Estamos acostumbrados
a encerrarlo todo en conceptos y categorías, pero la vida, probablemente, está
más cerca del haiku, del misterio, que de la
racionalidad. Todo accidente tiene que tener una causa, un origen, una
explicación. Siempre buscamos un culpable, alguien a quien responsabilizar.
Pero sucede que no siempre las cosas pueden explicarse, simplemente, pasan. Y
tenemos que admitir esa incertidumbre. Aunque en Occidente no estamos
preparados. Los griegos eran más inteligentes. Todo lo que ocurría era por obra
de los dioses. Nos arruinó el siglo XVIII y el optimismo en que el Hombre podía
controlar su vida. No hay nada bajo nuestro control. Hacemos equilibrios encima
de una ola. Toda idea de seguridad es falsa. Las cosas casi nunca permanecen.
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