sábado, 31 de agosto de 2013

La Gran Exclusión


 
Antonio Turiel:

El curso actual de los acontecimientos nos hace intuir que, si no se producen acontecimientos traumáticos que lleven a una reacción masiva y violenta (ya sea en forma de guerra o de revolución) habrá un progresivo descenso del nivel de vida de la población, y si es lo suficientemente paulatino la gente se irá acomodando a la nueva realidad, perdiendo rápidamente la memoria y/o la conciencia de que en otros tiempos las nuevas condiciones de vida hubieran sido inaceptables. No es nada insólito: en la década de los 30 del siglo pasado una nación avanzada y culta como Alemania fue capaz de abrazar, una parte con entusiasmo y otra parte sometida y acallada, una aberración como el nazismo. Si el nazismo hubiera intentado ascender de golpe en 1930 la sociedad alemana hubiera reaccionado en masa desterrándolos para siempre fuera de las instituciones; sin embargo, un curso paulatino de los acontecimientos modificó de tal manera las reglas y expectativas sociales que lo que en 1930 parecía una barbaridad se aceptó como lógico y natural, ya de grado ya a la fuerza, en 1933. Y si se mira con perspectiva histórica esos cuatro años no son nada, son un suspiro; son básicamente el mismo tiempo que llevamos en esta crisis económica que, como sabemos, no acabará nunca. Ya se sabe que para hervir una rana no se la debe meter en una olla con agua hirviendo pues saltaría fuera; lo mejor es meterla en agua fría y después ir calentándola progresivamente: así se dejará cocer sin darse cuenta. En esencia, ese proceso lento de desintegración de la concepción de la sociedad que tenemos ahora en los países occidentales (que incluye el Estado del Bienestar, pero también otros valores como la libertad de expresión y de oportunidades, el Estado de Derecho, etc.) es lo que se podría denominar La Gran Exclusión. La exclusión de la mayoría de la ciudadanía de los beneficios sociales, de las libertades fundamentales, de la igualdad de oportunidades (al menos, delante de la ley). La expulsión de una parte mayoritaria de la población occidental en dirección hacia el mismo Tercer Mundo donde vive la mayoría del planeta, pero sin salir de casa -bueno, salvo cuando sean desahuciados-. Una expulsión lo suficientemente lenta y bien publicitada como para que los desterrados en su propio país la interioricen como algo necesario, inevitable y hasta cierto punto merecido por su propia falta de competencia.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Federico García Lorca y la reivindicación de la cultura



Discurso de Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca de Fuente de Vaqueros. Septiembre de 1931.

“Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?


¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.

domingo, 18 de agosto de 2013

Podio

 Foto de Grygory Dukor

Ayer, el equipo femenino ruso de relevo 4 x 400, desafiando la nueva ley instaurada por Putin que prohíbe la visibilidad y reivindicación de derechos del colectivo homosexual en Rusia, manifestó su apoyo a las parejas del mismo sexo con un beso en lo alto del podio. Bravo por ellas. Me enorgullezco de su valentía. Siempre he considerado al atletismo el deporte más noble, y este gesto me lo confirma. Esta estampa de los mundiales de Moscú me recuerda a otra de los Juegos Olímpicos de Méjico 68, en aquella ocasión, fueron los atletas norteamericanos de 200 metros lisos Tommie Smith y John Carlos quienes con su gesto brazo en alto, enguantado, la cabeza inclinada y los ojos cerrados mientras sonaba el himno de los Estados Unidos en honor del primero denunciaron la discriminación racial en su país.

 
Hoy día, los Estados Unidos tienen un presidente negro, Barak Obama. Cuarenta años después de aquel legendario gesto a favor de los derechos civiles de los afroamericanos, las cosas han cambiado. Esperemos que pronto se viva en Rusia un hito semejante, y que el beso valiente que ayer se dieron Kseniya Ryzhova y Tatyana Firova, dos de las mujeres más veloces del mundo, sirva para que la sociedad rusa cuestione la nueva ley en contra de los homosexuales, del amor, de la libertad y de la vida; de paso, confío en que fuerce al COI para que los Juegos de Invierno del año que viene no se realicen en Soshi (Rusia). Quién sabe, igual dentro de cincuenta años tenemos a un homosexual en el kremlim de Moscú. Eso significará que el mundo será un lugar mucho más habitable.

jueves, 15 de agosto de 2013

Lo que no está escrito


Culturamas publica mi reseña de la última novela de Rafael Reig: Lo que no está escrito (TusQuets, 2013). Otras obras destacadas del novelista son: Sangre a borbotones (Lengua de trapo, 2002), Guapa de cara (Lengua de trapo, 2003), Manual de literatura para caníbales (Debate, 2006), Visto para sentencia (Caballo de Troya, 2008) y Todo está perdonado (TusQuets, 2011).

lunes, 12 de agosto de 2013

Reseña de La Guerra de Invierno en El País



El pasado 3 de agosto el suplemento Babelia, del periódico El País, publicó una reseña de Luis Bagué Quílez sobre mi poemario La Guerra de Invierno (Hiperión. 2013), Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana:

 
En La Guerra de Invierno, Ariadna G. García (Madrid, 1977) entrega el testimonio de un viaje a Finlandia, decorado real y trasunto metafórico de la Europa que surgió del frío. Dividido en tres partes y un epílogo, este libro condensa la identidad de un país y las huellas dactilares de la autora. En el primer apartado, los paisajes portuarios, los senderos remotos y los límites del idioma ofrecen una postal de la incertidumbre. Sin embargo, lejos de la pincelada costumbrista que glosa el nomadismo de los “españoles por el mundo”, aquí se aprecia la convergencia entre la memoria colectiva y el arrastre de la intimidad. No en vano, el relato amoroso esbozado en estas páginas se presenta como un mapa elocuente donde la “mirada es enigma, / una interrogación / que abre fronteras”. En la segunda sección, la densidad del poema en prosa sirve de soporte a un tapiz coral en el que los héroes y los traidores del pasado exponen su versión de la historia. Mientras que ‘La exploración (1883)’ avanza hasta el cinturón helado de Groenlandia, las distintas viñetas de ‘La Guerra de Invierno (1939-1940)’ rememoran la invasión de Finlandia por parte de la Unión Soviética, en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Las proezas del francotirador Simo Häyha, el monólogo del patinador Birger Wasenius y las secuencias de combate reflejan una crudeza no exenta de lirismo. Los cadáveres flotantes, que emergen a la superficie para mostrar “los horrores de la guerra”, entroncan con una poderosa imagen contenida en el Kaputt de Curzio Malaparte: la de los caballos hundidos en el Ladoga y cristalizados en su galope furioso. Finalmente, la tercera parte acoge la intemperie solidaria de dos amantes en el Círculo Polar. Ya cerca del regreso, los últimos textos se conciben como copos de sentido o haikus boreales sobre la relatividad de la existencia: “El espejo glaciar se ha derretido. / A lejos redobla / la intensa partitura de las aguas”. La conciencia compositiva, la riqueza de matices y la diversidad de registros de La Guerra de Invierno confirman a Ariadna G. García como una voz destacada en el panorama de la poesía española reciente.

jueves, 1 de agosto de 2013

Sonetos



La tormenta en un vaso publica mi reseña de los Sonetos de William Shakespeare, edición preparada por Bernardo Santano Moreno para el Acantilado (2013).