Mi poemario Sublevación se titulaba, en realidad, Sublevación de un alma fragmentada. Fue por consejo de mi editor, mi querido Manuel Borrás, que lo recortamos hasta dejarlo en una palabra, en un concepto abstracto sugestivo y potente. Sostenía, y mantengo, que nos falta tiempo para encontrarnos a nosotros mismos. Es más, estamos desvinculados los unos de los otros. Nos faltan proyectos comunes y objetivos ilusionantes; y no será por falta de pretextos, sino por ceguera. Hemos perdido la noción estoica de la ciudad humana. Vivimos en un mundo globalizado en lo externo, en el envoltorio, pero profundamente individualista. Los valores de la sociedad consumo nos aíslan y nos fuerzan a competir. Los grandes ideales de la fraternidad, la compasión y el vínculo que nacieron hace miles de años, de manera simultánea, en Oriente y Occidente se han venido abajo. Por eso trabajé en mi poemario. Se trata de un intento de invitar a los lectores a la re-ligación. Y de ahí que sus breves poemas fragmentados recojan símbolos de la mitología griega, de la cultura china, de la hindú, de la cristiana... En resumen: de la época Axial, en que la Humanidad llegó a soñarse unida. Un símbolo capital de Sublevación es la miel, de origen órfico. Representa el renacimiento de quien se conoce a sí mismo. Aparece ya en el primer poema y se recupera al final, tras el viaje interior del sujeto que enuncia. La alusión a Deméter que aparece en el último poema ("campos de cereales") también hemos de interpretarla como un símbolo propio de los misterios de Eleusis, relacionado con esa primavera del espíritu. Por otra parte, a través del léxico también pretendía buscar lo que queda en nosotros del alma de nuestros ancestros. El castellano es rico en términos prerromanos. Sobreviven en él palabras milenarias. ¿Por qué? Porque nos importan. Nos recuerdan la importancia de la lealtad ("perro"), la humildad indispensable para la remodelación ("barro"), la exposición constante a los peligros ("barranco", "borrasca"), la soledad que nos acompaña ("páramo") o la esperanza de los nuevos comienzos ("abedul"). Mi trabajo con el lenguaje es intenso en el libro. En el vocabulario se ocultan antiguas formas de ver el mundo que necesitamos. Yo trato de revelarlas. De ahí la importancia en Sublevación de la miel, los dragones, las uvas, los diamantes, las fuentes, los laberintos... Necesitamos, con urgencia, construirnos de otro modo. En la cultura universal están las claves de ese proceso alquímico, que nos transmuta en oro:
No existe una palabra
más subversiva: rompe
la celda que habitamos, la prisión
que nos confina dentro de nosotros.
Nombrarla exige mucha
responsabilidad. Es salirte de ti,
convertirte en la nota que arde y vibra
incendiada por otras. Piensa bien
en su significado
antes de contestarte a esta pregunta
y sumergirte en oro:
¿Eres amor?
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