domingo, 29 de noviembre de 2015

Marcha mundial por el clima



Necesitamos un cambio de modelo enérgico y económico si queremos sobrevivir, como especie, en La Tierra. Para concienciar a los jóvenes de esta necesidad escribí en 25 días (entre agosto y septiembre de 2013) Las noches de Ugglebo (Premio de poesía El Príncipe Preguntón 2015). Os dejo por aquí algunas reflexiones sobre este poemario.
 
El libro toca temas temas esenciales para las nuevas generaciones de lectores: la denuncia de la agresión de los hombres a la naturaleza, la defensa de la preservación de la biosfera y el peligro que supone el recalentamiento global. Como docente y ciudadana me veía en la obligación de fomentar aquellos valores en lo que creo: el compromiso, la negación de roles y la solidaridad.
 
Las noches de Ugglebo es una fábula eco-distópica protagonizada por una bandada de aves rapaces. Transcurre a lo largo de la noche polar, en las islas finlandesas del Báltico. El libro narra la historia de un búho en plena pubertad que a la vez que se afirma en su individualidad (es vegetariano; mitad explorador, mitad aventurero), trata de averiguar qué peligros encierran las ciudades humanas del continente. Una serie de pesadillas donde se produce el deshielo del Ártico y el hundimiento de un carguero a la deriva, provocan en el joven búho una conciencia ecológica que habrá de empujarlo dircto a la aventura. En su viaje le acompañan sus amigos rapaces: una lechuza, un cárabo y un par de mochuelos. En las islas remotas escuchará misteriosas leyendas que querrá confirmar con sus propios ojos, y conocerá a un azor japonés que cambiará su vida.

Esta fábula narrativa está escrita en verso, pero se lee como una novela. Tiene una estética oscura e hipnótica, muy atractiva para los adolescentes. Es un canto a la amistad, a la familia, a la originalidad, al compromiso, a la solidaridad y al respeto por la naturaleza. Combina alta dosis de acción, con ternura, algún toque cómico y un poco de terror. Quien lo lea no sólo disfrutará con las aventuras de la bandada, sino que se sobrecogerá con la descripción de una naturaleza sublime (la noche polar, el mar congelado, las tormentas de nieve) y reflexionará sobre la importancia del respetar los límites de la biosfera. Las noches de Ugglebo tiene un ritmo intenso. Envolvente. Adictivo. Estoy segura de que a los jóvenes lectores de todas las edades les gustará.



viernes, 27 de noviembre de 2015

Noches blancas



 
Noches blancas, Fiódor Dostoievski. Nórdica Libros. 2015. Traducción de Marta Sánchez-Nieves. Ilustraciones de Nicolai Troshinsky. 125 páginas.


Fiodor Dostoievski apenas tenía 27 años cuando escribió su novela corta Noches blancas, obra heredera de motivos y temas románticos, aún alejada –en lo estético y en lo ideológico– de sus grandes novelas, Crimen y castigo (1866), El idiota (1868) y Los hermanos Karamazov (1880). En esta nouvelle, sin embargo, el joven escritor ruso adelanta algunos de los rasgos característicos de sus futuras obras, como el fino y detallado análisis de la psicología de cada personaje, en contraste con la escasez de datos plásticos que pudiesen retratarlos físicamente. Dostoievski delega la responsabilidad enunciativa en un narrador en primera persona que carece de nombre, pero que denomina a sí mismo un soñador. Se trata de un personaje de diseño romántico, hermano del Manrique de El rayo de luna pergeñado por Bécquer. Ambos comparten el gusto por los largos paseos solitarios, sus enamoramientos de damas irreales o su pereza vital para el desempeño de grandes trabajos. Desde el comienzo de la obra, el lector empatiza con él, con sus ansias de totalidad y con su frustración. En esto somos hijos del Romanticismo. Este soñador, por otra parte, se nos revela un personaje moderno, consciente de su estatus ontológico. No sin cierta ironía, se considera un tipo, un carácter, al que falta desarrollo, quizás porque no ha vivido lo suficiente, porque le falta un cúmulo de experiencias para acabar de hacerse. Dostoievski, con estas aprecaciones metaliterarias (tan actuales hoy), juega con las convenciones de la novela aristocrática rusa. En su monólogo –de estilo delicado y elegante–, este soñador relata a los lectores su única aventura sentimental, hito que transcurre a lo largo de tres noches blancas –en las que el sol no acaba de ponerse– en la ciudad de San Petersburgo. Esta ambientación fantástica –por lo peculiar y lo extraordinario de un fenómeno natural que sólo se registra en las inmediaciones de los Polos– avecina la obra al Romanticismo, confiere un halo de misterio a las dos criaturas que se encuentran, por azar, bajo el sol de medianoche. ¿Será verdad lo que el narrador nos cuente bajo el embrujo del solsticio de verano, o será un devaneo de su alma soñadora? Lo cierto es que, si bien la atmósfera es romántica, los monólogos que intercambian ambos protagonistas nos describen, con detalle, la miseria y estrecheces de unas vidas bastante apegadas al mundo real. Junto al canal del río, el soñador entabla un diálogo con un dama melancólica y triste. La pareja pacta confesarse sus secretos con la intención de acompañarse mientras llega –o no– el prometido de ella, tras un año de viaje. Estas largas intervenciones, junto a las réplicas cortas que se dirijan, serán las encargadas de caracterizar a cada personaje. A Dostoievski no le interesan las transiciones entre las tres noches, ni la escenografía, se centra en los diálogos. Por ellos iremos conociendo las complejidades afectivas de dos individuos que nos representan a todos con sus dudas, anhelos y contradiciones.

La edición del libro que ha preparado Nórdica es una delicia. Si la maquetación es impecable y la traducción amena, las ilustraciones del joven Nicolai Troshinsky (por la viveza de su colorido, por lo sorprendente de sus perpectivas y por la habilidad del trazo) justifican las ansias de posesión del volumen que enciendan a todo buen amante de la lectura y de la pintura.




Esta reseña ha sido publicada por La Tomenta en un Vaso. Enlace, aquí.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Cereté III: Cindy Jiménez-Vera (Puerto Rico)

Foto realizada por Betsimar Sepúlveda


400 NUEVOS SOLES 

Un periódico latinoamericano informa que Perú ofrece una bonificación de 400 nuevos soles a los empleados de gobierno que obtienen un grado universitario. Tengo tres de esos. Si hago la conversión de moneda, 400 nuevos soles peruanos son aproximadamente 153 dólares estadounidenses. Con eso, mi pareja y yo pagamos las facturas de electricidad y del agua por un mes. O no las pagamos y compramos comida. O no comemos ni tenemos servicios de luz y agua, y pagamos la cuenta del celular con algunos atrasos pendientes. O no hacemos nada de eso. Igual en Puerto Rico los huracanes y sus amenazas, nos dejan sin servicios de agua potable, electricidad, telecomunicaciones, y con alimentos de reputación dudosa. Mejor, fornicamos borrachos en el ojo de la tormenta. Él, despedido de una compañía que se fue a la quiebra. Yo, con dos trabajos que no suman uno, un vientre despoblado de hijos y algunos poemas con pocas palabras. Los bancos no saben de conversión de monedas. 400 nuevos soles son más de un año de amaneceres.

(Del libro 400 nuevos soles, Ediciones Aguadulce. 2013)

 

domingo, 22 de noviembre de 2015

Cereté II: Betsimar Sepúlveda (Venezuela)

 


Es bello el asombro del nuevo día
todo cuanto veo, viene irremediablemente de la noche
no cabe esta inmensidad azul en mis pupilas
ni los verdores que se yerguen de montaña en montaña
el arco de la tierra se tiempla y el viento enciende la ruta de los sonidos
 entre los sauces, guayacanes, ceibas y palmas
caen los frutos maduros, cantan los gallos y a lo lejos, el rumor del río.
En mi hamaca yo,
soñándome raíz, extendiéndome hacia lo profundo
asida a mi propia fuerza, empujando hacia abajo
buscando nacer en un círculo de magma.
Llevo en mi costado semillas, gusanos, escarabajos y humedad
nada más hará falta
salvo la mañana ensanchada de sol
no quiero orugas transmutándose en vanidades ligeras
quiero hormigas y abejas comiendo de mí, naciendo de mí.


Me vivo y me sueño sombra de pájaro
arriba y abajo, intocable, inasible
en mi corazón han germinado alas
no se arrastra, no espera la repatriación al paraíso
ni será un perro echado al pie de un nombre.
Como el jilguero
también tengo un canto que aguarda en mi garganta.
Tantos me amaron y no miento si digo que yo a ellos
no hay nostalgia que cuaje en mi corazón
a todos los llevo en la punta de mis dedos
y con el dedo índice hago el inventario en las arenas del río
dientes, ojos, manos, piernas, voces, promesas, nada he olvidado.
Pero sucede que cada noche el río crece
se lleva mis rayuelas y mis inventarios
sin embargo, me deja bajo sus piedras
la arcilla para nombrar un nuevo milagro
donde he de reconocerme.


(Poema del libro Profesión de Fe, 2013)

viernes, 20 de noviembre de 2015

Cereté I: Jamila Medina Ríos (Cuba)

Foto realizada por Betsimar Sepúlveda (poeta)



 
Estrategias babosas


Una de estas noches que se pasan en blanco
sin erratas
sin dormir ven, tigre, a devorar hipopótamos/ gacelas
sobre mi mano adormilada
herida por mil picas
por mil hielos.

Ayer en una fiesta
tuve la visión del tempo de las actrices porno
los productores de televisión
y las cantantes mundanas de cabaret

oíamos el último disco del trovador iluminado
y una mujer orinaba
—la saya rosa dejando ver el pubis sin rasurar
estremecido—
en un cuadro contra la pared.

En nuestra única noche
quiero reunir todas las sensaciones probables
pitos de trenes
tremando
perdidos sobre rieles
oros del horizonte disueltos en la arena
de playas privadas vacías
el sabor de las aceitunas negras en vinagre
chocolates con semillas
helados de menta
vinos y yogures de fruta
hongo
de quesos azules holandeses
vello púbico
de una princesa sefardí.

Cuando caiga la noche no me dejes dormir
he preparado un mus
un striptease/ un baile de disfraces
he llenado la alacena
y he secado la leña
puse geranios junto a la ventana
cortinitas suaves
y margarina entre mis nalgas
como en aquellas
tostadas francesas
que te comías en París

hay agua fría en la nevera
y agua caliente en la ducha
si no lo hacemos
por lo menos no dirás
nadie
me atendió en esta casa.


(Poema del libro Anémona, 2013)


lunes, 2 de noviembre de 2015

Periódico de la tarde



Otro poema de actualidad, en esta ocasión, de un niño de la guerra, José María Valverde. En plena crisis energética (de donde se deriva la económica), cuyas consecuencias se dejan ver en el éxodo de refugiados sirios o en el empobrecimiento de la población española, nace el proyecto Mars I, que planea instalar una colonia en el planeta vecino para televisar un Gran Hermano cósmico. Dos de los astronautas seleccionados son compatriotas. Valverde y Gloria Fuertes (con su poema "Marte", recogido en Mujer de verso en pecho, 1995) ponen voz a las denuncias y críticas que pensamos hoy.


 
PERIÓDICO DE LA TARDE

    Muy bien rueda el vagón –oh ciencia hermosa–
    mientras se sueña con la sopa en casa,
    segura, aunque frugal, y se repasa
    la prensa, ya a estas horas tan borrosa:

    rivalizan los sabios en carrera
    retratando la nuca de la luna;
    mientras, de cada tres personas, una
    come o habrá comido antes que muera.

    Señores genios, basta: un intervalo:
    primero den a todos bocadillos,
    y a cada cual, zapatos, y juguetes

    al niño, y su jarabe al que esté malo.
    Cuando arreglen los casos más sencillos
    volverán a su fiesta y sus cohetes.

    (De La conquista de este mundo, 1960)

domingo, 1 de noviembre de 2015

Son del desahucio



En 1937 publicaba el poeta cubano Nicolás Guillén un nuevo libro, Cantos para soldados y sones para turistas. Sus 37 textos, escritos tras el crack del 29, entonan la crítica, la esperanza y la rebeldía. Prueba de este espíritu es el poema "Son del desahucio", tan actual que parece nacido de nuestra propia crisis. 

  
SON DEL DESAHUCIO

— El alquiler se cumplió:
te tienes que mudar;
ay, pero el problema es serio,
muy serio,
pero el problema es muy serio,
porque no hay con qué pagar.

Si encuentras cuarto vacío,
te tienes que mudar,
y si acaso no lo encuentras,
te tienes que mudar.

Si el dueño dice: “Lo siento”,
te tienes que mudar;
pero si no dice nada,
te tienes que mudar.

Como quiera, como quiera,
te tienes que mudar;
con dinero, sin dinero,
te tienes que mudar;
donde sea, como sea,
te tienes que mudar,
te tienes que mudar,
¡te tienes que mudar!

Calma, mi compadre, calma,
vamos los dos a cantar,
que llegue el casero ahora,
él nos podrá acompañar.

— ¡Escuche, amigo casero,
ayer me citó el Juzgado,
y dije que no he pagado
porque no tengo dinero,
y estoy parado!
Yo no me voy a la calle,
porque la lluvia me moja;
venga usted, casero, y diga,
diga,
si va a curarme el catarro,
si va a curarme el catarro,
después que el agua me coja.
Conozco hoteles vacíos
y casas sin habitantes:
¿cómo voy a estar de pie,
con tantos puestos vacantes?

Calma, mi compadre, calma,
vamos, los dos a cantar;
que llegue el casero ahora,
él nos podrá acompañar.
¿Es que a usted lo achica el miedo?

No, señor;
a mí no me achica el miedo,
y aquí me quedo,
sí, señor,
y aquí me quedo,
sí señor,
y aquí me quedo…