Antología. Juana Inés de la Cruz

martes, 8 de diciembre de 2020

Caminaré entre las ratas

 

Caminaré entre las ratas, David Pérez Vega. Carpe Noctem. 2020. 343 páginas. 

 

 

Sostenían los críticos coétaneos de los autores del 98 que Unamuno, Azorín o Ganivet no escribían novelas. Desde luego, no las redactaban según los parámetros de la narrativa realista. En sus obras tenían mucho más peso las ideas que la trama. Cristina Morales ganó el premio Herralde en 2018 con un libro, Lectura fácil, cargado de ideología política y carente de argumento, polifónico, donde los personajes se expresan por medio de diálogos, monólogos y debates asamblearios. Se trata de un libro alejado de la poética tradicional del género, y de las propuestas narrativas que se ofrecen en la actualidad. Digo esto para trazar la genealogía la última novela de David Pérez Vega, Caminaré entre las ratas. Escrita en primea persona (y en un presente atemporal) por un narrrador protagonista, la obra avanza hilando escenas costumbristas, sin un aparente propósito hasta casi la mitad del libro. No estamos ante una novela de trama, ni de resolución de conflictos entre personajes. El magro de la acción, de hecho, es realmente escaso (al menos, hasta la página 144). Benveniste clasificaba en dos los tipos de enunciaciones: de la historia y del discurso, que sirvieron de inspiración a Werlich para su dicotomía entre el mundo narrado y el mundo comentado. Por lo que respecta al primero, noto que David se demora a menudo en la descripción de escenas intrascendentes y que recurre sin descanso al flashback. En cuanto al segundo, la voz narradora expone a los lectores sus diferentes puntos de vista sobre diversos temas de interés y expresa su opinión sobre los mismos. Esta elección domina buena parte de la novela. En este sentido, la actitud de David es análoga a la de Ganivet, Azorín o Morales. O incluso a la de nuestros escritores de diálogos renacentistas, sobre todo Juan y Alfonso de Valdés. Caminaré entre las ratas es (al menos, en su segunda parte), una estupenda novela reflexiva de cuño crítico que recoge el ideario de su autor. Así, posee inteligentes disertaciones sobre motivos que están en la agenda informativa: la implantación de nuevas tecnologías en el aula, los recortes en educación y sanidad, el uso de las redes sociales, la corrupción, la inmigración o la lucha de clases. David pisa sobre seguro, profesor de Economía y narrador de amplia trayectoria (en la última década ha publicado tres novelas y un maravilloso libro de relatos, que reseñé AQUÍ), transfiere sus conocimientos al protagonista del libro (aspirante a docente y licenciado en Administración y Dirección de Empresas). Con Caminaré entre las ratas, Pérez Vega recorre una zona distinta del mapa donde también se situan algunos de los relatos de Koundara. Es decir, tiene un mundo propio en el que ahonda. Dicho esto, esos constantes (y a veces reiterativos) flashbacks que comentaba más arriba tienen un efecto colateral: pausan el ritmo del relato y llegan a resultar tediosos. Será a partir de la segunda mitad de la novela cuando el tempo se acelere, debido a un conflicto que dará coherencia a la historia. Vayamos al argumento: Domingo, un teleoperador de 39 años con estudios de ingeniería, ambiciones literarias y licenciado en ADE, lleva una vida monótona y alejada de sus expectativas. Sus días transcurren entre el Facebook, su blog y su prácticas del máster de formación del profesorado. A esa vida relajada (no exenta de infortunios, como la muerte de un amigo) le sucede un contratiempo: un viaje erótico a Canarias, cuyas consecuencias le sumirán en una depresión y aumentarán sus niveles de violencia. A partir de ese instante, se produce un descenso a los infiernos que se traducirá en el incremento del vuelo retórico, la confrontación dialéctica y el uso del sarcasmo, esto es: en una deslumbrante tensión lingüística que hace mucho más atractiva la lectura de los comentarios y recuerdos del protagonista, cargados (ahora) de mordacidad y de lucidez. Caminaré entre las ratas, por tanto, gana –y mucho– en su segunda parte. El libro no deja de ser un aviso para navegantes (para internautas, más bien), así como esboza un retrato generacional de los nacidos en las localidades de la periferia (como Móstoles) en los 70-80, a quienes la crisis del 2008 zarandeó durante un lustro. Sólo por eso, ya merece la pena su lectura. 

 

 

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