Antología. Juana Inés de la Cruz

martes, 27 de julio de 2021

Las crónicas del parásito (IV): La hora zulú

 

La hora zulú, César Mallorquí. SM. 2019. 222 páginas.

 

  

Lo primero que llama la tención del último volumen de la Trilogía del parásito es su extensión. Si nos fijamos, cada libro superar al anterior en número de páginas: 168>195>222. Esto se debe a varios motivos. Por un lado, la obra está tejida con cuatro tramas (A: operaciones llevadas a cabo por los protagonistas: rescates, huídas, emboscadas; B: “Operación Mago de Oz”: liderada por los wizars y cuyo fin es destruir al monstruo digital Miyazaki; C: “Proyecto Hefesto”, realizado por dicha Inteligencia Artificial, dirigido a la producción en masa de robots domésticos para garantizarse un soporte vital, una vez exterminada nuestra especie por una pandemia, cuyo agente infeccioso, Sokaris, ha sido creado en un laboratorio; D: eliminación de hackers a cargo de un sicario y sus secuaces). Además, César Mallorquí completa la transformación de Óscar, que evoluciona hacia una personalidad mucho más segura y hasta despiadada. También da brochazos que acaban de colorear a Ekaterina, guardaespaldas del joven mentado. Y por último, introduce en la novela nuevos personajes, entre otros: el coronel Hermann Holtzer, contratado para reducir a ceniza a la resistencia humana que combate a la IA; e Iván Bubka, mercenario que trabaja a favor de los buenos.

 

De esta manera, La hora zulú mantiene en equilibrio la balanza entre el bien y el mal: “Mago de Oz” frente a “Hefesto”; Tanaka, el padre intelectual de Miyazaki, contra su criatura cibernética; Bubka contra Holtzer. 

 

La obra se plantea como una carrera contra-reloj de los wizards para impedir que Miyazaki implemente su plan aniquilador. Obviamente, esa cuenta atrás acelera el ritmo del relato.

 

En esta tercera entrega de la saga, César Mallorquí vuelve a innovar en el planteamiento de la acción. Si bien es verdad que mantiene los narradores de Manual de instrucciones para el fin del mundo, ahora modifica su técnica narrativa. Hasta ahora, el veterano escritor acostumbraba a adelantarnos información con objeto de atarnos al libro; vamos, que nos lanzaba anzuelos. Ahora obra a la inversa. Narra episodios que nos resultan alarmantes por su contenido, y luego nos revela, por boca de Óscar, que eran trampas urdidas por los protagonistas.

 

Cabe destacar que Mallorquí se suma a la moda de la polifonía textual introduciendo en el discurso fragmentos de páginas web, blogs, periódicos y transcripciones fonéticas. Esta variedad de textos amenizan la lectura, y expande la mirada del lector hacia nuevos ángulos.

 

No puede faltar, tratándose de un libro del escritor barcelonés, alguna alusión a Tintín. En novelas anteriores, las aventuras del célebre reportero repercuten directamente en la elaboración de la trama, o por mejor decir, en su desenlace. Así, detrás de La isla de Bowen asoma la patita La isla misteriosa; y detrás de la puerta de Agartha se percibe la sombra de Vuelo 714 para Sidney. En el caso que nos ocupa, en cambio, la alusión es explícita (al Asunto Tornasol), y aparece en boca del trasunto de César Mallorquí. 

 

La hora zulú es un magnífico broche para una trilogía trepidante, inteligente y divertida. Desde luego, no sólo es recomendable su lectura para un público joven. La saga entusiasmará a todo aficionado/a a la ciencia-ficción. Que nadie piense que los guiños a Hal, Terminator o Neo encaminan la obra hacia un camino trillado. La amenaza no viene de las máquinas. Dorothy, la niña que acapara el último tramo de la obra (de la que no diré nada, y que, por su sabiduría y edad parece la melliza de Amaya La puerta de Agartha o de Azucena –El círculo escarlata), lanza un mensaje de advertencia sobre el destino aciago que aguarda a la humanidad futura, a una humanidad sin retos y sin ilusiones, aburrida de sí misma. La amenaza, por tanto, proviene de nosotros.

 

  

 

jueves, 22 de julio de 2021

Sublevación, recomendado por El Cultural


Son muchas las horas que una se pasa escribiendo, y son muchos también los sacrificios que se deben hacer para disponer de ese tiempo. Por eso, cuando un medio tan prestigioso como El Cultural publica una reseña de tu libro, o lo recomienda para leer en verano, no puedo dejar de agradecer esa atención recibida. Son miles los libros que se publican al año, y esa visibilidad -ese apoyo- supone un acicate para seguir trabajando en mis siguientes proyectos, que ya están en marcha.


Os dejo por aquí la reseña que el catedrático Túa Blesa publicó de mi último poemario, Sublevación (Pre-textos, 2020): 

https://elcultural.com/la-sublevacion-de-ariadna-g-garcia

Y también la lista de libros que el célebre suplemento cultural ha elaborado para estas vacaciones, donde se recomienda mi libro de poemas:

https://elcultural.com/avalancha-de-libros-50-titulos-para-sobrevolar-el-verano?fbclid=IwAR2Kz_1EiuMs8VVGSxRhv424NXwIGi-MSWHq9AN8fdzyR-wHbc1WXfsxFsA


Feliz lectura.


miércoles, 21 de julio de 2021

Las crónicas del parásito (III). Manual de instrucciones para el fin del mundo

 

Crónicas del parásito II: Manual de instrucciones para el fin del mundo

 

Tuvieron que pasar siete años para que César Mallorquí diese con un argumento que le convenciera para rematar El asunto Miyazaki. Esta continuación se reparte entre dos volúmenes, perfectamente cohesionados. De hecho, vieron la luz en el mismo año (2019). No es necesaria la lectura de la Estrategia del parásito para su completa comprensión, pues Óscar resume su contenido en los primeros compases de la secuela. Eso sí, es muy recomendable; sobre todo para comprobar cómo el escritor se supera a sí mismo en la escritura de su nuevo relato, mucho más compleja y sofisticada

 

La dificultad técnica de los nuevos libros es un aliciente que aumenta su disfrute.

Hoy analizaremos Manual de instrucciones para el fin del mundo.

 

El primer cambio sustancial con respecto a su predecesor descansa en el punto de vista. De la narración en boca de un yo protagonista, pasamos a la suma de voces, a la polifonía. Por un lado, se mantiene al narrador interno. Por otro, aparece narrador en tercera persona, omnisciente y multiselectivo; es decir, varía el foco de su relato, según el personaje del que hable. De esta manera, la novela consigue varios logros: enriquece la textura coral (pues cambian las coordenadas de percepción) y amplía las localizaciones espaciales, que ahora serán internacionales (Francia, Japón, Estados Unidos y España). Vamos: que la novela se ensancha hacia fuera e implosiona hacia dentro.

 

La segunda modificación está relacionada con la anterior. El relato diacrónico muta en relato simultáneo de escenas solapadas, más o menos compensadas a lo largo del libro.

 

La tercera novedad es metaliteraria. Me explico: Mallorquí, como antes que él Unamuno o Cervantes, se convierte en criatura de su propia narración. De este modo, se diluyen las fronteras entre el mundo real y el imaginario. También hará un cameo Pepa, su mujer.

 

Por último, César Mallorquí juega continuamente a ocultarnos información relevante sobre la historia y los personajes. Esto puede hacerlo gracias, como dije, a la incorporación de un segundo narrador, omnisciente. Esta voz se reserva datos para incrementar nuestra atención. Ojo: en muchas ocasiones no colmará nuestro deseo informativo hasta la última entrega de la trilogía.

 

Descrita la técnica, vayamos al argumento. Manual de instrucciones para el fin del mundo nos advirte, de entrada, contra la amenaza que supone Miyazaki: una inteligencia artificial surgida de Internet y que controla desde bases de lanzamientos de misiles a satélites espaciales… Este programa informático supone el mayor peligro al que la Humanidad se haya enfrentado. Debido a su elevada inteligencia, ha diseñado ordenadores cuánticos que le permiten evolucionar y crecer sin límites. En resumidas cuentas: se trata de un monstruo digital que ha puesto en su punto de mira a nuestra especie. Para doblegarlo, un grupo de háckers se esconde en un enclave oculto para diseñar una táctica de ataque. Trabajan bajo la protección y escolta de la mafia rusa. Será, precisamente, la guardaespaldas personal de Óscar, Ekaterina, quien contribuya a la evolución de este personaje, aunque no descrubriremos de qué forma hasta el último tomo.

 

En el punto culminante del libro, casi todos los personajes coinciden en la “colonia”, como cuando se aglutinan en la venta todas las criaturas del Quijote. Sobre las aventuras que viva cada uno nos informa al detalle La hora zulú, a la que dedicaré mi próxima reseña.

 

Manual de instrucción para el fin del mundo contiene todos los elementos que caracterizan a las novelas de aventuras: persecuciones, secuestros, asesinatos, fugas, investigaciones ilícitas y espacios que despiertan nuestra imaginación (laboratorios secretos, fábricas con extremadas medidas de seguridad o humildes habitáculos donde malviven háckers –un nuevo guiño a Matrix). 

 

En fin, el libro nos ofrece entretenimiento a la que invita a la reflexión sobre nuestra dependencia de la tecnología. Omito un tema capital que aborda el libro, porque quiero que lo descubráis vosotros. Tenéis una semana. Sólo os diré que está relacionado con la ingeniería genética y con ese complemento que todos llevamos al salir a la calle.

 

Y hasta aquí. Me despido con palabras de Garcilaso: “No me preguntes más, que lo diré”.

 

lunes, 12 de julio de 2021

Las crónicas del parásito (II). La estrategia del parásito

 


 La estrategia del parásito, primer volumen de "Las crónicas del parásito", nació en realidad como una novela autoconclusiva. Vio la luz en 2012. Está escrita en primera persona por su protagonista. Comienza in medias res. Y siguiendo una técnica habitual de Mallorquí, Óscar Herrera se dirige a los lectores en las primeras páginas del libro para despertar la curiosidad (tal y como hace el escritor en La mansión Dax o en La caligrafia secreta). Este propósito lo consigue con creces haciendo referencia la situación de peligro en que se ve inmerso. El joven tiene 22 años y estudiaba Periodismo cuando, de repente, su existencia sufrió un giro de 180 grados. El causante del mismo, en un principio, es su antiguo compañero de colegio, Mario Rocafort, un genio de la informática que le hace llegar a casa un misterioso pendrive; casualmente, pocas horas antes de morir en un accidente de moto. En segunda instancia, el detonante que hace volar su vida en mil pedazos es Miyazaki.

 

El objetivo de Óscar es localizar al desaparacido director de tesis de Mario, a quien debe entregar la memoria USB. Esta contiene un par de archivos a cuyo contenido, cifrado, solo se puede acceder con una clave de acceso. En su búsqueda recibe la ayuda de Judit, la ex de Mario; una joven bellísima de aspecto gótico y experta en matemáticas. Y aquí entramos en un tema secundario de muchos de los libros de César Mallorquí: la defensa a ultranza de las capacidades intelectuales y físicas de las mujeres (caso también de La isla de Bowen o de La puerta de Agartha, entre otras novelas). A patir de este punto, al peligro que corren los dos personajes se suma su tensión sexual.

 

La pareja, como si fueran un par de detectives, van investigando todo lo concerniente a Mario, lo que les lleva a varias localizaciones (la Unidad de Atestados de la Policía, su casa de estudiante, la empresa informática Intracom, los chalets de Judit en Somosaguas y Aravaca, el domiclio de Francisco Melgar y el del propio Óscar). Estos espacios les aportan un montón de pistas y los meten en múltiples problemas.

 

Con un ágil sentido del ritmo basado en la sucesión de escenas breves, los cambios de escenarios, las conversaciones cortas y los incesantes actos delictivos que padecen los protagonistas o sus allegados, Mallorquí atrapa a los lectores hasta el desenlace.  

 

La estrategia del parásito aborda temas actuales, como el espionaje industrial o los peligros de la Red. Al igual que hiciera Julio Verne en sus célebres novelas, César Mallorquí aprovecha sus relatos para la divulgación científica y las explicaciones de conceptos (en este caso, informáticos: troyanos, hackers, crackers, bit, gusano, inteligencia artificial, computación cuántica, sistema binario-ternario, teraflops).

 

No será hasta casi el final del libro cuando un mensaje grabado por el difunto Mario revele qué es Miyazaki y alerte a la pareja protagonista del peligro que corre la humanidad.

 

El epílogo parace un homenaje a Matrix, con un Neo (Óscar) que asume la responsabilidad de comunicar a los humanos la realidad oculta.

 

Releído el libro con el objetivo de escribir una reseña de la trilogía, compruebo que el germen de las continuaciones está aquí, en su último tramo. Supongo que Mallorquí decidió tirar de los diferentes cabos de la trama para expandir el mundo que había construido, y para dar más minutos al gamberro de Black-Cat, un afamado hacker sin pelos en la lengua. Pero, sobre todo, en esta línea de meta se abren otras dos líneas argumentales que desarrollará el autor en los volúmenes II y III de las Crónicas: qué trama Miyazaki, que planean los buenos para neutralizarlo.

 

¿Os vais a perder esta trilogía?  

 

jueves, 8 de julio de 2021

Las crónicas del parásito (I)

“Las crónicas del parásito”, César Mallorquí. SM (2012-2019)

 

Hasta hace año y medio la Humanidad vivía dentro de una placenta de ignorancia. Como dice el agente Smith en Matrix, pagábamos nuestros impuestos, tirábamos la basura, paseábamos al perro y nos íbamos de viaje, al trabajo o de cena con despreocupación. Éramos felices en nuestra descomunal ignorancia del peligro que se gestaba en la sombra, aparentemente, muy lejos de nosotros, al otro lado del mundo, en un lugar recóndito en lo profundo de un bosque asiático a punto de ser derribado por buldócers.

 

Pero entonces, la amenaza cobró cuerpo, se propagó por el mundo, y la vida cambió hasta nueva orden. Y da la sensación de que será así por mucho tiempo. Tal vez décadas.

 Nuestra historia reciente parece escrita por un guionista de Hollywood. Cabría preguntarse cuántos giros inesperados tiene el argumento.

 Son muchos los escritores que a lo largo de los últimos 150 años se han planteado diferentes escenarios que ponían en riesgo la existencia de la especie humana. El miedo a la muerte es un obsesión que nos acompaña desde que nacemos, y son innumerables las páginas que le han dedicado miles de poetas. Sin embargo, al auge de la industria armamentísca al finales del siglo XIX, así como los avances científicos que tuvieron lugar entonces, dio lugar al nacimiento de un nuevo género literario, la ciencia-ficción, preocupado, entre otras cosas, no por la contingencia individual, sino por el aciago destino colectivo.

 En esa lista de autores ilustres no pueden faltar los padres fundadores: Julio Verne (El secreto de Maston, 1889) y H. G. Wells (La máquina del tiempo, 1885; La guerra de los mundos, 1898). El primero vislumbraba en el horizonte un desastre climático causado por la ambición del Hombre. El segundo presagiaba dos futuros igual de desalentadores: la degeneración de nuestra especie, que perdería su humanidad; y una invasión alienígena que nos reduciría a pulpa de naranja.

 Sin embargo, fue en el siglo XX cuando el género despuntó. Dos Guerras Mundiales y una Guerra Fría que se cobraron la vida de millones de personas dejó un considerable rastro de libros apocalípticos. Nunca se vio la muerte tan de cerca, ni tan grande.

 Quizás sea esta la razón por la que el siglo pasado nos legó un buen número de obras que vaticinan el fin del mundo, desenlace que se alcanza de multitud de formas:

 

  1. Invasión extraterrestre. Siguiendo la estela de H. G. Wells, destacan los volúmenes: El Kraken despierta, de John Wyndham (1953); Los genocidas, de Thomas M. Dish (1965); Ruido de pasos, de Jerry Pournelle y Larry Niven (1985).
  2. Creación de un agente biológico letal / guerra biológica. Caso de las novelas: El día de los trífidos, de John Wyndham (1953); Soy leyenda, de Richard Matheson (1954).
  3. Desastres naturales. Sobresale el ciclo “apocalíptico” de J. G. Ballard, en especial: El mundo sumergido (1962), El mundo de cristal (1966).  
  4. Contaminación. La sequía (1965), de Ballard, también. El cuento de la criada, de Margaret Atwood (1985).
  5. Holocausto nuclear / bélico. Deus Irae, Phillp K. Dick y Roger Zelazny (1976); Dr. Bloodmoney, de K. Dick (1965). Llamaremos la atención sobre dos títulos de carácter feminista: Caminando hacia el fin del mundo, de Suzy McKee Charnas (1974); La puerta del país de las mujeres, de Sheri S. Tepper (1988).

 

No faltan las novelas distópicas donde la guerra resuena de fondo, y aunque la especie humana todavía sobrevive, lo hace bajo estados totalitarios y anestesiada por los medios de comunicación de masas. Me refiero, claro está, a las magníficas 1984, de George Orwell (1949) y Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (1953), dos de las mejores narraciones del siglo pasado.

 Como era de esperar, el Séptimo Arte se hizo eco de la obsesión temática por el fin del mundo, y además de las versiones cinematográficas de algunos de los títulos citados, proyectó en las grandes pantallas obras originales como Terminator (1984), Terminator 2: El juicio final (1991), Mad Max (1979), Mad Max 2: El guerrero de la carretera (1981), Mad Max 3: Más allá de la cúpula del trueno (1985), 12 monos (1995) o Matrix (1999). Al cine le debemos, precisamente, una nueva manera de hecatombre humana: la sublevación de las máquinas.

 Con la entrada del nuevo milenio, y tras los atentados del 11-S, el mundo imaginó nuevas formas de autodestrucción. Me refiero a la amenaza zombie. Entre las películas que abordan este asunto tenemos 28 días después y Guerra Mundial Z.

 Desde la crisis financiera mundial de 2008, algunos de los mejores narradores españoles que tenemos en la actualidad han publicado obras apocalípticas, poniendo el género de moda. Me refiero a Emilio Bueso (Cenital), Ismael Martínez Biurrun (Un minuto antes de la oscuridad, Invasiones), Roberto de Paz (El hombre que gritó La Tierra es plana, Los valientes), Luis Artigue (Donde siempre es medianoche) o César Mallorquí (trilogía Las crónicas del parásito).

 Del postapocalipsis nos hablan autores como Carlos Sisi (en su serie Caminantes), José Antonio Cotrina (Deriva), María Zaragoza (Baba-Yagá) o Eduardo Vaquerizo (Nos mienten).

 Precisamente, fue en 2008 cuando se publicó el primer volumen de la distopía Los Juegos del Hambre (firmada por la escritora estadounidense Suzanne Collins), al que siguieron los exitosos En llamas (2009) y Sinsajo (2010).

 Con este panorama, se preveía complicado que surgiese una novela apocalíptica novedosa. Ya se había visto de todo.

 Pero por eso se considera a César Mallorquí un maestro de la narrativa presente: porque es ingenioso, domina la técnica, posee una vasta cultura y tiene un talento innato para romper los moldes heredados.

 En los próximos días, a razón de una a la semana, iré publicando las reseñas de los tres volúmenes de su trilogía apocalíptica Las crónicas del parásito.

 No me faltéis.

 

jueves, 1 de julio de 2021

Nos mienten

Nos mienten, Eduardo Vaquerizo. Barcelona, Fantascy, 2013. 

 

Sostiene Jorge Riechmann que a los occidentales nos resulta más asequible imaginar el fin de la especie humana que el final del capitalismo. Así de interiorizado tenemos el sistema económico que muy posiblemente nos conduzca al colapso. Son muchas las novelas y películas que abordan este asunto. Hoy me interesan destacar las que imaginan que la extinción se deba a un virus o a una bacteria letal. ¿Se acuerdan de las películas Cyborg (1984) o Doce monos (1995)? En ambas se habla de una pandemia mundial que ha reducido a mínimos a los seres humanos. ¿Les suena? Más recientemente, el tema se ha puesto moda entre los escritores españoles. La crisis energética y económica de 2008 fue un aviso para navegantes. Miles de personas comenzaron a preocuparse por el agotamiento de los recursos naturales que satisfacen la demanda de la población mundial. Las cuentas no salían. Éramos siete mil millones de almas exigiendo agua potable, consumiendo petróleo y suspirando por tecnología. Han pasado trece años desde entonces, y las cosas, como es evidente y notorio, han empeorado. La desvastación de ecosistemas y la destrucción de hábitats han soltado por el planeta un coronavirus que ha segado la vida de tres millones de hombres y mujeres. La Covid-19 ha encarnado la pesadilla que cineastas y novelistas habían creado en sus estudios para nuestro entretenimiento. Me refiero a autores como Ismael Martínez Biurrun, Eduardo Vaquerizo o César Mallorquí.

La primera de las obras narrativas de las que voy a hablar se titula Nos mienten; la firma el segundo autor mentado, y vio la luz en 2013 de la mano de Fantascy, la división de Ci-fi de Pinguin Random House.

Vaquerizo nos dibuja un doble escenario apocalíptico. Nos habla del colapso dentro del colapso.

La primera fecha clave data del 2035. Ese es el año en que desaparecen la Unión Europea y de la democracia española. En su lugar, gobierna los destinos de los antiguos ciudadanos comunitarios la Confederación Empresarial Paneuropea que puso a las guerras corporativas que asolaron el viejo continente (en las que se emplearon armas nucleares y se destruyeron ciudades enteras). Dicha confederación tiene delegaciones en todos los países de la extinta UE.

Tras aquel cambio, la civilización occidental cedió sus libertades a cambio de una falsa seguridad. Nos mienten se localiza en un Madrid distinto al actual, pero reconocible. En la cúspide del organigrama político se encuentra el Presidente de la Confederación empresarial madrileña. Justo debajo, distintas familias se reparten el poder en función de su actividad empresarial: los Ramoneda, que dirigen empresas biotecnológicas; los Villamil, abogados; y los Vaaden, que se dedican a la industria eólica. Cada familia cuenta con su propia policía privada. 

El mapa urbano también sufrió modificaciones. Lejos de la almendra central, en el extrarradio, crecen cinturones de pobreza y de solidaridad vecinal (donde ahora se localizan Alcorcón, Getafe, Leganés o Parla). La prestación de servicios públicos esenciales (alumbrado, escuelas, recogida de basura…) sólo se garantiza en Madrid capital. Este escenario no dista demasiado del que pinta Biurrun en Un minuto antes de la oscuridad, casualmente, también editado por Fantascy. 

En el centro, en cambio, los jóvenes disfrutan de gimnasios o bares, visten ropa de diseño, y viven en apartamentos minúsculos, pero perfectamente equipados con tecnología punta: paredes que se convierten en pantallas de plasma (guiño a Bradbury), sensores médicos integrados en el inodoro para calibrar la salud del usuario, y miniconsolas de conexión encefálica que ofrecen una percepción mejorada de la realidad, entre otras muchas cosas. 

Como ven, se trata de una sociedad polarizada, de donde ha sido barrida la clase media. Todo lo contrario de lo que leíamos en las novelas galdosianas. En este siglo XXI los autores tienen (tenemos) claro que la estratificación es lenta, pero imparable. 

Si ya hemos analizado el decorado, vayamos a los personajes. La protagonista de la obra es Nora, un veinteañera que trabaja como escolta para la familia Ramoneda. Está casada con Domingo, con quien comparte profesión y veinte maravillosos metros cuadrados. Otros compañeros del gremio han modificado su ADN para mejorar su rendimiento mediante el aumento de masa muscular, o la introducción en sus cuerpos de implantes biotecnológicos con objeto de ser más resistentes. Pero ellos aún no. (De este asunto nos hablaba ya Laura Gallego en su novela greenpunk Las hijas de Tara, 2006.) 

La trama del libro descansa sobre el descubrimiento que realiza Nora del proyecto “Cielo e Infierno”. Al frente del mismo, se encuentra las megacorporaciones que dominan el mundo. Es su respuesta al segundo colapso que se avecina, el que presumiblemente acabará con la especie humana. ¿La razón? La de sobra conocida y siempre ignorada: no hay energía fósil ni renovable para sostener el sistema, tampoco agua potable, ni es posible alimentar a los catorce mil millones de seres humanos que campan en el globo. Cuando lleguen la escasez y las hambrunas, se desatará tal nivel de violencia, que acabaremos por matarnos los unos a los otros (de fondo suena Cenital, de Emilio Bueso -2012-; y el testigo lo recogerá el José Antonio Cotrina de La deriva -2018). 

Por supuesto, la gente podría sublevarse contra ese destino aciago. De hecho, los poderosos temen ese rebelión. Así se lo confiesa a Nora el primogénito de la familia Ramoneda, Ernesto. El simple impago de las hipotecas acabaría con el castillo de naipes que sostiene a los ricos. Pero la ciudadanía, sostiene el joven millonario, está anestesiada, “es un animal entrenado para no morder”. 

Hace tres años, la escritora Marta Sanz publicaba una columna en El País contra la “resilencia”, contra nuestra capacidad de adaptación, vista la imposibilidad de que se operen cambios estructurales en nuestra manera de organizarnos. Vaquerizo denuncia la misma manipulación. ¿Por qué amoldarnos a cualquier circunstancia, por adversa que sea, e ignorar el futuro que nos aguarda si seguimos por la senda del crecimiento y la devastación? 

El proyecto “Cielo e Infierno” es una cápsula de salvación para la humanidad. Dado que la evolución natural ha desarrollado un homo sapiens imperfecto, se trata de que asegurar de que toda la hornada original sea aniquilada al 100% (por medio de un virus creado por bioingeniería para la ocasión), y sustuida por una versión mejorada en un laboratorio, la homo sapiens novus

A partir de esta revelación, que cuesta la vida al protegido por Nora, la novela es una sucesión de escenas de acción: huidas, asaltos, traiciones y combates. No en vano, recaerá sobre los hombros de la guardaespaldas la acusación de asesinato. Y el homicidio se paga con la vida. 

Nos mienten es una novela bien escrita, de ritmo ágil y lenguaje claro. Como pega diré que los personajes son algo planos. No obstante, la novela tiene el interés de la premonición, de la crítica social y de la denuncia del capitalismo. Para lectores a los que les guste la ciencia-ficción y el género distópico.