Antología. Juana Inés de la Cruz

jueves, 18 de agosto de 2016

El sueño de Einstein


 El sueño de Einstein. Jenaro Talens. Salto de Página. 2015. 176 páginas. 13,50 euros.
  

Jenaro Talens es uno de los poetas decisivos de la Generación del 70, autor de una obra experimental, hermética y reflexiva. Exatleta (velocista que a punto estuvo de acudir a la Olimpiada de México del 68), profesor universitario en varios centros europeos y americanos, experto en novela picaresca y viajero infatigable, tiene una biografía tan indómita como lo son sus libros de poemas. Clásico en vida (su quehacer lírico ha sido antologado en la colección Letras Hispánicas de Cátedra con el título Cantos rodados. 1960-2001), en la actualidad dirige, junto a Clara Janés, la colección de poesía de la editorial Salto de Página.

El sueño de Einstein es un extenso libro formado por poemas en prosa. Los textos tienen un impecable sentido musical, y es fácil reconocer en ellos la presencia camuflada de versos de distinta medida. El propio Jenaro ha confesado que su padre, clarinete del ejército, fue quien le inculcó la importancia del ritmo. Las piezas son una suerte de baúl donde el poeta ha reunido recuerdos de diferentes épocas, “tal vez contarlo impida que los borre el viento” (pag. 148). Así, nos encontramos cara a cara con aquel pequeño Jenaro que estudió con los maristas, aprendió solfeo, vivió los sinsabores de la posguerra (la “sinrazón”, “la tristeza del rosario”, el “aburrimiento” de una sociedad negada a la eclosión del entusiasmo, a las innovaciones o a la curiosidad, llena de “casas en las que habitó el odio a lo desconocido”), descubrió el misterio que encerraban los libros de la biblioteca, soñó otras vidas, recorrió con su panda de amigos tanto los territorios reales (cuevas donde el pueblo se escondía al escuchar las sirenas para resguardarse de los bombardeos) como los fantásticos (qué cerca aquí el poeta de Ray Bradbury: “Pertechados los unos con armas de juguetes, los otros con gomeros, buscábamos culebras, dragones, lagartijas y animales salvajes a los que vencer”, de Beiro, pág. 67). Jenaro nos habla de un mundo extinguido, el propio y el ajeno. Los pecados de entonces se han desvanecido. El niño le palpa la rugosa memoria por dentro, tratando de salir al exterior. El hombre en que se convirtió, también. El sueño de Einstein tiene mucho de holograma: cada parte contiene al todo, las distintas perspectivas conviven en un mismo espacio-tiempo (el libro, ahora). Eso sí, es una existencia opaca, enneblinada, fantasmagórica; de ahí que Talens recurra a un estilo visionario, yuxtaponga imágenes, fragmente la mirada o evoque más que narre. Además de la memoria, el poeta aborda otros asuntos: el paso del tiempo (“Dime tú ahora, tiempo que me sumergiste sin contemplaciones en la vorágine del devenir, ¿me escuchas?”, de La densa bruma del conocimiento, pág. 31), la muerte (“Eres tan sólo el intervalo, el antes de un después”, pág. 130), el deseo, el miedo, el amor (precioso el texto dedicado, supongo, a sus padres: “Se amaron. Semanas. Meses. Años. Fueron felices juntos tanto tiempo que apenas sí pensaban en la amenaza frágil del adiós. Juntos también envejecieron mientras caminaban por descampados y por sementeras, cogidos de la mano y sin mirar atrás”, de Futilidad de la melancolía, pág. 72). 

El sueño de Einstein es un libro extraordinario. De los que se plantean preguntas y nos las hacen, de los que se enfrentan a la verdad y nos ponen un espejo delante para que compartamos emociones y anécdotas. No en vano, Jenaro Talens, al igual que Antonio Machado, expresa genialmente con su libro “los universales del sentimiento”.



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