Antología. Juana Inés de la Cruz

sábado, 18 de febrero de 2017

Haikus de guerra


Haikus de guerra. Trad. de Seiko Ota y Elena Gallego. Hiperión. 211 páginas. 2016. 17 euros.

En su prólogo al libro Haikus de guerra Elena Gallego recuerda a los escritores que han encarnado el ideal cortesano del militar diestro en las armas y en las letras, para enfatizar la relación entre el género lírico y el motivo militar. Reconociendo esa simbiosis, yo creo que la relevancia de Haikus de guerra descansa en otra parte. Me explico. Si bien es verdad que Garcilaso o Cervantes son prototipos del caballero perfecto –según el ideario renacentista–, también lo es que ninguno de nuestros poetas-soldados de los siglos XV a XVIII escribió poemas sobre su experiencia en combate. La guerra servía de escenario para la elaboración de poemas cancioneriles, simbólicos, de tema amoroso (“Castillo de amor” y “Escala de amor”, de Jorge Manrique), de poemas mitológicos que sustentaran valores en auge (erasmistas, en el caso de “La contienta de Áyax Telamonio y Ulises sobre las armas de Aquiles”, de Hernando de Acuña), o para la composición de poemas de circunstancias (como el elogio a Carlos V: “Al rey, nuestro señor”, también de Acuña). Pero ningún poeta convirtió su vivencia personal de una batalla en motivo temático. ¿Cuántos versos dedicó a la milicia Garcilaso de la Vega, maestre de campo del emperador, tras la campaña de Rodas o Navarra? ¿Y José Cadalso, coronel del ejército, tras la guerra contra Portugal? Tendremos que esperar a Miguel Hernández, que no fue soldado de carrera, sino por obligación (combatió en Buitrago, Majadahonda o Teruel con el Quinto Regimiento), para leer poemas bélicos que relaten la vida en las trincheras (“Rosario, dinamitera”). Y habrá que esperar a Luis Cernuda (que luchó en Guadarrama, alistado al Batallón Alpino) para leer versos rotundos sobre el impacto de la guerra en la biografía de un autor (“Un español habla de su tierra”, o “El ruiseñor sobre la piedra”). De ahí la importancia de esta colección de haikus, muchos de ellos fueron compuestos por militares que volcaron en sus versos su experiencia del frente o de la retaguardia.

Seiko Ota, por su parte, abre con su introducción dos debates: ¿puede un autor evocar el dolor, el desasosiego, la angustia de la guerra, pese a no haber entrado nunca en combate? Si miramos a nuestra propia tradición literaria, veremos que algunos de los mejores poemas de tema bélico fueron escritos por religiosos, como la “Oda a la profecía del Tajo”, del fraile agustino Luis de León; o la canción en honor de la Gran Armada “Levanta, España, su famosa diestra”, firmada por el racionero de la catedral de Córdoba, Luis de Góngora. (El primero con la intención de dialogar con la lírica de Horacio, del que imita su "Oda a Nereo"; el segundo con el propósito de congraciarse con el obispo de Córdoba, tras ser amonestado por sus superiores.)

El segundo debate es el siguiente, y nos interpela a los escritores y artistas de hoy: ¿debemos mantenernos al margen de los conflictos, evitando poner nuestra obra al servicio de una causa, sorteando la denuncia del impacto de las distintas crisis que vivimos sobre la sociedad? Seiko Ota expone la controversia que enfrentó a los haijines que componían haikus tradicionales (inspirados en la naturaleza, evocadores de sentimientos a través de la simbología de cada estación), y los haijines del movimiento “contracorriente”, que durante la Segunda Guerra Mundial innovaron en sus composiciones con la introducción de motivos marciales. Dentro de este grupo también hubo disputas que dividieron a los poetas-soldados (muchos de ellos kamikazes) de los poetas que se inspiraron en libros de contenido bélico.

Kazuo Ishiguro, en una novela maravillosa, Un artista del mundo flotante, relata también la encrucijada de los artistas, pintores en este caso, durante la Gran Guerra. Así, dice Ono (el protagonista, un pintor implicado) a su sensei (maestro modernista): “siento que debo pasar a otras cosas. Pienso que en tiempos como los que corren, los artistas deben aprender a valorar otras cosas más tangibles y dejar a un lado placeres que desaparecen con la luz del día”. Ono representa al creador que anima a la batalla con sus cuadros, que persigue un fin patriótico, en lugar de consagrar su obra a la belleza. 


En Haikus de guerra también encontramos haijines que con sus versos tratan de alentar a civiles y soldados: “Otoño del país./La fuerza ilimitada/sí que existe”, de Kyoshi; “Los de arriba y los de abajo,/jóvenes y viejos de corazón unidos,/primavera del país”, de Getto. Los hay que son pequeñas joyas, por su gran plasticidad: “Avión patrulla,/amaneciendo con la luna/sobre el cerezo”, de Suiha. Algunos muestran
el arrojo de su autor, como éste, escrito por un sargento tokkootai (comando suicida) de 21 años: “Para deshojarse/florecerá, precipitado/el cerezo joven”.

Con todo, los mejores haikus de la colección son aquellos que muestran la desolación del frente (“Batalla ganada,/entre tanto silencio/está nevando”, de Fura), el dolor por la pérdida
Taneda Santooka

(“Al pie del monte/en un sitio templado,/aquí te entierro”, de Santoooka), el vacío de la espera (“Noche de nieve./Pronto los centinelas/se vuelven blancos”, de Sumio), el alivio de la supervivencia (“Oscura la noche fría,/acabada la batalla,/conservo la vida”, de Sosei), el contraste entre el paisaje y la acción que se desarrolla en él (“Campo de trigo verde./A contraluz/un tanque viene”, de Soojoo) o el miedo (“Sin poder dormir/una hoguera nocturna/rodeamos”, de Sosei).

Se echa en falta en el prólogo la investigación sobre el resultado de la guerra (derrota del eje Alemania-Italia-Japón) y su posible influjo en los haijines nacionalistas. En su novela, Ishiguro sí aborda este interesantísimo asunto, el de los pintores que trataton por todos los medios de ocultar su pasado belicista, avergonzados de sus sueños juveniles. ¿Ocurrió los mismo con los escritores de haikus?

Cierra su prólogo Elena Gallego con un interesante recorrido por las distintas formas de censura que padecieron los haijines que se opusieron a la guerra o que pusieron sus versos al servicio de la denuncia social, a través de una estética de corte realista.

El libro se presenta en una bella edición, como todas las de Hiperión. Ofrece el texto en japonés, su transcripción fonética al español y su traducción. Un haiku por página. Son pocos los textos acompañados de nota. Igual habría estado bien que todos la tuvieran. Por ejemplo, se nos dice que Soojoo compuso los siete poemas seleccionados para este libro tras la lectura de Trigo y soldados, de Ashihei, ¿nos habría sido útil que las editoras hubiesen escrito algún comentario sobre la relación de cada haiku con el pasaje inspirador? Por otro lado, la nota de la página 107 se repite en la 122, que claramente sobra (con remitir a la lectura de la anterior habría bastado). También se repite el haiku de la página 145 en la 146.

Haikus de guerra es un libro muy recomendable. Sobre todo para los amantes de la cultura nipona. Rompe tópicos literarios. Ya lo escribía Hegel en Lecciones sobre la estética: en tiempos de guerra la poesía se vuelve épica. Además, muestra cómo la mirada de los haijines era capaz de apreciar la hermosura incluso en medio de la devastación (“La batalla:/ante mí, va el deslumbramiento/de la mariposa”, de Kakio). Los textos sobrecogen y emocionan. A veces lo más pequeño hiere hasta lo más profundo.


6 comentarios:

  1. Estupenda y original reseña, tanto por su lectura e interpretación de los haikus como por los paralelismos y diferencias con la poesía y los poetas españoles respecto a la guerra.

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  2. Querido Jesús: muchísimas gracias. Y enhorabuena por tan estupendo libro.

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  3. En estos días convulsionado de mi país, tu reseña viene como anillo al dedo, pues además invita a la reflexión sobre nuestro propio acto de escritura, de compromiso con el tiempo que nos toca transitar. Felicitaciones y gracias querida Ari.

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  4. Querida Siomara, gracias a ti por tu aportación. Yo me encuentro en un momento de viraje. Hay que comprometerse, sin perder el sentido de la estética. Pero también dice Mahmud Darwix, el célebre poeta palestino, que hablar del amor en tiempos de guerra y carestía también es una forma de subversión, de resistencia. Sigo de cerca vuestras elecciones. Un abrazo muy fuerte.

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  5. Bela resenha, forte é o pequeno quando alcança "o verbo" em sua profundidade estética... Concordo com Maahmud Darwin... vou procurar conhecê-lo! Quando leio "El rompehielos" aprendo muito, parabéns Ariadna.

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  6. Muchas gracias, Sonia. Yo aprendo de vosotros ;) De Darwix me he leído la "Poesía escogida" que en España ha publicado Pre-Textos en 2008, con traducción de Luz Gómez García. Tiene versos fantásticos: "Fórjate según tu deseo". Un abrazo.

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