Sucederá la flor, Jesús Montiel. Valencia, Pre-Textos. 2018. 55 páginas
No hay libro de valía que no
hable sobre la muerte, ese concepto tabú que nuestra sociedad ha ocultado bajo
capas de pintura y de alicatado. La vejez, la enfermedad y el deterioro físico
han sido desterrados de los anuncios, de las redes sociales y de la televisión.
La pandemia causada por la Covid-19 puso nuestra contigencia en primer plano
durante un tiempo, por lo novedoso. Pero los decoradores de la realidad han
vuelto a camuflarla. Nos han puesto delante de los ojos acabados en maderas
nobles y suelos de tarima, como si el disfraz pudiese negar la esencia del
ladrillo o de las tuberías de cobre. Cuando lo cierto, es que la muerte sigue
ahí, al acecho.
Los poetas sí sabemos afrontarla
de cara. Somos los subversivos que soplamos la niebla para descubrir el engaño,
los que abrimos la caja de Pandora. Quizás porque el temor nos invita a la
acción de gracias por medio de los versos, quizás porque esperamos no perder la
cabeza por el miedo si nos vemos capaces de nombrarlo.
Jesús Montiel es poeta y
narrador. A pico y pala ha tirado la pared que escondía el tema prohibido; con
sus manos, ha subido el telón del escenario donse se representaba el asunto
blasfemo.
Y no obstante, esa verdad desnuda
no podía revelarse de una manera más hermosa. La amenaza de la muerte le ha
arrancado una voz melodiosa y equilibrada, consciente del aguijón y de su
veneno. El peligro espolea sus ansias de más vida. Y tal propósito aparece en
su bello relato en prosa Sucederá la flor, dedicado
a su hijo, enfermo de leucemia.
Sin maquillaje ni embustes, el
sujeto que dialoga con su niño relata su experiencia sobre la cuerda floja. Ese
cordón sobre el que caminaba el pequeño, seguido de su padre. La palabra es
templo que protege la llama del amor. Cada línea es un golpe del que salta una
esquirla de dolor, pero al cincel lo empujan los dones del espíritu.
Que nadie busque aquí una
biografía. Del miedo y la esperanza en estado puro nos hablan las imágenes, los
relámpagos visuales que iluminan nuestras áreas en sombra, y no las confesiones
de diván.
Sucederá la flor es un libro emocionante en el sentido pleno. Un trago
de agua fresca, entre tanta sequía.