Como ustedes saben, en Radio
Nacional de España (esa radio de todos) se emite los domingos el programa Tablero
deportivo entre las 16:00 y las 00:00. Y
seguro que conocen que justo antes se retransmite el programa La
estación azul (15:00-16:00), dedicado en
exclusiva a los distintos géneros literarios. Pues bien, el equipo de Facebook de este último acaba de anunciar el inminente recorte de 10 minutos al mítico espacio de cultura en favor del
espacio deportivo. Por lo visto, necesita un poco más de
tiempo para nombrar la alineación de los equipos de fútbol del partido de las
cuatro. Precisamente ahora que es más necesaria que nunca la cultura, que
existe un claro repunte del fascismo, que la ultraderecha se ha colado en las
instituciones, Radional Nacional muestra un menosprecio absoluto hacia el Arte,
hacia la literatura. Y eso que La estación azul va a celebrar en breve su 20ª aniversario, que ha
recibido galardones como el Premio Audiovisual Internacional Antonio Machado
(2000), el Premio Ondas (2002), el Premio Galicia de Comunicación (2007), el
Premio Aula de las Metáforas (2009) y el Premio Nacional de Fomento a la
Lectura (2011). ¿Es esta la política que debe guiar a la RTVE, la del hachazo a
la Cultura en favor del fútbol? ¿Hay alguien que piense que esos diez minutos
amputados a la Estación azul van
a producir un trasvase masivo de oyentes desde Carrusel deportivo (Cadena SER) a Tablero deportivo? ¿De verdad que en un programa que dura ocho horas no
hay tiempo para cantar la alineación de esos veinticuatro jugadores y de los
soldados que lucharon en La batalla de Lepanto? Quitar diez minutos a un
programa que dura 54 -y que se emite solamente una vez a la semana- es herirlo
de muerte. Y por si fuese poco, acompañará al calvario de La estación
azul otro espacio cultural, esta vez
radiado los sábados: Nómadas (15:00-16:00),
dedicado a los viajes por los rincones más
fascinantes del planeta. Hoy, que tan necesaria es la cultura para erradicar el
machismo, para evitar la violencia o la homofobia, para defender los Derechos
Humanos y para contribuir a la consolidación de una sociedad libre y
respetuosa, Radio Nacional de España va a dar un tajo mortal a un programa
señero, va a imponer un capricho a un acto de justicia, el fútbol a las Letras.
¿Es esto lo que se espera de una radio pública?
Antología. Juana Inés de la Cruz
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sábado, 21 de septiembre de 2019
viernes, 20 de septiembre de 2019
Sé. Itinerario de una despedida
Sé. Itinerario de una
despedida. Norberto García Hernanz.
Traducción al catalán José Luis García Herrera. Madrid, Devenir, 2019. 105
páginas.
Morir es sumergirse en una
oscuridad interminable. Nadie conoce la fecha de su fin. Pero sí sabemos que a
todos nos llega, antes o después. De que la vida pasa rápido nos advierten los
poetas desde el siglo I antes de Cristo. A Virgilio debemos el tópico latino
del tempus fugit. De su paso sigiloso y
traicionero nos previene Manrique en su inmortal elegía, cuando escribe: “cómo
se viene la muerte/tan callando”. Si en la poesía cancioneril y en la lírica
áurea encontramos innumerables composiciones panegíricas dedicadas a amigos y
familiares que han perdido la vida, lo cierto es que no abundan en los
proyectos literarios que se publican hoy. Vivimos en una sociedad hedonista en
exceso, que se cree inmortal gracias a sus avances científicos; en una sociedad
pagada de sí misma que oculta la enfermedad, el envejecimiento o la muerte tras
los cristales de los grandes almacenes y de las pantallas de plasma. Por eso,
cuando leo un libro elegiaco, más que una curiosidad sé que sostengo entre las
manos un corazón valiente que late en el sentido inverso a las agujas del
reloj. Pienso en obras como Desalojos, de Miriam Reyes; El don de la batalla, de María Luisa Mora Alameda; o en el volumen Sé.
Itinerarios de una despedida, de Norberto
García Hernanz. El libro es una pequeña boya en el mar, una “página breve de
afecto” dedicada a la madre, y que nos alerta sobre la inexorabilidad del fin.
Me gusta el poema Ángel exterminador: “Cuando acaba,/se tiñe de blanco las alas manchadas de sangre/y repasa
la lista siguiente,/repleta de nombres”. Norberto, lejos de inventar un
imaginario para evocar la muerte, la nombra por medio de una simbología
reconocible (la Nada, la noche, las sombras) y de alusiones tradicionales de
cuño cristiano o heleno (ángeles, barqueros, rayos destructores). Con un verso
claro, de tono coloquial, Norberto connota una pesadumbre que llega a
emocionarnos (“…nada quedó por decir/en el desvanecerse, poco a poco tu firme
palabra./Eso es lo bueno./Lo malo es que te fuiste y no hay camino de regreso”,
p.29), una nostalgia por la cotidianeidad perdida que conmueve (“todos los
inviernos que me quedan/serán más fríos y nevados/sin el abrigo amoroso/de tu
medio punto inglés”, p. 67). Sé. Itinerario de una despedida traza un viaje de regreso desde el hospital donde la
madre sucumbe hasta la eterna altura de su infancia, en la Costa Brava (de ahí
que la edición sea bilingüe catalán-castellano); en un intento por conseguir
que el cronómetro vuelva a ponerse a cero, como si el poeta tuviese en su mano,
por sortilegio, el control del tiempo. La obra se cierra con una contundente
invitación al goce del instante: “Todos los amaneceres/son ocasiones de
celebrar lo efímero” (p. 73).
Esta reseña fue publicada por Culturamas el 30/08/2019. AQUÍ.
viernes, 13 de septiembre de 2019
Me entrevistan en "Negra y Criminal"
El crítico, novelista y poeta Luis Artigue me entrevista para el suplemento de cultura Negra y Criminal, a propósito de la reciente publicación de mi nueva novela: El año cero (Ménades. 2019).
Os dejo aquí el enlace:
jueves, 12 de septiembre de 2019
El cuento de la criada
El cuento de la criada, Margaret Atwood. Ediciones Salamandra. 2017. 416 páginas. 20 euros.
Desde que estalló la crisis, hace una década, abundan las
publicaciones de novelas distópicas en nuestro país. Algunos escritores,
siguiendo los ejemplos de Bradbury, K. Dick y Orwells, hemos mirado a las
estrellas para orientarnos. Y las editoriales han sacado a la luz los mapas que
hemos ido trazando por intuición. La incertidumbre en la que vivimos, las
especulaciones sobre el futuro próximo, animaron a Salamandra a rescatar hace un par de años un título imprescindible en la narrativa de anticipación: El cuento de
la criada, de
Margaret Atwood (cuya primera edición se remonta a 1985). El empoderamiento
actual de la mujer y la reivindicación de sus –desconocidas– obras literarias,
unidas a ese juego de elucubraciones sobre las diferentes –y desasosegantes–
opciones de futuro que nos aguardan, han convertido el libro en un éxito de
ventas. La célebre serie de HBO también ha contribuido a que buena parte de la
ciudadanía conozca los entresijos de la República de Gilead, ese estado
totalitario y postapocalíptico en que se convertirán los EEUU de aquí a unos
pocos años.
El libro a mí me inquieta por dos razones. Por una parte:
por la inminencia de la –progresiva y plenamente aceptada– implantación de una
nueva-vieja sociedad nacida de un modelo agotado, garante de los derechos humanos y víctima
de sus propios excesos. Pero también por el brusco contraste entre las luchas
feministas de los años 60 (representada por la madre de Defred, la protagonista
del libro) y el régimen de esclavitud en que viven las mujeres avanzada esta
nueva centuria.
Margaret Atwood diseña un mundo que golpea a
las mujeres de la clase media, pero no a las privilegiadas, a las que forman
parte de la élite. La República de Gilead ha impuesto un miedo atávico, cerval,
a las jóvenes en edad fértil, que o malviven como esclavas del sexo en
ajardinadas mansiones -con el fin de engrendar herederos para sus respectivos
Comandantes (caso de Defred)- o malarrastran su existencia por colonias contaminadas,
donde la esperanza de vida no supera el lustro.
La historia está contada en primera persona por su
protagonista. Con una prosa maravillosa (detallista, pulcra, sensitiva y muy plástica),
la narradora va colocando a sus personajes sobre el tablero del relato a modo
de presentación. Dedica medio libro a describir las piezas de su ajedrez, mostrando
sus puntos fuertes y debilidades; y en el otro medio, las pone en acción. A
través de un paseo de 40 páginas Defred nos detalla su mundo y sus peligros. A
partir de aquí, son continuos los saltos en el tiempo para que conozcamos tanto
su pasado remoto (empleada, casada, madre de una niña e hija de una activista
civil), como el inmediatamente anterior (durante la instrucción a su nuevo
estatus: vasija de la descendencia de una pareja rica e infértil). En el
segundo tramo, decía, Margaret Atwood pone a sus personajes a transgredir cada
prohibición decretada, a recorrer cada espacio vedado. Nadie se salva: ni el
Comandante, ni su Esposa, ni el cochero Nick, ni la criada Eglen… Convirtiéndose
así la novela en un libro de intriga donde la esperanza convive con la
angustia.
El cuento de la criada me ha encantado. Y me ha revelado
la importancia de las flores.
martes, 3 de septiembre de 2019
Ciudad sumergida, en la revista Turia
Nueva reseña de mi poemario Ciudad sumergida (Hiperión, 2018), en este caso en la revista Turia. La firma la poeta, traductora y crítica literaria Verónica Aranda.
Dejo aquí el enlace.
http://www.ieturolenses.org/revista_turia/index.php/actualidad_turia/somos-naturaleza?fbclid=IwAR2UEKO4-abJoh5ejVGZDPnf81xDUzI0Y6R-cWeXZRg7wwFWdfyk4EwNe1U