Liberalismo político, de Francisco José Chamorro.
Hiperión. XX Premio de Poesía Joven “Antonio Carvajal”. 2017. 76 páginas.
¿Qué poesía debemos crear en esta época de
cambios, de transformación? Me he hecho esta pregunta muchísimas veces, y creo
que no existe una sola respuesta. En anteriores periodos de crisis (económicas,
políticas, sociales y de valores), los poetas que nos han precedido han optado
por distintas soluciones: fustigar a los conciudadanos que no casaban con el
código moral vigente (pensemos en el Rimado de Palacio, del canciller Pérez de Ayala –siglo
XIV–; en el Laberinto de Fortuna, de Juan de Mena –siglo XV–; y en los poemas
satítico-burlescos de Francisco de Quevedo –siglo XVII–). Otros, por su parte,
denunciaron con sus versos los fallos del sistema, su perversión (recordemos
las odas de fray Luis de León –siglo XVI–; “El filósofo en el campo”, de Juan
Meléndez Valdés –siglo XVIII–; Follas novas, de Rosalía de Castro –siglo XIX–; o Poeta en
Nueva York, de
Federico García Lorca –siglo XX–). Por otro lado, los hubo también que trataron
de insuflar energía en sus compatriotas gracias al rigor estético (decía Juan
Ramón: “Eso es el Modernismo: un gran movimiento de entusiasmo y libertad hacia
la belleza”). En fin, Dámaso Alonso comentaba que cada periodo histórico tiene
la poesía que se merece, de modo que muy probablemente ya estamos creando la
lírica acorde con nuestro propio tiempo, si bien es cierto que carecemos de la
distancia temporal necesaria para percatarnos. En mi modesta opinión, creo que
los poetas de hoy debemos conjugar la crítica y el optimismo –siempre sobre la
base de una exigencia técnica–, recuperando antiguos valores (epicúreos,
estoicos) y fomentando la difusión de los nuevos (feminismo y ecología).
En su primer libro de poemas, Liberalismo
político, Francisco
José Chamorro se suma a la nómina de autores que han criticado la alienación de
los seres humanos por culpa del progreso. El sujeto que enuncia se sirve del
monológo dramático –de la conciencia escindida– para relatar su vacío, para
clamar contra el hastío que le invade por la falta de un proyecto que dé
sentido a sus días. El tema del ennui lo emparenta con los vates malditos; el abismo que separa la apariencia
de una existencia colmada con la realidad de un mundo vacuo, lo acerca a los
barrocos. Y es que en el libro abundan las alusiones a marcas comerciales, bajo
cuyo atractivo envoltorio se vislumbra la soledad en que viven las mujeres y
los hombres contemporáneos, quienes dotados de tecnología, productos y enseres
carecen de una meta inividual o colectiva, más allá del consumo. Así,
reconocemos en la voz que habla a un antihéroe, a una víctima de su propia
pasividad para gozar la vida. El protagonista es un individuo depresivo,
alcohólico; un negado a las relaciones interpersonales cara a cara, siempre
protegido tras el muro del móvil o el portátil. Su hábitat lo constituyen las
tiendas y comercios de su barrio, los bares donde bebe o pone copas, una
universidad que le disgusta, la industria de porcino que le ha dado un
contrato, una habitación alquilada en un modesto piso compartido, y lugares de
tránsito (gasolineras, estaciones, aeropuertos). Este yo se incardina en el mundo terreno,
vive en una sociedad dionisiaca, ebria de deseos suscitados por la publicidad, frustrada
por su sed de posesión; en cambio, carece de una espiritualidad que le revele
lo sagrado. Como los personajes de La tierra baldía, de T.S. Eliot, camina por el
desierto de la aspiración constante, muerto a su condición metafísica. Se trata
del modelo de individuo que, a juicio de Jorge Riechmann, domina en el mundo
actual: neoliberal, conformista y narcisista (¿Vivir como buenos huérfanos?, Catarara, 2017).
Con un lenguaje claro, directo, y un estilo
prosaico, Francisco José Chamorro firma un libro potente, incisivo e irónico,
que cuestiona los valores democráticos, como la libertad, reducida a nuestra capacidad de
elección de un producto de aseo en una estantería atestada de ofertas. Liberalismo
político es un buen
primer libro de poemas. Habida cuenta de que el autor apenas tiene veinticuatro
años, cabe esperar de él grandes logros.
Esta reseña ha sido publicada por la revista OcultaLit.
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