegía para dos Milias”), una carta de presentación (“Je suis, ni naiz”), un manual de instrucciones (“Instrucciones para
andar en la ciudad”), una colección de haikus (“Canción de cuna”), baladas
(“Balada polisexual”), inscripciones (“Inscripción oculta bajo la tapa de la
caja”), libretos (“Enésimo sueño antes del olvido”), un libro de horas
(“Delirio”), una crónica (“Crónica” de un amor acabado en el contexto general
de una pandemia que va segando vidas y generando ausencias), una canción de
Queen (“El pájaro del Rock)…
¿Y qué une todas estas piezas,
aparentemente desligadas unas de otras? Antes comentaba que ponían el foco en
la fragilidad humana. Ahora recalco que tienen en común su carácter
crítico. Tampoco falta su reivindicación de una genealogía artística femenina.
Son muchas la autoras que Meabe visibiliza en sus textos (poetas, novelistas,
pintoras, fotógrafas, cineastas); aquí sigue la estela de Juana Inés de la
Cruz, otra gran defensora del legado intelectual y artístico
femenino.
Juan Cano Ballesta (1972) insistía en que los buenos escritores son
conscientes de su responsabilidad social, y ponen sus obras al servicio del
compromiso civil. Miren Agur Meabe trasciende sus circunstancias personales
(que también tienen cabida en el libro, sobre todo en las secciones Un álbum
y Esa puerta, centradas en la
infancia y en el desamor) para construir un poemario total, que pretende
transformar la convivencia.
Para ello, la autora vasca no
duda en recurrir a las alusiones culturales. A menudo son citas de títulos; en
otras ocasiones, refencias a autoras; y a veces actualiza mitos clásicos
(Casandra) o utiliza a personajes de ficción con valor simbólico (la teniente
Ripley).
Cómo guardar la ceniza en el
pecho es un libro variado en lo temático,
en lo estético y en lo compositivo; polisémico, dada su naturaleza híbrida. Su
lectura aventa la ceniza interior, esa de la que una renace en forma de Ave
Fénix.