Las niñas siempre dicen la verdad, Rosa Berbel. XXI Premio de Poesía
Joven “Antonio Carvajal”. Hiperión, 2018.
La joven poesía española tiene el futuro asegurado
gracias a unos autores que no acaparan los primeros puestos en las listas de
libros más vendidos, pero que, sin embargo, han heredado el don de la lírica. Son autores
minoritarios que no llenan auditorios, ni lo pretenden. No escriben para un público. La poesía, de hecho, es un
género destinados a unos pocos. ¿Cuántos lectores piensan que tuvo el Cántico
espiritual?
¿Quién leía a fray Luis de León? Las copias manuscritas de sus textos apenas
alcanzaban para sus hermanos de hábito. Nuestros místicos no fueron estrellas
del rock, ni siquiera vieron editadas sus obras en vida, y sin embargo, sin ellos
no habría nada. Algunos de los poetas actuales gozan de miles de seguidores en
el mundo virtual, y agotan las tiradas de sus libros con sus versos low cost. ¿Deseable? No. ¿Y sorprendente?
Repasemos. Pasa en la poesía como en el cine: lo tenemos de culto y comercial.
Y seamos sinceros, en este país no batimos récords de taquilla con películas de
la talla de Nader y Simin (Asghar Farhadi, 2011), sino con cintas como Torrente,
el brazo tonto de la ley (Santiago Segura, 1998). O como pasaba con el teatro en el Barroco,
que parió obras excepcionales como La vida es sueño y obras destinadas a complacer
los deseos de las masas por ver las aparatosas escenografías de las comedias de
santos o mitológicas, a las que denominaba Luis Vélez de Guevara comedias de
ruido. Igual que
con la novela del siglo XIX. Recordemos los lamentos de Galdós a propósito de
la narrativa de entonces (Observaciones sobre la novela contemporánea en
España, 1870):
“Destinada sólo a la distracción y deleite de cierta
clase de personas, se ha hecho aquí cuanto había que hacer, inundar la
Península de una plaga desastrosa, haciendo esas emisiones de papel impreso,
que son hoy la gran conquista del comercio editorial. La entrega, que bajo el
punto económico es una maravilla, es cosa terrible para el arte…”
Es decir, nada nuevo bajo el sol. Aunque nos duele,
mucho, porque amamos la verdadera poesía: esa que se asoma al misterio, la que
caza sus símbolos en medio de la noche, la que no tiene mapas, la que lo
arriesga todo a las intuiciones, la que levanta un mundo de la nada. Pero lo
cierto es que siempre han existido dos fuerzas enfrentadas que han puesto el
acento en cosas diferentes: la excelencia y las ganas de agradar a una mayoría.
Y siempre ha habido editores (o productores) que han apostado por obras de
mérito artístico, frante a aquellos otros que han sacrificado la calidad a las
ventas.
Pero comentaba al comienzo de esta reseña que la poesía
en este país
tiene futuro porque hay jóvenes que están demostrando oficio, conocimiento de
la tradición, profundidad temática, personalidad estética y altura de miras. Me
refiero a poetas nacidos en los 90 o incluso en este siglo en que estamos. Y en
concreto a Mario García Obrero (Getafe, 2003) y a Rosa Berbel (Sevilla, 1997),
ganadora, con 20 años, del premio “Antonio Carvajal”, que publica
Hiperión.
La sorprendente madurez artística de Berbel me recuerda,
claro, a la de mi añorada Carmen Jodra (premio Hiperión con 19 años por Las
moras agraces). Qué dominio de la técnica y qué
manera de escuchar el látido de su época, a tan temprana edad. Pensemos que los
poemas de ambas debieron ser escritos en bachillerato y/o primero de carrera,
en la fase final de su adolescencia.
Las niñas siempre dicen la verdad es un libro ambicioso. Su joven
autora aborda tópicos temáticos (tempus fugit, amor), motivos generacionales (la
precariedad laboral, la importancia de la imagen, la familia) y asuntos que se
encuentran en la agenda socio-política (la violencia de género). Si bien Berbel
utiliza un registro coloquial, su estilo está trufado de retórica:
paralelismos, anáforas, antítesis, quiasmos, elipsis, polisínditon, ironía… El
tono del libro, de hecho, unas veces es irónico y otras absolutamente
desesperanzado:
“Crecer es
andar más, con más miedo,
por calles más vacías,
no creer en otros mundos
posibles o imposibles”
El nihilismo es una pátina que recubre los textos, de la
que se salvan muy pocos, entre otros Sisterhood, un buen poema que enaltece el
amor fraterno, la intimidad entre dos hermanas.
Son muchos los poemas a destacar dentro del conjunto (Árbol
genealógico, Las niñas siempre dicen la verdad, Exorcismo, Oráculo de Delfos,
Planes de futuro…),
pero quiero traer aquí uno excepcional:
Mass Media
Desde esta habitación se escuchan las noticias.
Dejas la tele puesta
mientras estamos juntos en la cama.
Me molesta saber que existe algo
fuera de aquí,
que hay algo más reciente que nosotros.
Saber que hay quien se muere
en el cuarto de al lado,
que está cayendo bombas encima de hospitales,
que están violando a niñas
o estrellándose coches en la A-92
en el mismo momento en que pensamos
en que vamos quizás
un poco rápido.
Es emposible saber de qué cabo tirará Rosa Berbel en un
futuro libro. En este primero ha abierto varias líneas temáticas, ha demostrado
que domina tanto la métrica clásica como el verso libre, y además vemos que le
resulta igual de sencilla la inmersión en sus profundidades que el avistamiento
de su entorno. No se puede pedir más a una ópera prima (en realidad, a ningún libro).
Se trata de un
debut excelente. Y desde aquí deseamos a la autora que camine sin prisa hacia
el destino brillante que le espera.
Esta reseña ha sido publicada por la revista Oculta Lit. AQUÍ.