Estoy contigo, Melania
G. Mazzucco. Anagrama. Traducción de Xavier González Rovira. 2019. 279 pp.
Melania G. Mazzucco es una de esas escritoras comprometidas
con su propio tiempo, una novelista que dialoga con nosotros para hacernos
reflexionar sobre temas candentes, controvertidos en según qué contextos,
poémicos e incómodos. Tanto es así, que tras la publicación del espléndido Eres
como eres (Anagrama,
2016) sufrió un verdadero infierno su tierra natal por parte de los lectores
más conservadores: homófobos y defensores de la familia tradicional. Ella misma
lo relata en su último libro:
“He sido acusada de hacer propaganda homosexual, aunque
tampoco podría decir muy bien por qué iba a constituir eso un delito. Mi novela
y yo recibimos insultos, ofensas e injurias de todo tipo, y durante los
primeros días, para mantener alejados a los alboroteadores, la policía tuvo que
emplazar una furgoneta delante de las librerías en las que estaba programada
una presentación”.
Apenas un par de años antes de su valiente reivindicación
del matrimonio igualitario y de la familia homoparental en Italia, Mazzucco
había elogiado en Limbo (Anagrama,
2014) el espíritu de superación de una mujer, Manuela Paris, que, pese a la
misoginia del ejército, acaba siendo mariscal de la brigada alpina.
Con su nuevo trabajo, Estoy contigo, Mazzucco vuelve a enfrentarse a un tema delicado y
controvertido: la inmigración. Estamos acostumbrados a ver las imágenes en los
informativos de los rescates en alta mar de personas embarcadas en botes
atiborrados, paupérrimos, que tratan de llegar a toda costa a nuestro
continente. Pero ignoramos las razones que las empujaron a abandonarlo todo por
llegar a un país desconocido, así como su odisea burocrática para conseguir el
estatus de refugiadas y la protección internacional. Eso ya no interesa. No es
noticia. No es asunto nuestro. Obviamente, Melania G. Mazzucco sostiene lo
contrario: “lo que son o lo que lleguen a ser es algo que nos concierne.
Conocerlos es necesario –y asegurarnos de que nos conozcan”. Y es que su
historia, nos dice, es también la nuestra.
A diferencia de otras obras, Estoy contigo no es una novela de ficción, sino la reconstruccción
de un caso real, de la historia verídica de una refugiada. Mazzucco tardó un
par de años en dar cuerpo al libro, tras un exhaustivo trabajo de
investigación, en la línea de lo que hiciera Truman Capote con su
célebre A sangre fría.
La novela comienza in medias res, con el arribo a la estación de autobuses de Términi
(Roma) de una mujer de origen congoleño, Brigitte, procedente de Matadi. En lo
sucesivo, y siguiendo su técnica habitual, la escritora simultaneará dos
tiempos. El primero es el presente,
que seguirá un orden cronológico, está al servicio de una prosa caracterizada
por su objetividad y rigor. Aquí la voz narradora se centra en los esfuerzos
del Centro Astalli (a cargo de jesuitas) por conseguir la independencia de las
refugiadas y su integración en la vida civil. La novelista disecciona con
precisión la ayuda médica, psicológica y logística que ofrecen tanto los
religiosos como su equipo de colaboradores (asesores legales, abogados,
sanitarios…) a quienes han renunciado a su pasado y a su identidad (su
profesión, su familia, sus hábitos, su confianza… y cada uno de los cimientos
sobre los que se levantaba el edificio de su yo) para salvar la vida y reiventarse.
El segundo tiempo verbal transcurre en el pasado y está
relatado en pretérito perfecto simple.
Lo enuncia la propia protagonista por medio de sus conversaciones y de sus
escritos. Y su relato es sobrecogedor. Una auténtica pesadilla.
Melania G. Mazzucco alumbra con el foco de su novela de
no ficción espacios a oscuras, alejados de
los intereses mediáticos y de la manipulación política. Amasa nuestra empatía y
la modela planteando preguntas que los occidentales no nos queremos hacer: ¿qué
nivel de violencia ha tenido que sobrepasar la vida de alguien como para
empujarlo a abandonar su mundo, su lugar en él, y comenzar de cero en otra
parte, a miles de kilómetros, sin amigos ni familiares que puedan ayudarlo?
En Europa hemos olvidado que no hace mucho éramos mosotros
quienes suplicábamos al resto de países una segunda oportunidad para existir.
Mazzucco y cineastas como el finlandés Aki Kaurismäki (El otro lado de la esperanza, 2017), nos ponen en la piel de esos
migrantes que no pensaron serlo, y sin embargo, son. Ambos eligen para sus
obras miradas diferentes y describen las suertes distintas que corren dos
migrantes (una congoleña y un sirio) en una misma Europa.
A quien le interese el tema, también le recomiedo mi primera
novela, Inercia (Baile
del sol, 2014), donde reconstruyo la vida de tres inmigrantes que tratan de
embarcar, ilegalmente, en aviones con destino al Reino Unido y los Estados
Unidos. Si fuéramos conscientes del pasado que tratan de dejar atrás quienes
huyen de sus paísese seríamos incapaces de impedirles que se instalen en otros.
Negarles el futuro es mutilar también nuestra esperanza.
Por cierto, reclamo desde este instante el
Premio Nobel de Literatura para Melania G. Mazzucco, para que se lo concedan uno de estos años (acerté los de Tranströmer e Ishiguro). No hay
prisa. Sé esperar