El vigente sistema estatal de acceso a la función docente
debe ser modificado. Desde hace años, los profesores interinos venimos
reclamando el NAD, un nuevo acceso más razonable y justo que el tenemos ahora.
El NAD pide la no caducidad de notas de los opositores, de modo que se les sume la nota de
baremo para entrar
directamente en la lucha por una plaza. Esta petición es de sentido común. ¿Por
qué un profesor debe demostrar convocatoria a convocatoria que posee unos
conocimientos, unas destrezas y unas habilidades pedagógicas que ya ha
demostrado que tiene? ¿Por qué una docente debe aparcar su vida, dejar en la
cuneta las horas dedicadas a sus hijos, a sus aficiones, para preparar una
oposición que ya ha aprobado en varias ocasiones? ¿Qué castigo es ése? El NAD
está pensado para poner fin al castigo de Sísifo que los profesores padecen, y
por el que sale perdiendo tanto el claustro como los estudiantes. Si los
profesores tienen que encerrarse en casa para repasar unos temarios, ejercicios
y una programación que ya han demostrado que dominan, ¿quién sale perdiendo?
Para empezar, ellos, que ven frustrados sus planes de presente; en segundo
lugar, sus familias, que dejan de su gozar de una piedra angular en casa; pero
en tecer lugar, los estudiantes: lógicamente, un profesor enfrascado en una
oposición carece de tiempo y fuerzas para innovar y proponer actividades
atractivas a sus muchachos.
Por eso es razonable dejar la nota más alta que haya
alcanzado cada opositor a lo largo del tiempo. El que quiera superarla sólo
tendría que presentarse voluntariamente a la oposición, pero ésta no sería
obligatoria para los demás.
Un profesor que ha aprobado de manera sistemática todas
las convocatorias de los últimos ocho años, ¿no ha demostrado ya su valía?
¿Cuántas veces la ha demostrado el que se sacó la plaza a la primera porque ese
año se ofertó un número altísimo de puestos? Los dos forman parte del sistema,
se enfrentan a los mismos problemas, imparten sus clases con la misma
profesionalidad, ¿por qué a uno se le obliga a demostrar año tras año sus
conocimientos y aptitudes, y al otro no?
Si yo he sacado un 7 en un proceso selectivo y me quedé
sin plaza porque ese año sólo se ofertaron 27, y otro opositor, pongamos que
con otro 7 (o un 6 o un 5), sí se la sacó porque ese año se ofertaron más; ¿qué
nos diferencia? ¿La suerte de haber sacado la nota adecuada en la oposición
precisa? ¿Y por eso yo he seguir
penando, con la misma nota o incluso más que él? Qué sistema de selección es
éste. ¿Qué culpa tengo yo de que sacasen un número ridículo de plazas el año
que saqué mi mejor nota? Si esa convocatoria se hubiesen dado 200 plazas en vez
de 27 o 3, yo ya estaría dentro; y como yo, otros muchos compañeros que han dado
lo mejor de sí en unas oposiciones muy duras, con unos criterios muy exigentes,
y que se merecen mayor respeto hacia su sacrificio y el de sus familiares.
Desde aquí os pido la máxima difusión (y defensa) del NAD
para acabar con el castigo que obliga a los funcionarios interinos a subir la
piedra de la oposición todos los años, lo que repercute negativamente en sus
vidas y en la vida de los centros.
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