Antología. Juana Inés de la Cruz

miércoles, 23 de marzo de 2016

Blas de Otero



El pasado 15 de marzo se cumplió el primer centenario del nacimiento de uno de nuestros más emblemáticos poetas de la segunda mitad del siglo XX: Blas de Otero. Recuerdo que leí de adolescente Expresión y reunión (Alianza, 1981), en la biblioteca de la esposa de mi padre, y que me causó honda impresión el prólogo de su compañera, Sabina de la Cruz. Otero fue mi guía durante la primera etapa de mi creación poética, junto a Miguel Hernández y Claudio Rodríguez. Tan interiorizado lo tenía, que en COU pedí permiso a mi profesor de literatura, Paco Muñoz Marquina, para saltarme la clase en la que explicó su obra, y marcharme a la biblioteca a leer a mi nuevo autor de cabecera: Vicente Aleixandre. En selectividad me cayó un soneto suyo, y saqué un 9,30 en el comentario de texto. 

Quiero honrar su memoria con uno de sus poemas: "Crecida", una obra de actualidad, no ya sólo por el atentado reciente en Bruselas, sino porque nuestros representantes europeos no hacen lo que debieran por frenar la guerra en Siria, porque con nuestra vergonzosa política exterior somos cómplices del sufrimiento de miles de inocentes a los que hemos cerrado las puertas, que malviven en campos de refugiados italianos, griegos o macedonios, sin esperanza y sin porvenir. 

Este poema podría estar en boca de cualquiera de ellos.


Crecida


Con la sangre hasta la cintura, algunas veces
con la sangre hasta el borde de la boca,
voy
avanzando
lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios
algunas veces,
voy
avanzando sobre este viejo suelo, sobre
la tierra hundida en sangre,
voy
avanzando lentamente, hundiendo los brazos
en sangre,
algunas
veces tragando sangre,
voy sobre Europa
como en la proa de un barco desmantelado
que hace sangre,
voy
mirando, algunas veces,
al cielo
bajo,
que refleja
la luz de la sangre roja derramada,
avanzo
muy
penosamente, hundidos los brazos en espesa
sangre,
es
como una esperma roja represada,
mis pies
pisan sangre de hombres vivos
muertos,
cortados de repente, heridos súbitos,
niños
con el pequeño corazón volcado, voy
sumido en sangre
salida,
algunas veces
sube hasta los ojos y no me deja ver,
no
veo más que sangre,
siempre
sangre,
sobre Europa no hay más que
sangre.
Traigo una rosa en sangre entre las manos
ensangrentadas. Porque es que no hay más
que sangre,

y una horrorosa sed
dando gritos en medio de la sangre.


(De Ángel fieramente humano, 1950)





4 comentarios:

  1. Me ha gustado el poema que has elegido, muy a propósito, y las palabras introductorias.

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  2. Muchas gracias, Guillermo, por tu comentario. Saludos.

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  3. Electrizante y conmovedor, lo primero por su forma y lo segundo por su fondo. Yo también lo conocí, al autor, en clase de literatura en el instituto, junto a otros como Gabriel Celaya.

    Un saludo

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  4. Gracias por tu comentario, David. Otero es un poeta que, pese al paso del tiempo, sigue siendo de plena actualidad. Yo descrubrí después, cuando preparé mi edición de la poesía del 39 al 75, al tercer miembro de aquel "triunvirato vasco": Ángela Figuera. Excelente poeta a la que también he reivindicado en el blog, en entradas previas. Igual podría gustarte. Desde luego, es de lo mejor de nuestra poesía social.

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