Napalm (2001. Premio Hiperión) trata sobre la forja de la
identidad. De herencia barroca, el libro alerta sobre la alienación a que
conduce un modelo social basado en la asunción de roles y en la pseudolibertad.
El espacio y el tiempo que vertebran la obra se convierten en símbolos de dos
modos de ser y de estar en el mundo: el coherente o auténtico –el sujeto lírico
es dueño de su vida y se conduce por el libre albedrío– y el enajenado, enfermo
o psicópata. Cada una de estas perspectivas, a su vez, se caracteriza por un
lenguaje, una estética y un tono diferentes. Así, el poemario se mueve entre
contrastes: simbología natural/urbana, lirismo/ironía, estilo
surrealista/coloquial, conciencia/inconsciencia, esfuerzo/inercia, luz/sombra,
cordura/locura, pasado/presente… Obra coral, cada voz alienada se erige en antimodelo de
conducta, o si se prefiere, en modelo por reacción; las deudas de la novela
picaresca son evidentes: cada personaje realiza un repaso de su vida con un
sentido crítico y un propósito de enmienda que nunca llegará a realizarse. Por
ello, la voz que abre el poemario se dirige al lector para advertirle del
peligro de la apatía y de la inacción; le apela para que haga uso de su libre
albedrío y detenga su frustración existencial, acabando así con los imperativos
sociales (afectivos y laborales) que lo anulan. Cada relato autobiográfico, por
otra parte, recibe la herencia del cuento fantástico del escritor argentino Julio
Cortázar, de
modo que al final de los mismos irrumpen elementos que proceden del sueño, del
instinto y de lo irracional. Todos estos materiales se estructuran con la
libertad compositiva que encontramos en el mundo del cine, tan propenso a los
cambios narrativos ágiles y veloces (pensemos en Pulp Fiction, de Quentin Tarantino), metáfora del ritmo vertiginoso
que viven las ciudades. De las decisiones que tomen los lectores tras conocer a
los cuatro protagonistas del poemario (dos mujeres y dos hombres representantes
de la España de entresiglos, condicionados por los prejuicios y por la economía
de la época) dependerán no ya sólo sus respectivas vidas, sino el devenir de
todos; porque la sociedad es la suma de las individualidades. Por tanto, pese a
la nota pesimista de las historias relatadas, el libro desprende una confianza
absoluta en la capacidad que tiene la humanidad para perfeccionarse –y esta fe
es típica del Renacimiento–: de ahí que exista el libro. En la trastienda de Napalm resuenan las voces de Rosario
Castellanos (que
aboga por la independencia de la mujer) y Roque Dalton (cuyas obras destilan compromiso
civil).
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