Antología. Juana Inés de la Cruz

lunes, 15 de julio de 2013

Funcionarios interinos



   A los profesores interinos se nos ha abierto otro frente –además de los nuevos criterios de baremación en las oposiciones, que relegan la experiencia a un 15% frente al 80% de la nota de examen.

   En la hoja de solicitud de puestos voluntarios para los profesores interinos de cara al curso 2013-2014 han desaparecido las aulas hospitalarias, compensatoria y educación de adultos. Casualmente, el Ministerio de Educación, en su resolución del 18 de abril, convocó ayudas a entidades privadas para que realicen actuaciones dirigidas a alumnos con necesidades especiales. Es decir, se suprimen puestos desempeñados por docentes interinos para que los asuman becarios que no ha superado la oposición. 

   A todo esto, en unos días miles de profesores interinos nos iremos al paro con la duda de si trabajaremos o no el curso que viene, y en caso de hacerlo, bajo qué condiciones.  

   Olvídense de nuestro apellido –interino–, somos funcionarios. Tenemos aprobada la oposición. Acumulamos años de experiencia en el sector educativo. Conocemos el currículum de nuestras especialidades. Tenemos herramientas pedagógicas para inculcar valores, enseñar conocimientos y detectar y solucionar problemas cognitivos y de convivencia en el aula. ¿De verdad creen que somos prescindibles? ¿De verdad alguno piensa que la Escuela Pública gana sustituyéndonos por becarios que se acaban de licenciar?

   Imaginen que piensan abrir un negocio privado. ¿A quién contratan? ¿A profesionales con años de experiencia, amantes de su oficio, para quienes su trabajo no tiene misterios? ¿O a recién titulados con vocación pero sin tablas? No digo con esto que haya cerrar las puertas a quienes deseen incorporarse por primera vez a un sector laboral. No. Lo que digo que el grueso de la plantilla ha de ser cualificada y que sólo un bajo porcentaje debe provenir de fuera –y por supuesto, en nuestro caso, debe superar unos duros procesos selectivos–. Carece de sentido mandar al paro a miles de trabajadores formados por su empresa, que han ocupado puestos de responsabilidad a lo largo de años, y remplazarlos luego por una plantilla voluntariosa pero inexperta.

   ¿Confiarían una operación de corazón a un becario bisoño que jamás ha puesto la teoría en práctica, ni tan siquiera ante un tribunal de oposición? ¿Piensan, acaso, que la educación de sus hijos es menos importante y puede estar en manos de cualquiera?

   Con la excusa de la crisis se está poniendo en peligro la Escuela Pública. Tras el despido de 22.600 profesores –en dos cursos–y la previsible sustitución de otros miles por becarios y miembros de ONGs, se esconde un programa de destrucción. 

   ¿Lo van a permitir?


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