Con
frecuencia los libros no se buscan, se nos imponen. Una sensación concreta en
un lugar determinado puede convertirse en el detonante de un texto, y este
primer poema, a su vez, con sus nuevos tonos y temas puede anunciarnos que el
horno de la mente ya está listo para que lo llenemos de palabras. Un viaje a
Finlandia, al que siguieron otros, fue el detonante, el temporalizador y la
carga explosiva de mi nuevo libro de poemas: La guerra de invierno (Premio Internacional de Poesía
“Miguel Hernández-Comunidad Valenciana”), que pronto verá la luz en Hiperión. El frío, la
nieve y el silencio del país nórdico me produjeron un sinfín de emociones,
positivas y negativas. La inmensidad, el asombro, la belleza, el recogimiento o
la plenitud, encontraban su reverso en la amenaza, el pánico, la angustia, el
vacío, el peligro o la muerte. Y todas ellas eran simultáneas. Con estos
ingredientes emocionales comencé a preparar la masa de mi poemario. Pero en la
lírica, además de los afectos, me interesan las ideas. Existen dos modelos de
conductas: la competición y la cooperación. El primero enfrenta a los individuos, el segundo
los une. En Finlandia, debido a la meteorología, la sociedad ha estrechado sus
lazos para garantizarse la supervivencia. Y este es uno de los valores que
defiendo en mi libro. Si la guerra ruso-finlandesa es una metáfora de la lucha por los recursos, del sálvese
quien pueda, del
darwinismo y
de la destrucción de competidores, encontramos en el libro otros poemas en
sentido contrario, que nos hablan de la solidaridad humana y de la colaboración
por el bien común. Dos modelos humanos. Dos modelos políticos. España.
Finlandia. Mientras aquí se desmantela el estado del bienestar y se privatizan la Educación o la Sanidad
públicas, nuestro vecino del norte puede alardear de tener el mejor el sistema
educativo de Europa: 99% público y gratuito. Mientras aquí los políticos (PP) desprestigian a los docentes,
nos llaman vagos, nos
acusan de falta de conocimientos, despiden a miles de profesionales (los
eufemísticos recortes) y hacen contratos precarios a los funcionarios interinos (de media
jornada –es mi caso–, tercios y cuartos), en Finlandia se prestigia la imagen
de maestros y profesores, auténtica columna vertebral que garantiza la
estabilidad de un país, su democracia. Con 11 millones de españoles bajo el
umbral de la pobreza y 6 millones de parados, hoy más que nunca son necesarias
la solidaridad y la colaboración; un Estado que integre a la ciudadanía, que la
cuide y proteja; una Educación pública sólida y de calidad, que otorgue las
mismas oportunidades (laborales, sociales) a las personas sin importar su
origen. Lo contrario es la polarización, la exclusión, el desamparo y el
abismo.
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