Antología. Juana Inés de la Cruz

jueves, 1 de junio de 2023

Klara y el sol


Klara y el sol, Kazuo Ishiguro. Anagrama. Traducción Mauricio Bach. Anagrama. 2021. 333 páginas.

 


 

Son muchas las novelas de ciencia-ficción que han tratado el motivo de la inteligencia artificial. En ocasiones, desde el punto de vista de la rebelión de las máquinas contra los humanos al cobrar conciencia de sí mismas (2001, Una odisea espacial, de Arthur K. Clarke; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philp K. Dick; trilogía del “Parásito”, de César Mallorquí); en otros casos, desde la exploración de las varias posibilidades funcionales que pueden tener los androides más perfectos (Sinsonte, de Walter Tevis; el ciclo de “La Tierra”, Jordi Serra i Fabra). El cine, por su parte, ha llevado también a la gran pantalla películas que abordan los mismos temas. Así, en cintas como Terminator, Matrix o Blade Runner los robots con autoconciencia suponen una amenaza para la especie humana; mientras que en Inteligencia Artificial, Megan, Star Trek o Alien el Octavo pasajero poseen diferentes prestaciones con las que ayudarnos en diferentes campos (doméstico, científico).

 

Hoy día el tema de la AI está moda. Los profesores de instituto, sin ir más lejos, ahora preferimos que el alumnado redacte sus ensayos en el aula para evitarles la tentación de que recurran al ChatGPT. También sabemos que un buen número de adolescentes prefieren recurrir a esta aplicación con el fin de encontrar un interlocutor anónimo con el que desahogarse y al que contar sus penas, en sustitución de la familia.

 

Pero si la sociedad vive momentos de inquietud respecto a la IA no es por el fraude académico de un grupo de alumnos, sino por los riesgos que podría acarrearnos que las máquinas pudiesen acabar descifrando los complejos mecanismos de la mente humana y nos reprodujesen.

 

Kazuo Ishiguro reflexiona en su última novela, Klara y el sol, sobre la posibilidad –o no– de que los futuras mentes digitales se igualen a las nuestras. Su obra nos invita a la búsqueda de respuestas a la siguiente pregunta: ¿Qué nos hace humanos? Poseemos un cerebro maravilloso dotado de memoria, sentimientos, intuiciones y capacitado para la construcción de pensamientos. Por si fuera poco, cada uno de nosotros somos diferentes de los demás, lo que –en principio– nos convierte en seres únicos, en mujeres y hombres con identidades propias, originales y exclusivas. Pero, ¿esto de así de verdad? ¿No podría un cerebro electrónico copiar nuestro espíritu?

 

Klara  el sol se localiza en un futuro próximo, en el que los humanos conviven con los robots. Estos últimos se dividen en dos tipos: los B3, ya obsoletos, y los B4, de última generación. En cuanto a nuestra especie, está estratificada en sendos bloques. Los seres “mejorados” poseen mayores posibilidades de sobrevivir en sociedad. A ellos se les reservan las plazas en las universidades, así como los puestos mejor remunerados. Luego están aquellos otros que no han tenido modificaciones. Ni qué decir tiene que el sistema económico que dibuja Ishiguro es el del capitalismo salvaje. El nivel de renta reparte las cartas de la prosperidad o del fracaso.

 

Como viene siendo habitual en las novelas del escritor británico, la infancia adquiere el protagonismo de la obra. Josi y Rick pertenecen a esos mundos encontrados. Sus madres, a su vez, viven atormentadas por el sentimiento de culpa, si bien es verdad que por razones distintas. En el primer caso, porque las “mejoras” en Josi la tienen al borde de la muerte (su hermana falleció por dicho motivo); en el segundo, porque las dotes intelectuales de Rick no pueden desarrollarse en toda su plenitud por el nudo de prejuicios existentes contra los humanos rasos.

 

El puente entre ambos será Klara, la androide encargada del cuidado de Josi, una B3 observadora e inteligente, programada para el aprendizaje y la comprensión del alma humana. 

 

El conflicto de la novela descansa en el cuestionamiento de la legitimidad de desear que un ser amado perviva a cualquier precio. ¿Es ético? Pero más allá del debate moral, cabe hacerse todavía otra pregunta, de carácter técnico: ¿podría un doble, un muñeco electrónico, suplantar cabalmente la existencia de alguien?

 

Ishiguro siempre nos obliga a plantearnos temas controvertidos: si es preferible pasar página o revolver el pasado, comprometer tu arte a una causa política o evadirte… Y es por eso que sus libros nos gustan tanto. 


 

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