Antología. Juana Inés de la Cruz

sábado, 11 de mayo de 2019

Lumbres

Lumbres, Gema Palacios. Polibea. 2019. IV Premio "Javier Lostalé".


Tradicionalmente, se identifica la luz con el espíritu. Un alma perfecta emite un destello deslumbrante. Esa luminosidad simboliza la perfección. Así nos lo explica Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos. También puede referirse, seguimos a Jung, a la parte consciente del ser humano. Y por supuesto, al mundo figurativo que percibimos a través de los sentidos. A nuestra realidad externa. Gema Palacios acaba de ganar el premio de poesía joven “Javier Lostalé” con un poemario inquietante, Lumbres, donde la autora recela de la luz y construye un libro que invita al descenso interior, a la evasión hacia el fondo, huyendo de la exposición a la claridad. En ese contraste barroco que tensa el libro, llega a la siguiente conclusión: “amor hacia dentro/ miedo hacia fuera”. La luz es percibida como una amenaza que “rasga”. En otro momento, se no dice que los ojos se deshacen como almendras de hielo, y no son escuchados, o incluso que se resquebrajan. Parece que la autora nos prevenga del mundo material, de aquellos peligros que el resplandor solar esconde, porque nos ciega. Así, la autora reivindica la inmersión, el viaje al centro, un movimiento interior hacia la madriguera. Este repliegue no es ni mucho menos narcisista, si bien nos dibuja un paisaje íntimo por medio de una simbología personal: grietas, curvas, heridas, albuferas, barandales… De hecho, abundan las oraciones impersonales construidas con infinitivo (“Cavar hondo / donde el lenguaje se hace silbido”) o las oraciones en 3ª persona (“Del otro lado alguien diluye / el cuenco silente de la voz”). Es decir, lejos estamos de los desahogos superfluos tan de moda hoy entre los poetas más jóvenes. Gema Palacios nos revela los entresijos de su mundo interior con un estilo grave, sentencioso y conciso, produciendo en los lectores una sensación de extrañeza. El subsuelo, el mundo subterráneo tanto puede significar el inconsciente (el miedo a la soledad y a la ausencia), como el recogimiento espiritual (el sujeto que enuncia se reconoce “ser un animal / enroscado en el centro/ de su propia fe”) como una reivindicación antropológica de la humildad, del equilibrio en el que vive quien está equidistante de la luz y de la oscuridad, de quien proyecta su sombra en la pared gracias a una lumbre, ese cálido fuego que arde en la penumbra. Abierto a las más variadas interpretaciones, el poemario de Gema Palacios recoge la retórica mística, de modo que encontramos en sus páginas algún oxímoron (“dulce agonía”), sinestesias (“ruido roto”), paradojas (“sufrir de no sufrir”), además de metáforas alucinadas (“gimo barandales”). Por último, como le ocurriera a Teresa de Ávila y a Juan de la Cruz, a la autora no se le pasan por alto las limitaciones del lenguaje para la comunicación de su experiencia poética. De ahí las alusiones a la “ingrave mudez”, a los ecos y silbidos en los que se convierte la voz cuando trata de avanzar como un puente hacia nosotros.       

Lumbres es el cuarto poemario de una joven zaragozana de 27 años y un dignísimo premio de poesía joven “Javier Lostalé”. Enhorabuena a su autora, Gema Palacios, de parte de todo el jurado.





Texto de mi presentación, ayer, del poemario en el Centro de Arte Moderno.

 




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